10 imágenes que los viajeros no se pueden perder
Si fuera un personaje real, Heidi también viviría en Suiza. En el cuento todo eran paisajes idílicos, pero esto no es ficción: Suiza es un escenario perfecto para disfrutar de la naturaleza, donde es posible dar un paseo dominical por un puerto de montaña, o practicar todo tipo de aventuras entre picos colosales.
Estos son algunos de los pueblos y lagos de Suiza que deberíamos visitar: 10 paraísos para instagramers y amantes de las aventuras al aire libre.
1. Corippo, la aldea más pequeña
Con una población de 15 habitantes, Corippo es la aldea más pequeña de Suiza y parece más una familia que un pueblo. Desparramándose por una colina arbolada de Val Verzasca, en el cantón de Tesino (Lago Maggiore) sus casas de granito, con las montañas de fondo, son el sueño de cualquier fotógrafo. Corippo presume de su tamaño diminuto, sus casas de granito con tejados de pizarra, sus vistas excepcionales y los bosques que la rodean.
Val Verzasca es un escarpado valle de 26 km, a unos 4 km al noroeste de Locarno. Unos 5 km río arriba, Lavertezzo es conocido por su angosto puente romántico de doble arco y por las pozas naturales del gélido arroyo y otros 12 km más allá se halla Sonogno, una aldea antaño abandonada en la cabecera del valle, envuelta en bosques de hayas y castaños.
Para conocer la zona, una buena idea es recorrer el Sentiero Verzasca (2 días; 34 km) que incluye todos los puntos citados anteriormente.
2. Val Fex, los Alpes tal y como eran
Algunos de los pueblos más encantadores de Suiza están en los Grisones. Como los pueblos de Val Fex, un valle perdido en el tiempo y en el espacio, que se oculta entre montañas cubiertas por glaciares, bosques de alerces y prados. En este valle buscaron un refugio para pensar y soñar muchos ilustres filósofos, artistas y escritores, como Nietzsche, Thomas Mann y Marc Chagall. Si queremos ver cómo eran los Alpes antes de la llegada de los turistas, podemos dar un paseo romántico a pie o en coche de caballos hasta los pueblecitos de Fex-Platta y Fex-Cresta. En este valle no hay coches y la naturaleza está siempre presente, con sus altos pastos salpicados de flores silvestres en verano y veteados de oro por los bosques de alerces en otoño, y para remate, un glaciar que corona una serie de picos rocosos.
Llegar al valle ya es toda una experiencia, tanto a pie (unas 2½ h desde Sils-Maria) como en un coche de caballos, pero tiene recompensa.
3. Mürren y Gimmelwald, el sueño de los montañeros
También en el Oberland Bernés, rodeados de grandes montañas, se encuentran pueblos que permiten disfrutar del paisaje, el esquí y el excursionismo a lo grande. Un buen ejemplo es Mürren, donde es posible alojarse en un chalé-refugio con vistas al Eiger, el Mönch y el Jungfrau. Con sus chalés de madera oscura, sin automóviles y con vistas espléndidas, Mürren parece una Suiza de cuento.
Para integrarse completamente en la naturaleza, lo mejor es huir de las multitudes y visitar a su precioso vecino: Gimmelwald. Esta pequeña aldea es refugio de senderistas y aventureros que huyen de las multitudes, pero cada vez es más conocida por su paisaje fabuloso, su autenticidad y su calma. Hay varios senderos muy apetecibles: uno que baja desde Mürren (30-40 minutos) y otro que sube desde Stechelberg (algo más de una hora), pero también hay en la zona varios teleféricos para los que no quieran cansarse, y en verano, el funicular Allmendhubel sube a un restaurante panorámico y a la zona de relajación Skyline Chill, con unas tumbonas que garantizan vistas envolventes de las montañas.
4. Arquitectura rural en Wendenberg
La bucólica campiña de Appenzell está llena de pueblos encantadores. Estamos en la parte nororiental de Suiza y todo parece una fiesta para la vista, desde la principal población, Appenzell, con sus alegres fachadas en tonos pastel y sus confiterías y tienda de delicatesen, hasta los alrededores, salpicados de granjas lecheras alpinas y pueblos pintorescos. Unos paisajes preciosos para recorrerlos en automóvil por serpenteantes y estrechas carreteras secundarias.
