Bienvenidos a Suiza

Además del chocolate, relojes de cuco y canto tirolés, la Suiza de hoy, un país con cuatro lenguas, ofrece viajes únicos, actividades alpinas y cultura urbana.

De postal

Suiza es un retablo de bellas imágenes y postales de colosales proporciones que seducen a los viajeros desde el Grand Tour y los albores del turismo invernal en 1930. Desde el chinchín de los famosos que alternan en Verbier champán en mano hasta el tintineo de los cencerros de las vacas negras de la Val d’Hérens, Suiza mezcla lo rural y lo urbano con pasmosa facilidad, gracia y precisión. Viajar en un tren rojo entre picos y pinos, bañarse en un balneario de montaña, pasear en raquetas de nieve hasta el iglú o cruzar puentes medievales; este país de postal no parece despeinarse nunca.

Glorioso aire libre

Los paisajes suizos exigen acción: llevar las botas, saltar sobre una tabla, hacer sonar el timbre de la bicicleta y desmadrarse. Esquiar y practicar snowboard en Graubünden, el Oberland bernés y la Suiza central son opciones de invierno. Cuando los pastos verdean, no falta el excursionismo y la bicicleta de montaña entre glaciares y, en las tierras bajas, valles, lagos y verdes viñedos. Esta exuberancia puede contemplarse desde un globo o un paracaídas o desde una balsa por ríos de aguas bravas. También hay otras cosas, como encontrarse frente a frente con la cincelada cara norte del Eiger o caminar entre grietas de hielo en el Jungfraujoch.

Estilo urbano

El perfecto antidote para la belleza rural es el estilo de las ciudades suizas: el casco antiguo medieval y el arte moderno de la capital, Berna, la arquitectura de la germánica Basilea, la elegante Ginebra junto al mayor lago de Europa, la animada Lausana, la empresarial Zug y la ultramoderna Zúrich, con sus bares a orillas del río, el renovado distrito industrial occidental y el atípico ambiente callejero. Castillos y cervezas artesanas, actuaciones y restaurantes new wave: aquí cabe todo. En cuestión de minutos se coronan las cumbres cercanas, se descansa en los bares de la orilla con vistas alpinas o se nada en el Rin, el Aar y el Limago.

Tradición alpina

La variedad es la sal de la vida rural en esta tierra rica y campechana donde la tradición alpina está marcada por el calendario agrícola y las grandes montañas son algo corriente. El viaje discurre por pueblos con graneros de madera sobre pilotes para evitar las ratas y granjas en chalés con geranios rojos. Antiguos mercados, ferias folclóricas, banderas al viento y conciertos de trompas alpinas señalan el paso de las estaciones. La comida es un festival gastronómico de sustancia y sabor, con queso fundido, chocolate y caza de temporada.

Cultura de vanguardia

Los innovadores suizos siempre han adoptado lo nuevo y lo experimental. El país está lleno de espacios culturales, vistosa arquitectura y galerías vanguardistas que tratan de captar el espíritu de la época. El Zentrum Paul Klee, del arquitecto Renzo Piano, en Berna; el Vitra Design Museum, diseñado por Frank Gehry, y la Fondation Beyeler en Basilea; el centro lleno de obras de Mario Botta y la galería MASI en Lugano; y el Musée d’Art Moderne et Contemporain de Ginebra, que ocupa una fábrica renovada de los años cincuenta e invita a la reflexión, son solo la punta del iceberg cultural.

Por qué me encanta Suiza

Por Kerry Christiani, autora

Der Berg ruft (la llamada de las montañas) es más potente en Suiza que en ningún otro lugar. Mis primeras visitas a esta país hace 15 años me entusiasmaron: montar en un trenecito rojo desde el bosque a la cima, despertar con el ruido de los cencerros de las vacas en las praderas, caminar bajo las cumbres glaciales hasta las cornisas rocosas donde retozan los íbices, nadar en lagos gélidos y cristalinos, atravesar bosques helados con raquetas de nieve. En Suiza conviven sin esfuerzo la vida al aire libre y la cultura urbana. Una vez, en Zúrich, contemplando los Alpes en el horizonte, un amigo suizo me confió: “Dios nos ha bendecido con todo”. Y tenía razón.

 

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