Historia de Hungría
El impacto de Hungría sobre la historia europea ha sido mucho mayor de lo que podría pensarse teniendo en cuenta su extensión y habitantes. Los húngaros –también conocidos como magiares– cuentan con un idioma y cultura únicos, que durante más de 1100 años han sido motivo de orgullo, aunque también un obstáculo. No obstante, a pesar de sufrir incontables invasiones y guerras, los húngaros han conservado su identidad sin aislarse del mundo.
Primeros habitantes
La cuenca de los Cárpatos sobre la que se extiende Hungría ha estado habitada durante al menos medio millón de años, tal y como revelan los fragmentos óseos hallados en los años sesenta en Vértesszőlős, unos 5 km al sureste de Tata, en Hungría occidental. En la cueva de Istállóskő, cerca de Szilvásvárad, en el norte de Hungría, se encontraron restos de cerámica y puntas de flecha de hueso de la Edad de Piedra.
Sobre el año 2000 a.C., las tribus indoeuropeas de los Balcanes, en sus carros de caballos, invadieron la cuenca de los Cárpatos, y con ellos trajeron herramientas y armas. Tras la llegada del bronce, los caballos fueron domesticados, se construyeron fortalezas y se creó una élite militar.
A lo largo del siguiente milenio, los invasores de Occidente (los ilirios y los tracios) y de Oriente (los escitas) introdujeron el hierro, pero su uso no se generalizó hasta la llegada de los celtas a principios del s. IV a.C. También trajeron cristal y oro, con el que elaboraron piezas de joyería fina que aún hoy pueden verse en museos.
La conquista romana
Sobre el año 35 d.C. los romanos conquistaron las zonas al oeste y sur del Danubio y dos docenas de años después llegaron al meandro del Danubio. Para el año 10 d.C. habían establecido la provincia de Panonia, que más tarde se dividiría en la Panonia Superior e Inferior. Los romanos introdujeron la escritura, la viticultura y la arquitectura en piedra, y establecieron ciudades de guarnición y otros asentamientos, cuyos restos pueden verse aún en Óbuda (la romana Aquincum), Szombathely (Savaria), Pécs (Sopianae) y Sopron (Scarbantia).
Las grandes migraciones
La primera de las llamadas “grandes migraciones” de pueblos nómadas de Asia alcanzó la frontera oriental del Imperio romano a principios del s. III a.C. Pero en cuestión de dos siglos se vieron forzados a retirarse de Panonia por los hunos, cuyo fugaz imperio había sido fundado por Atila. Otras tribus germánicas ocuparon la región durante el siguiente siglo y medio hasta que los ávaros –poderoso pueblo túrquico– se hicieron con el control de la cuenca de los Cárpatos a finales del s. VI. El rey franco Carlomagno, a su vez, sometió a estos últimos en el año 796 y los convirtió al cristianismo. En esa época la cuenca de los Cárpatos estaba prácticamente desierta.
Los magiares
El origen de los magiares es un asunto complejo que ha generado no pocas controversias. Una cosa parece ser cierta: los magiares provienen de los grupos finougrios que habitaron los bosques entre el curso medio del Volga y los montes Urales de Siberia occidental, y que ya en el 4000 a.C. comenzaron a migrar.
Hacia el 2000 a.C. el crecimiento de la población obligó a la rama estoniofi nesa a desplazarse al oeste, hasta el mar Báltico. Los ugrios migraron desde las laderas surorientales de los Urales hasta los valles; allí cambiaron la pesca, la caza y la recolección de frutos y granos salvajes por una agricultura rudimentaria y la cría de ganado, sobre todo de caballos. Su destreza como jinetes les resultó útil medio milenio después, cuando debido a las sequías tuvieron que irse al norte, a las estepas.
En las planicies, los ugrios adoptaron el pastoreo nómada. Después del 500 a.C., cuando el uso del hierro se había extendido entre las tribus, algunos grupos se mudaron al oeste, al área de Bashkiria en Asia central. Allí vivieron entre persas y búlgaros y empezaron a llamarse a sí mismos “magiares” (de las palabras ugrofinesas mon, “hablar”, y er, “hombre”).
Después de varios siglos, otro grupo escindido se desplazó al sur, al río Don, área ocupada por los jázaros (de origen turco). Allí vivieron entre distintos grupos bajo una alianza tribal denominada onogur (“10 pueblos”), de donde se cree que proviene la palabra “Hungría”. La última migración de los magiares antes de la llamada conquista (honfoglalás) de la cuenca de los Cárpatos los llevó a la actual Etelköz, región comprendida entre el Dnieper y el bajo Danubio, al norte del mar Negro.