Entre todos los pueblos encantadores de la zona, Werdenberg destaca sobre el resto por su castillo medieval, sus chalés con geranios y su agreste paisaje alpino. Werdenberg fue fundado en 1289, y se dice que es la población de casas de madera más antigua de Suiza. El caserío se refugia entre un gran estanque y una colina cubierta de vides y coronada por el castillo: una foto segura para cualquier álbum.
5. Glaciar Aletsch: vistas panorámicas para valientes
Si lo que se busca es una estampa de Suiza digna de una postal o un poster turístico, se encontrará en Riederalp y Bettmeralp. Aquí los automóviles están prohibidos y las vistas del Cervino y los chalés de madera apiñados al borde de los hielos del glaciar Aletsch son de ensueño.
Pero lo mejor de todo son las vistas del glaciar Aletsch desde el Eggishorn (2927 m) y el Bettmerhorn (2647 m): alucinantes, conmovedoras, extraordinarias, apasionantes. Aunque, para los que tengan mucho valor y poco vértigo, el mejor mirador panorámico sin comparación es el de 124 m de longitud del puente colgante de Aletschji-Grünsee, que cruza la terrorífica garganta del Massa (80 m de profundidad), al pie del glaciar Aletsch. Hace falta tener nervios de acero para cruzar este puente, pero las vistas del glaciar son inigualables.
6. Lago Maggiore: Locarno y Ascona
Heladores o templados, bordeados de palmeras o de montañas, alpinos o urbanos, verdes, azules o turquesas… en Suiza hay un lago para cada estilo y temporada. Se puede pedalear por el lago Constanza o ver la puesta de sol en el lago Zúrich o los Alpes reflejándose como en un espejo. Uno de los más majestuosos es el Lago Maggiore, del que Suiza tiene solo una pequeña esquina, al noreste. El resto se halla en la región italiana de Lombardía. En este lago se unen los paisajes incomparables de los Alpes con el sol del sur y la buena vida italiana. El lago se puede recorrer en alguno de los barcos de la compañía Navigazione Lago Maggiore.
Locarno es la capital de la zona, con sus palmeras y su clima soleado; por algo lleva desde el siglo XIX atrayendo turistas de lujo, aunque los romanos ya apreciaban su posición estratégica entre el lago y el río Maggia.
Otra de las visitas imprescindibles para viajeros del siglo XXI es Ascona, con sus casas impecables de colores pastel y sus palmeras flanqueando el paseo junto a las aguas cristalinas del Lago Maggiore con vistas a las verdes montañas al fondo. Sus restaurantes con estrellas Michelin, un campo de golf de 18 hoyos y las boutiques, galerías y anticuarios del casco antiguo atraen a una multitud pudiente con ganas de gastar. E incluso los que viajan con inquietudes artísticas tienen su objetivo: el Museo Comunale d’Arte Moderna, que ocupa el Palazzo Pancaldi, donde se exponen cuadros de pintores vinculados a la ciudad, como Paul Klee, Ben Nicholson, Alekséi von Jawlensky y Hans Arp.
7. Lagos Thun y Brienz
Estos lagos gemelos de color turquesa brillante, al pie de los Alpes berneses, se llenan en verano de amantes de la naturaleza y los deportes acuáticos. Lo más destacable: el castillo de Thun, los viñedos de Spiez y las tallas de madera de Brienz.
El lago Thun es realmente imponente: nadie que haya viajado a Interlaken por primera vez desde Berna olvidará el momento en que vio el Thunersee (lago Thun). Cuando el tren serpentea entre los prados y pueblecitos de la ribera sur, más de uno emite un grito ahogado al ver los imponentes Alpes sobre las aguas turquesas. La otra joya es el Brienzersee (lago Brienz), que bordea Interlaken por el este. Impresiona igualmente por su color aguamarina y las escarpadas montañas de fondo. Los barcos de vapor navegan por estos lagos de finales de mayo a mediados de septiembre.
Thun, cercada por las montañas, regada por las aguas turquesas del río Aar y coronada por las torres de su castillo, es una ciudad medieval típicamente suiza, con espíritu juvenil, terrazas llenas de gente tomando el sol junto al río y soportales con boutiques únicas.
