Historia de Islandia

Geológicamente joven, aislada y sacudida a menudo por desastres naturales (y recientemente financieros), Islandia tiene una historia turbulenta y fascinante de asentamientos nórdicos, genios literarios, amargas contiendas y opresión foránea. La vida allí nunca ha sido fácil, pero los desafíos y penurias cotidianos han forjado el carácter islandés moderno, totalmente consciente de su tormentoso pasado pero increíblemente fuerte, ferozmente individualista, silenciosamente innovador y justificadamente orgulloso.

Viajeros antiguos y monjes irlandeses

En términos geológicos, Islandia es un auténtico bebé, pues la isla se originó hace unos 20 millones de años. Europa no fue consciente de la existencia de una masa de tierra más allá de los confines de sus mapas en un “mar coagulado” hasta el año 330 a.C. aproximadamente, cuando el explorador griego Piteas escribió sobre la isla de Ultima Thule, seis días al norte de Gran Bretaña en barco.

Durante años, los rumores, mitos y leyendas de feroces tormentas, vientos aullando y bárbaros con cabeza de perro mantuvieron a los exploradores alejados del gran océano nórdico, el oceanus innavigabilis. Los monjes irlandeses fueron los siguientes en toparse con Islandia; viajaban regularmente hasta las islas Feroe en busca de soledad y aislamiento. Se cree que los papar (padres) irlandeses se establecieron en Islandia alrededor del 700. El monje irlandés Dicuil escribió en el año 825 sobre una tierra donde no había luz en invierno, pero en la que durante las noches de verano “cualquiera que fuese la tarea que un hombre deseara realizar, incluso expurgar piojos de su camisa, podría hacerla como a la luz del día”. Esta es una descripción casi con toda certeza de Islandia y sus largas noches de verano. Los papar huyeron cuando los nórdicos empezaron a llegar a principios del s. IX.

¡Que vienen los vikingos!

Tras los monjes irlandeses arribaron los primeros colonos estables desde Noruega. La época del asentamiento se suele definir como el período entre los años 870 y 930, cuando las disputas políticas en las tierras escandinavas del continente provocaron una huida masiva de colonos. Muchos nórdicos del Atlántico Norte eran escandinavos corrientes: granjeros, pastores y comerciantes que se asentaron al otro lado de la Europa occidental y se casaron con britanos, vestmenn (irlandeses) y escoceses.

Es probable que descubrieran Islandia por accidente al desviarse por el viento en su ruta hacia las islas Feroe. El primero en llegar, Naddoddr, partió desde Noruega y desembarcó en la costa este hacia el 850. Bautizó el lugar como Snæland (Tierra de Nieve) antes de retroceder hasta su destino original.

El segundo visitante, Garðar Svavarsson, circunnavegó la isla y se estableció en Húsavík, al norte, para pasar el invierno. Cuando partió en primavera, algunos miembros de su tripulación se convirtieron en los primeros residentes de la isla.

Hacia el 860, el noruego Flóki Vilgerðarson arrambló con su granja y su familia y se dirigió a Snæland. Navegó con cuervos que, tras algunos errores, lo llevaron a su destino; esto le dio el sobrenombre de Hrafna-Flóki (Flóki el Cuervo). Navegó hasta Vatnsfjörður, en la costa oeste, pero quedó desencantado al ver icebergs flotando en el fiordo. Rebautizó al país como Ísland (Tierra de Hielo) y volvió a Noruega. Sin embargo, finalmente regresó y se estableció en el distrito de Skagafjörður, en la costa norte.

De acuerdo con el Íslendingabók, del s. XII, el primer asentamiento deliberado fue el de Ingólfur Arnarson, quien huyó de Noruega con su hermano Hjörleifur. Desembarcó en Ingólfshöfði (sureste de Islandia) en el 871, continuó bordeando la costa y se instaló en el año 874 en un lugar al que llamó Reikiavik (Bahía Humeante) por el vapor de sus fuentes termales. Hjörleifur se asentó cerca de la actual ciudad de Vík, pero fue asesinado por sus esclavos poco tiempo después.

Ingólfur llegó hasta Reikiavik por un ritual pagano. Era tradición entre los colonos vikingos lanzar sus pilastras de madera (símbolo de autoridad y parte de la parafernalia de los jefes) al mar cuando se acercaban a tierra. El colono estableció su nuevo hogar allí donde los dioses arrastraron sus pilastras, una práctica imitada por muchos colonos posteriores procedentes de Noruega.

