Bienvenidos a Mallorca

Esta popular estrella del Mediterráneo derrocha alegría gracias a sus encantadoras playas, sus montañas y sus cautivadores pueblos serranos.

Paisajes románticos

Para Miró era la luz pura del Mediterráneo. Para los excursionistas y ciclistas son los formidables picachos y acantilados de piedra caliza de la sierra de Tramuntana, en la costa oeste. Para otros son cosas tan fugaces como las flores de almendro caídas sobre las praderas en primavera o el manto dorado de los viñedos interiores en otoño. Vaya donde uno vaya, Mallorca nunca deja de seducir. Los automóviles forman una larga fila por la costa para disfrutar de unas vistas tan atractivas que hacen que las postales parezcan imitaciones baratas. Incluso en medio de la avalancha de turistas, uno puede encontrar su propia inspiración si sube a un monasterio en lo alto de un monte o al pedalear por pueblos de piedra de color miel.

Vuelta a la tradición

La cultura de Mallorca siempre ha ocupado un lugar secundario con respecto a sus playas, pero ahora los mallorquines vuelven a abrazar sus raíces y han renovado viejas mansiones y fincas abandonadas durante mucho tiempo para convertirlas en refinados refugios rurales. Si uno pasa algún tiempo entre los olivos, algarrobos y almendros, pronto se enamorará del silencioso encanto del interior de la isla. El verano es una fiesta continua y las festes de los pueblos ofrecen una genuina visión de la vida insular.

La vida en la costa

Mallorca encabeza la lista de lugares de vacaciones veraniegas de Europa por muchas razones, pero sobre todo por su bonita costa. Más allá de los centros turísticos, las calas bordean la isla como un collar de perlas recordando por qué las playas malloequinas nunca han perdido su encanto. En el oeste, hay paisajes espectaculares esculpidos por acantilados y aguas azul zafiro; y en el norte, se pueden hacer excursiones por bahías salpicadas de pinos, con brisas que aprovechan marineros y amantes del kitesurf y el windsurf para recorrer las aguas turquesa. En el este, es posible explorar calas desiertas y, en el sur, zambullirse frente a blancas playas. Con una habitación que dé al mar, paseos por la playa al atardecer con las cigarras de fondo y marisquerías al aire libre, uno pronto se siente fascinado por el ritmo relajado de la vida en la costa.

Sabores mediterráneos

Comer en Palma nunca fue tan emocionante, con chefs inspirados tanto por sus abuelas mallorquinas como por la nueva cocina mediterránea, lo que añade un toque de creatividad a la escena gastronómica. Los restaurantes del interior sirven platos copiosos, como cochinillo asado, maridados con vinos locales. En la costa se ofrecen sabores sencillos y puros, como pescado del día acompañado de fabulosas vistas del mar.

Por qué me encanta Mallorca

Kerry Christiani, autora

Ninguna isla es tan especial para mí como Mallorca. Una y otra vez hace que vuelva para recorrer los picos de la Tramuntana y los senderos costeros de Formentor y el cabo de Pinar. En los callejones de Pollença perfeccioné mi español y en la playa de Muro conocí a mi marido en un caluroso verano hace 14 años. Cada vez que vuelvo a Mallorca me enamoro otra vez de la isla, ya sea al pasear por los acantilados en primavera, cuando el romero está en flor, o durante la estancia en un monasterio en pleno invierno, al amor de la lumbre.

 

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