La conquista de la cuenca de los Cárpatos
Hacia el año 895, siete tribus lideradas por Arpad, el jefe militar (gyula), emprendieron el viaje hacia la cuenca de los Cárpatos. Tres años después cruzaron el paso de Verecke, en la actual Ucrania.
Sabedores de su pericia como jinetes y arqueros, los magiares se abandonaron al saqueo y al pillaje, tomando esclavos y amasando botines. Sus ataques los llevaron hasta España, el norte de Alemania y el sur de Italia, pero en el 955 el rey germano Otón I los detuvo al fin en la batalla de Augsburgo.
Esta derrota y otras posteriores los obligaron a formar una alianza con el Sacro Imperio Romano. En el 973, el príncipe Géza, biznieto de Árpád, pidió al emperador Otón II que enviase misioneros católicos a Hungría. Géza recibió el bautismo en la capital, Esztergom, al igual que su hijo Vajk, que adoptó el nombre cristiano de Esteban (István). A la muerte de Géza, Esteban gobernó como príncipe, y el día de Navidad del año 100 fue coronado como el rey cristiano Esteban I.
El rey Esteban I y la casa de Árpád
Esteban I comenzó a consolidar su autoridad real expropiando las tierras de los jefes de clanes independientes y estableciendo un sistema de condados (megyék) protegidos por castillos (várak). Muy astutamente transfirió gran parte de la tierra a los caballeros leales (casi todos germanos). Además buscó el apoyo de la Iglesia y fundó 10 episcopados, dos de los cuales –Kalocsa y Esztergom– se convirtieron en arzobispados. Cuando Esteban falleció en el 1038, Hungría se había convertido en una nación cristiana, multiétnica y con la mirada puesta en Occidente.
Los dos siglos y medio posteriores –el tiempo que duró la dinastía Árpád– estuvieron marcados por intrigas dinásticas e incansables batallas entre pretendientes rivales a la corona, hecho que debilitó las defensas de la joven nación frente a sus poderosos vecinos. A mediados del s. XIII, los mongoles invadieron Hungría. La línea de sucesión de los Árpád se extinguió a principios del siglo siguiente con la muerte en 1031 de Andrés III, que no dejó herederos.
Hungría medieval
La pugna por el trono de Hungría tras la caída de la Casa de Árpád involucró a varias dinastías europeas, pero la Corona recayó en el francés Carlos Alberto (Károly Róbert) de la Casa de Anjou en 1307.
Al siglo siguiente, una alianza entre Polonia y Hungría otorgó a la primera –con las bendiciones del Papa– la Corona de Hungría. Cuando Vladislav I (Úlászló), hijo del rey polaco de los Jagellones, murió en combate contra los turcos en Varna en 1444, János Hunyadi, general de Transilvania, fue nombrado regente. Su victoria sobre los turcos en Belgrado (en húngaro, Nándorfehérvár) en 1456 frenó el avance otomano hacia Hungría durante 70 años, asegurando así la coronación de su hijo Matías (Mátyás), el gobernante más ilustre de la Hungría medieval.
Matías [1458-1490] convirtió Hungría, gracias a sus hazañas militares, en una de las principales potencias de Europa central. Bajo su mandato, la nación vivió su primera época dorada.
Pero mientras Matías se ocupó de centralizar el poder de la corona, pasó por alto la creciente amenaza turca. Con Vladislavo II [Úlászló; 1490- 1516], sucesor de Matías, lo que había empezado siendo una cruzada en 1514 se convirtió en una revuelta campesina liderada por György Dózsa contra los terratenientes.
La revuelta fue brutalmente reprimida por el líder transilvano Juan Szapolyai (Zápolyai János); unos 70 000 campesinos fueron torturados y ejecutados, incluido el propio Dózsa. La retrógrada Ley Tripartitum codificó los derechos y privilegios de los barones y nobles y redujo a los campesinos a la perpetua servidumbre.
La batalla de Mohács
La derrota del dispar ejército húngaro frente a los turcos otomanos en Mohács en 1526 supuso un punto de inflexión en la historia del país. En el campo de batalla –al sur de este pueblecito del sur de Transdanubia– murió una Hungría medieval relativamente próspera e independiente, y a partir de este momento la nación se enredó en un maremágnum de particiones y dominaciones extranjeras que habría de durar siglos.
Sería injusto culpar únicamente al débil e indeciso rey Luis II (Lajos). Las disputas entre los nobles y la brutal respuesta a la revuelta campesina había disminuido severamente el poder militar húngaro, por lo que no quedó prácticamente nada en las arcas reales. En 1536 el sultán otomano Solimán el Magnífico [1520-1566] había ocupado gran parte de los Balcanes y se disponía a marchar sobre Buda.