Creación del Alþingi

Para cuando Þorsteinn, hijo de Ingólfur, alcanzó la edad adulta, la isla estaba salpicada de granjas y los terratenientes se reunían en asambleas regionales para comerciar y solucionar conflictos. Pronto se hizo evidente la necesidad de un Parlamento nacional. La idea era nueva en esos tiempos, pero los islandeses comprendieron que sería una mejora respecto al sistema opresivo que habían sufrido bajo la monarquía nórdica.

A principios del s. X, Þorsteinn Ingólfsson organizó la primera gran asamblea cerca de Reikiavik, y en la década del 920 el experto en leyes Úlfljótur fue enviado a estudiar los códigos legislativos noruegos y preparar algo similar que fuera aplicable a Islandia.

Al mismo tiempo, encomendaron a Grímur Geitskör que eligiera una ubicación para el Alþingi (Parlamento nacional). Bláskógar, cerca del límite oriental del distrito de Ingólfur, con un lago y una llanura arbolada, parecía el sitio ideal. A un lado de la planicie se alzaba un acantilado con una base elevada (la dorsal mesoatlántica) desde donde los oradores y representantes podían presidir la asamblea.

En el 930 Bláskógar fue rebautizado como Þingvellir (explanadas del Parlamento). Se otorgó a Þorsteinn Ingólfsson el título honorífico de allsherjargoði (jefe supremo) y Úlfljótur fue nombrado primer lögsögumaður (orador de leyes), que debía memorizar y recitar anualmente todas las leyes del territorio. Era él quien, junto con los 48 goðar (jefes), ostentaba el auténtico poder legislativo.

Si bien surgían disputas en torno a la elección de líderes y se cuestionaban las lealtades, el nuevo sistema parlamentario fue un éxito. En la reunión anual del año 1000, la población estaba crudamente dividida entre paganos y cristianos y la guerra civil parecía inminente. Por suerte, Þorgeir, el orador de la época, supo manejar la situación con tacto. El Íslendingabók cuenta que se retiró a su cubículo, negándose a hablar con nadie durante un día y una noche para reflexionar. Al salir, decretó que Islandia debería aceptar la nueva religión y convertirse al cristianismo, aunque los paganos (como él) podrían continuar practicando su religión en privado. Esta decisión dio a los grupos antes divididos una apariencia de unidad nacional y pronto se establecieron los primeros obispados en Skálholt, en el suroeste, y en Hólar, en el norte.

En los años siguientes, la reunión parlamentaria de dos semanas en Þingvellir se convirtió en un gran evento social. Todos los hombres libres podían asistir. Los solteros acudían en busca de pareja, se acordaban y celebraban matrimonios, se cerraban negocios, se llevaban a cabo duelos y ejecuciones, y la corte de apelaciones se ocupaba de los casos que no podían resolverse en instancias más bajas.

Anarquía y Era Sturlung

El final del s. XII cerró el período de las sagas, del que historiadores y escritores registraron historias épicas de asentamientos tempranos, luchas familiares y trágicos y románticos personajes. Gran parte de lo que se sabe de esa época procede de dos extensos escritos, el Íslendingabók, un relato de la época del asentamiento escrito en el s. xii por el erudito Ari Þorgilsson (Ari el Sabio), y el detallado Landnámabók, un recuento de los asentamientos.

Pese a los avances en la búsqueda de una cultura propia, la sociedad islandesa empezaba a deteriorarse. A principios del s. XIII el período de paz, que había durado 200 años, se acercaba a su fin. Las constantes luchas de poder entre jefes tribales condujeron a enfrentamientos y a la aparición de ejércitos privados que arrasaban las granjas de todo el país. Esta oscura etapa es conocida como la Era Sturlung en honor a los Sturlung, el clan familiar más poderoso de Islandia en aquella época. Los trágicos sucesos y la brutal historia de este período de 40 años se narran muy gráficamente en los tres volúmenes de la Saga Sturlunga.

Al sumirse Islandia en el caos, el rey noruego Hákon Hákonarson presionó a jefes, eclesiásticos y a la nueva clase de ricos aristócratas para que aceptaran su autoridad. Los islandeses, que no vieron otra alternativa, disolvieron todos los órganos de gobierno salvo uno superficial, y juraron lealtad al monarca extranjero. En 1262 se firmó un acuerdo de confederación. En 1281 el rey introdujo el Jónsbók, un nuevo código legal, e Islandia quedó bajo el poder noruego.

