Bienvenidos a China

China incita a hacer las maletas. El país está cambiando, así que hay que subir a bordo, disfrutar del viaje y ver qué rumbo toma.

Antigüedad imponente

La faceta moderna de China, aunque deslumbrante, no es la única. La civilización ininterrumpida más antigua del mundo no es solo cristal ahumado y aluminio pulido; si bien el viajero no se tropezará con antigüedades a cada paso –tres décadas de crecimiento desenfrenado y urbanismo irreflexivo han pasado factura–, le esperan ricos vestigios del pasado. Hay para todos los gustos: fragmentos desmoronados de la Gran Muralla, montañas coronadas por templos, pueblos olvidados en el tiempo, lánguidas ciudades con canales, grutas budistas y antiguos fuertes en el desierto. Hay que llevar un buen par de zapatos y recordar las palabras de Lao Tsé: “un viaje de mil millas comienza con un solo paso”.

Paisajes formidables

Pocos países poseen una naturaleza como la del Reino Medio. Se puede elegir entre los lagos de color azul zafiro del Tíbet o los desiertos de Mongolia Interior, saltar de isla en isla en Hong Kong o montar en bicicleta entre los pináculos kársticos de los alrededores de Yángshuò, pasmarse ante los bancales de arroz del sur, hacerse un selfie en los campos de colza de Wùyuán, caminar por la Gran Muralla, perderse en bosques de bambú o tumbarse en una playa remota.

Gastronomía

Los chinos viven para comer. Con 1400 millones de personas amantes de la gastronomía, unidas a la diversidad geográfica y cultural de un país inmenso, cabe esperar todo tipo de tentaciones y desafíos para el paladar. Se puede degustar pato pekinés en Beijing, fondue china en Chóngqìng o un ròujiāmó (panecillo con tiras de carne de cerdo condimentada) antes de escalar el Huá Shān. Hay que tomar un humeante cuenco de fideos de Lánzhōu en un mercado de la Ruta de la Seda, subir la temperatura con la abrasadora comida de Húnán o parar un carrito de dim sum en el sur. Si el viajero sigue su olfato, querrá que el viaje no termine nunca.

Diversidad

China es un país descomunal que alberga una mezcla fascinante de dialectos diferentes y de extremos climáticos y topográficos. Se puede elegir entre el revoltijo étnico del suroeste, los templos iluminados con manteca de yak de Xiàhé, un viaje por la polvorienta Ruta de la Seda, dormir en el campo base del Everest o arreglarse para una noche de fiesta en Shanghái. Tanto los viajeros urbanos como los senderistas, ciclistas, exploradores, mochileros, gastrónomos y aficionados a los museos encontrarán algo de su gusto.

Por qué me gusta China

Por Damian Harper, autor

En la década de 1990, mi pasión por las artes marciales chinas me llevó a matricularme en un grado de chino de cuatro años en una universidad londinense. Fueron tiempos divertidos, cuando viajar a China era duro y emocionante a partes iguales. Nadie había oído hablar de sitios como Píngyáo y el Pǔdōng de Shanghái era una llanura sin cócteles. No mentiría si dijera que se trata de la fantástica comida, los increíbles paisajes, la emoción de los viajes en tren, la gente encantadora o llegar a una ciudad pequeña donde nunca había estado; pero es el idioma chino lo que aún amo por encima de todo.

 

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