8. Lago Lemán, el más cosmopolita
Un paseo en barco por el lago Lemán al atardecer deja ver cómo el sol poniente va tiñendo de rosa el Mont Blanc. El mayor lago alpino de Europa reluce en la cosmopolita Ginebra, junto al fantástico Château de Chillon y bajo los empinados bancales de viñedos de Lavaux.
Al este de Ginebra, el mayor lago de Europa occidental se extiende como un gigantesco espejo entre el cantón francófono de Vaud (al norte) y Francia (al sur). Aunque es más conocido como el lago Lemán, también se llama lago de Ginebra.
Rodeado por la elegante ciudad universitaria de Lausana y una serie de pueblos pintorescos, el lado suizo del Leman ofrece el maravilloso espectáculo de los viñedos color esmeralda que pueblan las terrazas de las empinadas laderas de Lavaux. Y en la orilla del lago, se alzan castillos de cuento de hadas, lujosas casas señoriales y modestas playas.
En los magníficos Alpes Vaudoises (Alpes de Vaud) del extremo sureste del cantón, los excursionistas se recrean en primavera y verano, y los esquiadores y los practicantes de snowboard descienden por las pistas en invierno.
Y si nos situamos en Montreux, podemos realizar el Chemin Fleuri (camino florido) que parte de la orilla del lago, y que resulta un paseo encantador y llano, enmarcado por macizos de flores tropicales, que serpentea 4 km por la orilla hasta la magnífica fortaleza del Château de Chillon, un laberinto del siglo XII de patios, torres y salones repletos de armas, muebles de época y obras de arte. Visita ineludible: los frescos medievales de la Chapelle St Georges y las espeluznantes mazmorras góticas.
Chillon es un castillo muy inspirador: aquí estuvo Lord Byron, que escribió en 1816 El prisionero de Chillon. Los pintores William Turner y Gustave Courbet inmortalizaron más tarde la silueta del castillo en sus óleos y Jean-Jacques Rousseau, Alexandre Dumas y Mary Shelley escribieron sobre él.
9. Lago Uri, la tierra de Guillermo Tell
Enigmático en la bruma matutina y al atardecer, el lago Uri es el escenario por donde campa Guillermo Tell, el héroe suizo. A Turner le gustaba pintar desde Brunnen este lago que desgarra las montañas como si fuera un fiordo noruego. Este ramal del lago Lucerna refleja el pasado medieval del país en sus aguas color turquesa.
Para tener perspectivas inolvidables del lago y de los hechos legendarios que sucedieron en él hay que tomar el ferri regular de SGV desde Brunnen hacia Flüelen. Enfrente de Brunnen, al otro lado del lago, se divisa un obelisco natural de 30 m de altura que sobresale del lago, la Schillerstein. En su inscripción dorada rinde homenaje a Friedrich Schiller, el autor de Guillermo Tell, fuente fundamental de la leyenda del mítico personaje.
Pero para encontrar el lugar donde el personaje suizo disparó su famoso flechazo a la manzana hay que ir a Altdorf y ver la estatua en su honor que está en la plaza mayor, y a veces se representa la obra de Schiller en la Tellspielhaus de Altdorf. En el cercano Bürglen (donde se cree que nació Tell) se puede visitar el Tell Museum, una colección de objetos, documentos y obras de arte relacionados con el personaje. Tanto Altdorf como Bürglen son accesibles en autobús desde Flüelen.
10. Walensee: surf y cataratas
Las montañas de Churfirsten se elevan detrás del Walensee. En sus orillas, Weesen es una buena base para hacer windsurf o tumbarse en verano. Y para vistas impresionantes, tendremos las Seerenbachfälle, las cataratas más altas de Suiza.
El Walensee es la prolongación de un lago que se extiende paralelo a la autopista A3 (y la línea férrea), que conecta Zúrich con los Grisones. Las montañas de piedra caliza de Churfirsten se elevan espectaculares sobre su lado norte, interrumpidas a veces por una aldea costera o un pastizal de altura y, más o menos en la mitad, la orilla del lago parece romperse por la Seerenbachfälle, las cataratas más alta de Suiza.