Contrario a esperar los refuerzos que llegaban desde Transilvania comandados por su rival Juan Szapolyai, el rey Luis partió al sur con un ejército de poco más de 25 000 soldados, que fueron derrotados en menos de dos horas.
Ocupación otomana
Tras el regreso y ocupación del castillo de Buda en 1541 por los turcos, Hungría quedó dividida en tres partes. El sector central, incluida Buda, pasó a manos otomanas, mientras que una parte occidental de Transdanubia y de la actual Eslovaquia fue gobernada por la dinastía austriaca de los Habsburgo en colaboración con la nobleza húngara con base en Bratislava. El principado de Transilvania prosperó como estado vasallo del Imperio otomano. Esta división duró casi 150 años.
El poder otomano empezó a menguar en el s. XVII. Buda fue liberada de los turcos en 1686, tras un asedio de 77 días, y un ejército imperial al mando de Eugenio de Saboya eliminó el último reducto del ejército turco en Hungría en la batalla de Zenta (actual Senta, en Serbia) 11 años después.
Los Habsburgo
La expulsión de los turcos no se tradujo en la independencia, y las disposiciones contrarreformistas de los católicos Habsburgo y la tremenda carga fiscal alienaron aún más a la nobleza. En 1703 el príncipe transilvano Ferenc Rákóczi II reunió un ejército de mercenarios húngaros (kuruc) para hacer frente a los austriacos de Tiszahát, en el noreste de Hungría. Los rebeldes ‘destronaron’ a los Habsburgo como gobernantes de Hungría en 1706, pero fueron derrotados cinco años después.
Hungría era ahora una mera provincia del Imperio de los Habsburgo. Durante los reinados de María Teresa [1740-1780] y su hijo, José II [1780- 1790], Hungría dio enormes pasos en los ámbitos económico y cultural. Pero los intentos de José II por modernizar la sociedad mediante la disolución de las todopoderosas (y corruptas) órdenes monásticas, la abolición de la servidumbre de la gleba y la sustitución del latín ‘neutral’ por el alemán como idioma oficial de la administración chocaron con la oposición de la nobleza húngara, y tuvo que rescindir numerosas ordenanzas en su lecho de muerte.
El liberalismo y las reformas sociales hallaron sus más fervientes defensores entre ciertos miembros de la aristocracia, como el conde György Festetics (1755-1819), que fundó la primera escuela agrícola de Europa en Keszthely, junto al lago Balatón, o el conde István Széchenyi (1791-1860), un verdadero hombre del Renacimiento que abogaba por la abolición de la servidumbre y devolvió gran parte de sus tierras a los campesinos. Aunque los radicales, liderados por el dinámico abogado y periodista Lajos Kossuth (1802-1894), demandaban más medidas inmediatas.
La Guerra de Independencia 1848-1849
El Imperio de los Habsburgo empezó a hacer aguas al tiempo que crecía el nacionalismo a principios del s. XIX; se introdujeron ciertas reformas, incluida una ley que concedía a los siervos medios alternativos para cumplir con sus obligaciones feudales y se produjo un aumento de la representación húngara en el Consejo de Estado de Viena. Pero las reformas se quedaban cortas y llegaban tarde. El 15 de marzo de 1848, un grupo que se autodenominaba la Juventud de Marzo, encabezado por el poeta Sándor Petőfi , se lanzó a las calles de Pest con pasquines impresos a toda prisa de sus Doce puntos con el fin de reclamar reformas drásticas e incluso la revolución.
La respuesta del ejército de los Habsburgo llegó en septiembre de 1848. Los húngaros crearon rápidamente una comisión de defensa nacional y trasladaron la sede del Gobierno a Debrece, donde Lajos Kossuth fue elegido gobernador-presidente. En abril de 1849 el Parlamento declaró la independencia total de Hungría y ‘destronó’ de nuevo a los Habsburgo.
El nuevo emperador Habsburgo, Francisco José [1848-1916] tomó medidas de inmediato. Buscó la ayuda del zar Nicolás I, quien aportó 200 000 efectivos. Las tropas rebeldes –débiles y en minoría– fueron derrotadas en agosto de 1849. Se impuso la ley marcial a la que siguieron brutales represalias. Kossuth partió al exilio. Las tropas de los Habsburgo fueron destruyendo sistemáticamente todos los castillos y fortificaciones del país por temor a que fuesen usados por los rebeldes.
