Bienvenidos a Chile

Chile es naturaleza a escala colosal, pero resulta fácil recorrer el país sin prisas.

Una tierra de extremos

Delgado hasta lo absurdo y alargado hasta lo inverosímil, Chile se extiende desde el vientre de América del Sur hasta su pie, desde el desierto más seco del planeta hasta los inmensos glaciares del sur. Los paisajes más variados se despliegan en una franja de 4300 km: dunas, valles, volcanes, bosques, glaciares inmensos y fiordos. A cada paso asombra y la naturaleza es toda una sinfonía que se ha mantenido intacta. El desarrollismo podría poner en peligro estos tesoros, pero por ahora Chile conserva algunos de los parajes más vírgenes del mundo y no hay que perdérselos.

El vino

Antes de que el vino se convirtiera en producto de exportación de lujo, las humildes barricas ocupaban su lugar en todas las mesas chilenas y los abuelos cuidaban las viñas familiares. Hoy Chile ha pasado a ser un productor mundial para paladares refinados: tintos con cuerpo, blancos de agradable acidez y rosados florales; hay una variedad para cualquier estado de ánimo y ocasión. Los chilenos adoran la buena mesa y el placer de la compañía y las conversaciones, que se solapan con el descorche de las botellas y las miradas que se cruzan al chocar dos copas. ¡Salud!

Lenta aventura

En Chile, la aventura es aquello que sucede durante el camino hacia ella: pedalear por la grava de la carretera Austral y terminar compartiendo ferris con monovolúmenes y carros de bueyes, o equivocarse en un desvío y encontrar el paraíso en un huerto anónimo. Pueden hacerse planes, pero conviene abrirse a la experiencia del momento. Los chilenos nunca corren. “Los que se apresuran pierden el tiempo”, reza un dicho de la Patagonia que podría servir bien como lema.

La buena onda

En Chile, la cercanía de las fronteras propicia la intimidad. Encajado entre los Andes y el Pacífico, su anchura media no pasa de 175 km. Con razón uno empieza pronto a ver las mismas caras, y, a poco que se detenga, a sentirse como en casa. Quizá sea porque se ha puesto pie en el extremo del continente, pero si algo destaca es la hospitalidad. La buena onda significa que el forastero es bien recibido. Los patagones comparten una ronda de mate tras otra. El ritual de relacionarse y relajarse está tan integrado en la vida diaria que apenas se nota. Pero sí dicen una cosa: “quédate y baja la guardia”.

Por qué me encanta Chile

Por Carolyn McCarthy, autora

He trabajado en Chile como guía de senderismo y he regresado para pasar una parte del año en la Región de Los Lagos. Para mí, Chile siempre ha significado la naturaleza tal y como debería ser, en tantísimos lugares un inmenso territorio virgen no estropeado aún por la intervención del hombre. Cuanto más viajo, más me doy cuenta de quedan pocos lugares como estos en el planeta y de que los necesitamos desesperadamente. Es una cuestión práctica: más allá del valor económico de proteger nuestros recursos, lo importante es buscar los lugares salvajes que alimentan el espíritu.

 

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