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En el lejano oeste, donde China comienza a transformarse en un paisaje desértico lunar, la bonita ciudad-oasis de Dūnhuáng es una escala natural para los exploradores de la Ruta de la Seda. En las afueras se elevan grandes dunas y hay varios fragmentos de la Gran Muralla azotados por el viento del desierto, pero lo realmente asombroso son las magníficas grutas de Mògāo , flor y nata de las cuevas budistas de China. Sus estatuas se cuentan entre los tesoros culturales más valiosos del país.