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Escondidos en la vertiente oriental de los Cárpatos, los monasterios pintados de Bucovina, declarados Patrimonio Mundial por la Unesco, son un gran ejemplo de la singular tradición ortodoxa con toques latinos de Rumanía. Sus frescos, un auténtico caleidoscopio de colores e intrincados detalles, reviven desde pasajes bíblicos hasta el asedio de Constantinopla del s. XV. Los monasterios fueron construidos en su mayoría por orden del príncipe y héroe nacional moldavo Esteban el Grande (Ştefan cel Mare), que posteriormente fue canonizado