Bienvenidos a Gales

La frase “lo bueno viene en envase pequeño” quizá suene a tópica, pero en el caso de Gales es una verdad innegable.

Con un territorio apretado pero de gran diversidad geológica, Gales ofrece un sinfín de oportunidades para escaparse a la naturaleza. Quizá no sea salvaje en el sentido clásico –el hombre lleva milenios moldeando esta tierra–, pero hay muchos rincones preciosos que explorar tras las montañas, en los valles fluviales y a lo largo de los arrecifes batidos por el oleaje. Una extensa red de senderos lo convierte en un paraíso para los excursionistas. Más indómitas son las islas diseminadas frente a la costa, importantes reservas naturales algunas de ellas.

Los castillos forman parte del paisaje; se podría visitar uno cada día y no verlos todos. Y hay piedras más inescrutables y mucho más antiguas: crómlechs, dólmenes y monolitos erigidos mucho antes de que se soñara con los castillos, antes incluso de que se escribiera la historia.

Aparte del paisaje, es el trato con los galeses lo que más perdurará en el recuerdo.

 

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