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A todo el mundo le encanta Eger y de inmediato resulta evidente por qué. La arquitectura barroca, en un precioso estado de conservación, le da a la ciudad un toque relajado, casi mediterráneo; está flanqueada por dos de las cordilleras más preciosas de Hungría (Bükk y Mátra), y da algunos de los mejores vinos del país, incluido el famoso sangre de toro, que puede probarse en las bodegas de un lugar con nombre evocador: el valle de las Mujeres Hermosas´.