Noruega inmediatamente empezó a designar obispos propios para Hólar y Skálholt e implantó impuestos excesivos. La discordia estalló cuando los noruegos pretendieron controlar también la elección de altos cargos, en concreto el járl (conde), un honor que se otorgó al despiadado Gissur Þorvaldsson, quien, en 1241, asesinó a Snorri Sturluson, el historiador y escritor más famoso de Islandia.

Mientras tanto, el volcán Hekla entró en erupción tres veces y cubrió un tercio del país de cenizas. A este suceso le siguió una ola de hielo y los duros inviernos acabaron con el ganado y las cosechas. Por si fuera poco, la peste negra se propagó, matando a la mitad de la población. El indomable espíritu de los islandeses pareció doblegarse.

Llegada de los daneses

El destino de Islandia quedaba en ese momento en manos del mejor postor noruego, aquel que pudiera mantener el control del país durante tres años. En 1397, la Unión de Kalmar, que aglutinaba a Noruega, Suecia y Dinamarca, puso a Islandia bajo gobierno danés. Tras disputas entre la Iglesia y el Estado, el Gobierno danés confiscó las propiedades eclesiásticas e impuso el luteranismo en la Reforma de 1550. Cuando el obispo católico de Hólar, Jón Arason, se resistió y logró seguidores, fue decapitado junto a sus dos hijos en Skálholt.

En 1602 el rey danés impuso un opresivo monopolio comercial que daba derechos exclusivos en Islandia a las firmas suecas y danesas durante períodos de 12 años. Esto trajo consigo graves abusos y más sufrimiento, que durarían otros 250 años. Pero del monopolio surgió algo positivo: para sortear el embargo y potenciar la industria local, el poderoso sheriff Skúli Magnússon fundó fábricas de tejido, curtido y teñido de lana, poniendo los cimientos de la Reikiavik moderna.

Más penurias

Por si la pobreza causada por el dominio danés no fuera suficiente, los piratas berberiscos saquearon los fiordos orientales y la península de Reykjanes, antes de llegar hasta Vestmannaeyjar en 1627. La población intentó esconderse en los acantilados y las cuevas de Heimaey, pero los piratas peinaron la isla, matando y llevándose consigo a 242 personas. Los desdichados islandeses fueron conducidos a Argel, donde la mayoría de ellos fueron vendidos como esclavos. En Islandia se intentó reunir el dinero para pagar su rescate, pero solo consiguieron liberar a 13 cautivos. La más famosa fue Guðríður Símonardóttir, que volvió a Islandia y se casó con Hallgrímur Pétursson, uno de los poetas más famosos del país. Las tres campanas de Hallgrímskirkja reciben los nombres de la pareja y su hija.

En la misma época, la locura de la caza de brujas europea alcanzó las costas islandesas. En Islandia la brujería solía ser practicada por hombres; de los 130 casos de los que se tiene constancia, en solo el 10% están implicadas mujeres. Los acusados más afortunados fueron brutalmente azotados; 21 de los menos afortunados fueron quemados en la hoguera, sobre todo por supuestamente hacer enfermar a sus vecinos o por poseer escritos mágicos o amuletos sospechosos.

Puede que en Europa esa época fuera la de la Ilustración, pero resulta sorprendente que los islandeses sobrevivieran al s. XVIII. En este remoto lugar la población (50 000 hab.) se aferró a la vida con todas sus fuerzas frente a una epidemia de viruela (que llegó en 1707 y mató a unas 18 000 personas) y una serie de erupciones volcánicas: el Katla en 1660, 1721 y 1755; el Hekla en 1693 y 1766, y el Öræfajökull en 1727.

Luego la situación empeoró. En 1783 entró en erupción la hilera de cráteres del Laki, lanzando toneladas de lava y nubes de gases tóxicos durante ocho meses. 50 granjas de las inmediaciones fueron arrasadas, y el polvo y los vapores mortales, con la posterior hambruna, mató a unos 9000 islandeses: primero murieron las plantas, luego el ganado y, finalmente, la gente. Las nubes de ceniza afectaron a toda Europa y provocaron condiciones climáticas extrañas, con lluvias ácidas e inundaciones. Las autoridades danesas contemplaron seriamente la posibilidad de reubicar a la población islandesa (solo 47 000 hab. en 1801) en Dinamarca.

