Los primeros vestigios del hombre en la región datan de la Edad de Piedra, aunque los letones descienden de pueblos de Bielorrusia que emigraron hacia el norte y se asentaron en el territorio de la actual Letonia en el año 2000 a.C. Estos pueblos habitaron las zonas costeras para pescar y sacar provecho de los ricos yacimientos de ámbar que, en muchos lugares, fue más valioso que el oro hasta la Edad Media.
Al final evolucionaron cuatro pueblos bálticos principales: los seles, los latgales, los semigalios (zemgales) y los kuros. De los tres últimos proceden los nombres de tres de las cuatro regiones principales de Letonia: Latgale, Zemgale y Kurzeme. La cuarta región, Vidzeme (Livonia), debe su nombre a los livonios, un pueblo ugrofinés que no guardaba relación con los bálticos.
Durante siglos sucesivos de gobierno extranjero, dichos pueblos se fusionaron en una sola identidad letona. Fueron paganos hasta el s. XIII, cuando los caballeros alemanes los convirtieron al cristianismo por la fuerza de la espada. Pero las tradiciones paganas resisten y el solsticio de verano se celebra como la fiesta nacional más importante.
Los primeros misioneros cristianos llegaron a Letonia en 1190 para intentar convertir a la población pagana. Se trataba de una batalla perdida; tan pronto como se marchaban los misioneros, los recién convertidos saltaban al río para deshacer el bautismo. Los misioneros fueron llegando en años sucesivos, y más letones se someterían al cristianismo para después renegar de él.
En 1201, a instancias del Papa, los cruzados germánicos, liderados por el obispo Von Buxhoeveden de Bremen, conquistaron Letonia y fundaron Riga. Von Buxhoeveden también constituyó la Orden de los Caballeros de la Espada y estableció su base en Riga para subyugar a Livonia. Llegaron los colonos del norte de Alemania y, durante el primer período de dominación germánica, Riga se convirtió en la ciudad alemana más importante del Báltico. Prosperó gracias al comercio entre Rusia y Occidente y se unió a la Liga Hanseática (un gremio medieval de mercaderes) en 1282. Entre los productos que se exportaban a Occidente desde Rusia vía Riga se contaban las pieles, el cuero, la miel y la cera. Los habitantes originales del Báltico fueron apartados de la política regional y de la urbanización.
Las luchas de poder entre la Iglesia, los caballeros y las autoridades locales protagonizaron la historia del país entre 1253 y 1420. El obispo de Riga, ascendido a arzobispo en 1252, se convirtió en el líder de la iglesia en las tierras germánicas conquistadas y gobernó directamente buena parte de Livonia y, a través de sus obispos, indirectamente otras zonas más lejanas de Livonia y Estonia. La Iglesia estaba en constante pugna con los caballeros, que controlaban buena parte de lo que quedaba de Livonia y Estonia, y con las autoridades municipales (dominadas por los mercaderes alemanes), que se lograron mantener un grado de independencia durante ese período.
Los ss. XV, XVI y XVII estuvieron marcados por las batallas y las disputas sobre la repartición de lo que algún día sería Letonia. El territorio se hallaba en el cruce de caminos de varios imperios invasores y todos querían asegurarse su porción. En esa época Martín Lutero presentó sus tesis y sus ideales inundaron el este de la actual Letonia. Riga rápidamente se convirtió en un centro de la Reforma y las élites comerciantes adoptaron la doctrina. Los fervientes movimientos religiosos engendraron la aparición del letón escrito.
El oeste de Letonia pasó a ser más influyente y poderoso bajo el gobierno del Ducado de Curlandia, un reino semiautónomo gobernado por el competente duque Kettler, que fundó remotas colonias en Gambia y Tobago. En esa época, Polonia se apoderó del sureste de Letonia, y Suecia, de Riga y del noreste. Los rusos se sumaron a la refriega a finales de la década de 1620 y engulleron todo durante la Gran Guerra del Norte (1700-1721).
La idea de una identidad nacional unida empezó a gestarse en el s. XVII, cuando los campesinos descendientes de los primeros pueblos empezaron a unirse bajo el nombre de “Letonia”. A mediados del s. XIX, el sentimiento se fue consolidando cuando los primeros periódicos publicaron en idioma letón y se celebró el primer Festival de la Canción y la Danza. Los granjeros se concentraron en la ciudad para pedir igualdad de derechos y aparecieron los partidos políticos para organizar las huelgas de los trabajadores y derrocar a la aristocracia alemana que aún quedaba en la zona. Más tarde, los líderes democráticos llamarían “Revolución letona” a esta pugna por la libertad.
