Esta ruta circular recala en casi cada rincón del reino. Para ahorrar tiempo, también se puede hacer en avión.

Se empieza en Bangkok y luego se toma un tren al norte hasta la antigua capital de Ayutthaya. Desde allí un desvío lleva a la ciudad de los monos de Lopburi, una buena base para salir de ruta cultural hasta Sukhotai, al norte, la otra vieja capital del país, llena también de maravillosas ruinas. Luego se pone la directa a Chiang Mai y se recorren en bicicleta sus viejos e históricos templos, antes de adentrarse por las montañas hasta la fiestera Pai y Mae Hong Son, de fuerte influencia birmana. Se vuelve a Chiang Mai.

Ya toca playa. Se vuela al golfo de Tailandia para visitar Ko Samui con su boato turístico isleño, Ko Pha-Ngan para disfrutar de la playa y la fiesta, y Ko Tao para hacer submarinismo y buceo con tubo.

Se pasa a la costa del Andamán y sus montañas calizas que afloran del mar. Ko Phi-Phi es la más bonita, cara y fiestera de todas. La pequeña Ko Jum se aferra aún al ambiente hippy de chozas de playa. El submarinismo es el principal atractivo de la aburguesada Ko Lanta. Los escaladores no deberían perderse la ciudad continental Krabi, sobre todo Railay.

Si quedan ganas de playa, se puede bajar más por la península hasta las islas de Trang, otro collar de promontorios calizos y aguas cristalinas, u optar por las idílicas islas costeras de Satun. También están la emergente y de precio medio Ko Bulon Leh, la rústica Ko Tarutao y la plácida Ko Lipe.

Otra idea es prescindir de las playas del sur de Krabi y decantarse por el antídoto cultural del corazón agrícola del noreste del país. Vía Bangkok, se visitan las selvas del Parque Nacional de Khao Yai. Desde allí, se va a Nakhon Ratchasima (Khorat), un punto de tránsito para ir a Phimai, con ruinas al estilo de Angkor. La ruta jemer al este hasta Phanom Rung, el templo jemer más importante e impresionante del país, con otros más pequeños, pero igualmente de aire regio, cerca.