Vuelta a la independencia

Tras cinco siglos de opresivo gobierno extranjero y merced al sentimiento creciente de liberalización en toda Europa, el nacionalismo islandés floreció en el s. XIX. En 1855, Jón Sigurðsson, un erudito islandés, había intercedido con éxito para la restauración del comercio libre y en 1874 Islandia había esbozado una Constitución y recuperado el control de sus asuntos internos.

Los primeros partidos políticos de Islandia se formaron durante este período y empezó el desarrollo urbanístico. Aun así, no bastó para frenar la oleada de emigración: entre 1870 y 1914 unos 16 000 islandeses se marcharon a América del Norte buscando una vida mejor. Entre sus motivos estaban la falta de oportunidades –la creciente industria pesquera no podía emplear a todos los que querían escapar de la ardua vida rural y mudarse a los centros urbanos– y una nueva erupción volcánica (del Askja, en 1875), cuyas cenizas envenenaron al ganado.

En 1918 Islandia firmó el Acta de Unión, que liberaba el país del dominio danés y lo convertía en un Estado independiente dentro del reino de Dinamarca.

Islandia prosperó durante la I Guerra Mundial con la subida del precio de sus exportaciones de lana, carne y pescado. Sin embargo, antes de la II Guerra Mundial, se declaró neutral con la esperanza de mantener sus importantes lazos comerciales tanto con Gran Bretaña como con Alemania.

El 9 de abril de 1940 Dinamarca fue ocupada por Alemania, provocando que la Alþingi asumiera el control de los asuntos exteriores de Islandia. Un año más tarde, el 17 de mayo de 1941, los islandeses solicitaron su completa independencia. El establecimiento oficial de la República de Islandia se produjo finalmente en Þingvellir el 17 de junio de 1944, hoy celebrado como Día de la Independencia.

II Guerra Mundial y entrada de EE UU

Como resultado de la ocupación de Dinamarca por parte de Alemania en 1940, Islandia se hizo cargo de sus asuntos exteriores durante la guerra (y se puso en el buen camino para conseguir su completa independencia, que obtuvo oficialmente antes del final de la contienda). El hecho de que Islandia careciera de ejército preocupaba a los Aliados, por lo que en mayo de 1940, Gran Bretaña, la más vulnerable a una Islandia controlada por los alemanes, envió tropas para ocupar la isla. Islandia no tenía más remedio que aceptarlo, pero su economía al final se benefició del gasto y los proyectos de construcción británicos.

Cuando las tropas británicas se retiraron en 1941, el Gobierno permitió al ejército estadounidense entrar en el país, entendiendo que se marcharía al finalizar la guerra. Aunque se retiraron en 1946, conservaron el derecho a restablecer una base en Keflavík en caso de amenaza de guerra. De nuevo bajo su propio control, los islandeses eran reacios a someterse a cualquier intervención extranjera. Cuando en 1949 el Gobierno fue presionado para ser miembro fundador de la OTAN, los disturbios estallaron en Reikiavik. El Gobierno aceptó la propuesta a condición de no participar en ninguna acción ofensiva y de que ningún ejército extranjero se estableciera en el país en tiempos de paz.

El pacto se incumplió pronto. La guerra en Corea estalló en 1950, y en 1951, a petición de la OTAN, EE UU asumió de nuevo la responsabilidad de defender la isla, ante la amenaza soviética. La tecnología y el personal militar de la base de Keflavík siguieron aumentando en las cuatro décadas posteriores, ya que Islandia actuó como una importante estación de seguimiento durante la Guerra Fría. La controvertida presencia militar estadounidense no terminó hasta septiembre del 2006, cuando la base de Keflavík cerró definitivamente.

Islandia moderna

En el s. XX Islandia pasó de ser uno de los países más pobres de Europa a uno de los más desarrollados.

Tras la Guerra Fría, se vivió un período de crecimiento, reconstrucción y modernización. La construcción de la carretera de circunvalación terminó en 1974, abriendo conexiones de transporte con el sureste, y se desarrollaron proyectos como la planta de energía de Krafla, en el noreste, y la de Svartsengi, cerca de Reikiavik. El boom de la industria pesquera en los años setenta impulsó la ampliación de los límites de pesca a 332 km. Sin embargo, esto precipitó la peor de las “guerras del bacalao”, ya que Gran Bretaña se negó a reconocer la nueva zona. Durante los siete meses del conflicto los barcos islandeses se dedicaron a cortar las redes de las traineras británicas, hubo disparos y se hundieron navíos de ambos bandos.