El 18 de noviembre de 1918 se declaró el Estado Independiente Letón, nacido de la confusión y el desasosiego de la I Guerra Mundial. Ya en la década de 1930, Letonia había conseguido uno de los niveles de vida más altos de toda Europa. En 1934 un golpe de Estado sin derramamiento de sangre, orquestado por Kārlis Ulmanis, el primer presidente de Letonia, acabó con el poder del Parlamento.
Los soviéticos fueron los primeros en reconocer la independencia de Letonia pero la luna de miel no duraría mucho. La ocupación soviética empezó en 1939 con el Pacto Molotov-Ribbentrop, al que siguieron la nacionalización, las matanzas y las deportaciones masivas a Siberia. Los nazis alemanes ocuparon parcial o totalmente Letonia de 1941 a 1945, cuando se calcula que 175 000 letones, judíos en su mayoría, fueron asesinados o deportados.
Cuando terminó la II Guerra Mundial, los soviéticos marcharon sobre Letonia con la excusa de ‘salvarla’ de los nazis. Empezaron de nuevo las deportaciones y se obligó al país a adoptar la ideología comunista. Rápidamente se levantaron fábricas, verdaderas colmenas de abejas a las que iba a trabajar todo el mundo. Se erradicó cualquier idea de individualidad y se ‘nacionalizaron’ las bonitas casas de campo y los cosmopolitas edificios oficiales, obligando a la ciudadanía a hacinarse en grises bloques de pisos.
La primera protesta pública en contra de la ocupación soviética tuvo lugar el 14 de junio de 1987, cuando 5000 personas se concentraron en el monumento a la Libertad de Riga en memoria a las deportaciones a Siberia de 1941. En verano de 1988 nacieron nuevas organizaciones políticas y el Frente Popular de Letonia (PLF) ocupó rápidamente el primer plano de la escena política. Menos de dos meses después, el 23 de agosto de 1989, dos millones de letones, lituanos y estonios formaron una cadena humana de 650 km desde Vilna hasta Tallin, pasando por Riga, en el 50º aniversario del Pacto Molotov-Ribbentrop.
Cuando las fuerzas democráticas rusas dirigidas por Borís Yeltsin salieron victoriosas del denominado golpe de agosto, Letonia fue por fin libre de seguir su camino. El país proclamó la independencia el 21 de agosto de 1991 y, el 17 de septiembre de 1991, Letonia, junto a Estonia y Lituania, ingresó en la ONU y empezó a trabajar para consolidar su soberanía recién estrenada. En 1993 se celebraron unas elecciones democráticas y el nuevo gobierno, encabezado por Guntis Ulmanis (un granjero y descendiente de Kārlis Ulmanis), dio bandazos de una a otra crisis; tras la devastadora quiebra del mayor banco comercial del país, el relevo de primeros ministros fue continuo.
En 1999 Vaira Vīķe-Freiberga, letona de nacimiento pero residente en Canadá buena parte de su vida, ganó las elecciones presidenciales con la promesa de integrar a Letonia en la UE. No suponía una tarea fácil debido a la herencia soviética, pero el 1 de mayo del 2004 la UE abrió sus puertas al país. Letonia, durante mucho tiempo el rezagado báltico (y el país más pobre de la UE), registró el mayor crecimiento económico en la UE en los años 2004, 2005, 2006 y 2007, pese a que miles de letones emigraran a Irlanda y otros lugares para trabajar.
Sin embargo resultó que gran parte del desarrollo económico de Letonia se sostenía como un castillo de naipes; el gasto excesivo y la deuda dañaron la economía nacional durante la crisis económica mundial de finales del 2008 y principios del 2009. Los años siguientes se emplearon en superar los efectos del derrumbe de la economía. La crisis de Ucrania modificó las pautas de voto, beneficiando a los nacionalistas letones y haciendo perder escaños a Saskana en las elecciones parlamentarias de otoño del 2014.
En el 2015 el Parlamento eligió a Raimonds Vējonis como nuevo presidente de Letonia. De padre letón, oficial del ejército soviético, y madre rusa, representa al Partido Verde y se declara “pagano” como opción religiosa en Facebook. Se le considera una figura de compromiso y satisface a todo el espectro político.