La industria pesquera siempre ha sido vital para Islandia, aunque ha tenido sus altibajos, como cuando las cuotas se redujeron en los años noventa por la sobrepesca. La industria entró en recesión y provocó un índice de desempleo del 3% y un desplome de la corona. El país entró poco a poco en un período de regeneración económica al estabilizarse la industria pesquera. Hoy esta industria aún representa el 22% de los ingresos por exportaciones y servicios, el 12% del PIB, y da trabajo al 4,2% de la mano de obra, aunque es muy sensible a la menguante cantidad de peces.

En el 2003 se reanudó la caza de ballenas como parte de un programa de investigación científica, pese a la moratoria global. En el 2006 Islandia reanudó la caza comercial de ballenas a pesar de la condena del resto del mundo. La caza de rorcuales aliblancos sigue vigente, provocando protestas internacionales; la de rorcuales comunes, en peligro de extinción, se suspendió en el 2016.

De la crisis financiera a la actualidad

La enorme dependencia de su industria pesquera y de las importaciones significa que Islandia ha tenido siempre precios altos y una moneda propensa a la fluctuación, tan vulnerable como se evidenció en septiembre del 2008, cuando la crisis económica mundial golpeó el país. Reikiavik fue escenario de meses de violentas protestas y la popularidad del entonces Gobierno se evaporó.

En enero del 2009, el primer ministro Geir Haarde dimitió. Su sustituta, Jóhanna Sigurðardóttir, llenó los titulares mundiales por ser la primera primer ministro abiertamente gay. Con el objetivo de adoptar el euro como nueva moneda en un intento de estabilizar la economía, su primera gran acción fue solicitar la adhesión a la UE, cuestión que resultó ser muy polémica.

Islandia volvió a copar los titulares en abril del 2010, cuando la nube de cenizas de la erupción del Eyjafjallajökull provocó el cierre del tráfico aéreo europeo seis días, causando el caos en gran parte del continente. En comparación, la erupción del Grímsvötn, al año siguiente, fue una nimiedad: su nube de cenizas solo causó el cierre del tráfico aéreo durante tres días. El murmullo del Bárðarbunga en 2014 y las sacudidas del Katla en 2016 volvieron a recordar la inestabilidad geológica de Islandia.

Sin embargo, estos sucesos demuestran que no existe la mala publicidad: la popularidad del país, que se disparó por la erupción del 2010 y la publicidad gratis, amén del esfuerzo de las autoridades para crear conexiones aéreas y potenciar su tirón, fomentó sobremanera el turismo (un aumento del 264% entre el 2010 y el 2015). El país se ha convertido en el destino que más rápido crece en Europa, con los pros (crecimiento económico y empleo) y contras (problemas de infraestructuras e impacto medioambiental) que conlleva.

Los islandeses acudieron a las urnas en abril del 2013 con la economía nacional en vías de recuperación, pero con la población dolida por las duras medidas de austeridad del gobierno (aumento de impuestos, recortes). Los resultados castigaron a los socialdemócratas en el Gobierno, mientras que los partidos de centroderecha (el Partido Progresista y el Partido de la Independencia) salieron victoriosos gracias a su promesa de reducir la deuda y recortar los impuestos, así como a su oposición a la entrada en la UE.

Ambos partidos formaron un gobierno de coalición. A principios del 2014 el Gobierno suspendió las negociaciones de adhesión a la UE, a pesar de haber prometido un referéndum sobre esta cuestión. Aunque las encuestas muestran que la mayoría de los islandeses todavía se oponen a la entrada en la UE, haber tomado esa decisión sin el prometido referéndum resultó muy impopular.

En abril del 2016, los “Papeles de Panamá”; la filtración de documentos del bufete de abogados Mossack Fonseca, reveló trampas financieras que implicaban a tres ministros islandeses, incluido el primer ministro Davíð Gunnlaugsson. Tras las protestas multitudinarias, Gunnlaugsson dimitió, y Sigurður Ingi Jóhannsson se convirtió en primer ministro en funciones. Se convocaron elecciones anticipadas para octubre del 2016, y las encuestas apuntaban a un resultado reñido entre el Partido de la Independencia y el Partido Pirata, a favor de la democracia directa.

En junio del 2016, en una oleada de sentimiento antiestablishment, Islandia eligió a un nuevo presidente tras 20 años: el historiador y escritor Guðni Thorlacius Jóhannesson.

 

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