La Monarquía Dual
El Imperio de los Habsburgo volvió a absorber a Hungría como provincia conquistada. Pero las desastrosas derrotas militares a manos de los franceses en 1859 y los prusianos en 1866 forzaron a Francisco José a negociar con los liberales húngaros liderados por el reformador Ferenc Deák.
El resultado fue el Compromiso de 1867, mediante el cual se creó la Monarquía Dual de Austria (el imperio) y Hungría (el reino), un Estado federado con dos Parlamentos y dos capitales: Viena y Budapest. Esta época de dualismo, que habría de durar hasta 1918, alentó un renacimiento económico, cultural e intelectual en Hungría, culminando con la exposición de seis meses de 1896 que conmemoraba el milésimo aniversario de la llegada de los magiares a la cuenca de los Cárpatos. Pero no todo iba bien en el reino. La clase obrera apenas tenía derechos y la situación en el campo seguía siendo casi medieval.
La I Guerra Mundial y la República de los Consejos
El 28 de julio de 1914, un mes después del asesinato del archiduque Francisco Fernando, heredero al trono Habsburgo, Austria-Hungría declaró la guerra a Serbia y entró en la I Guerra Mundial aliada con el Imperio alemán. Las consecuencias fueron desastrosas. Con el armisticio de 1918, el destino de la Monarquía Dual –y de Hungría como reino plurinacional– quedó sellado con el Tratado de Trianon.
Se instauró una república liderada por el conde Mihály Károlyi, aunque no duraría mucho. La inflación galopante, el desempleo masivo, la ocupación de Hungría, el desmembramiento de la Gran Hungría y la victoria de la revolución bolchevique en Rusia radicalizaron a buena parte de la clase obrera de Budapest.
En marzo de 1919, un grupo de comunistas húngaros se hizo con el poder bajo el liderazgo de un experiodista transilvano llamado Béla Kun. La llamada República de los Consejos (Tanácsköztársaság) propuso nacionalizar la industria y la propiedad privada, pero la incapacidad de Kun para recuperar los ‘territorios perdidos’ provocó una oposición masiva al régimen y el Gobierno inició una campaña de ‘terror rojo’ en todo el país. En agosto, las tropas rumanas ocuparon la capital y Kun huyó a Viena.
Los años de Horthy y la II Guerra Mundial
En marzo de 1920, el Parlamento eligió la monarquía como forma de Estado y, a falta de rey, escogió como regente al almirante Miklós Horthy, quien extendió un ‘terror blanco’ –igual de brutal que el rojo de Béla Kun– que se ensañó con los socialdemócratas y judíos por el apoyo que habían prestado a la República de los Consejos. Aunque el país contaba con los restos de un sistema parlamentario, Horthy mostró ser todopoderoso y se promulgaron muy pocas reformas.
Todo el mundo coincidía en que la devolución de los “territorios perdidos” era vital para el progreso de la nación. Como era lógico, Hungría no podía contar con los Aliados vencedores para recuperar sus territorios; por tanto, buscó ayuda de los gobiernos fascistas de Alemania e Italia.
El escoramiento de Hungría a la derecha se intensificó durante la década de 1930, aunque no se manifestó al estallar la II Guerra Mundial en septiembre de 1939. Horthy creía que la formación de una alianza no implicaba necesariamente su participación en la guerra, pero Hungría se unió al Eje italogermano, declarando la guerra a la Unión Soviética en junio de 1941. Esta guerra resultó tan desastrosa para Hungría como la I Guerra Mundial, y Horthy inició conversaciones secretas con los Aliados.
Cuando Hitler se enteró de esta maniobra en 1944, envió a su ejército. Ferenc Szálasi, líder del partido filonazi Cruz Flechada, fue nombrado primer ministro y Horthy, deportado a Alemania.
El partido Cruz Flechada arrestó a miles de políticos liberales y líderes sindicales. El Gobierno títere introdujo una legislación antisemita parecida a la alemana, y los judíos, que con Horthy vivieron con miedo pero a salvo, fueron confinados en guetos. De mayo a julio de 1944, a menos de un año del fi n de la guerra, 450 000 hombres, mujeres y niños (el 60% de la población húngara judía) fueron deportados a Auschwitz y otros campos de trabajo, donde murieron de hambre, sucumbieron a la enfermedad o fueron brutalmente asesinados.
Por primera vez desde la ocupación otomana, Hungría se convirtió en un campo de batalla internacional y empezaron a caer bombas en Budapest. Combates feroces tuvieron lugar a lo largo del país, pero el día de Navidad de 1944, el ejército soviético tenía rodeada Budapest. Cuando Alemania se rindió en abril de 1945, gran parte de los hogares, edificios históricos e iglesias de Budapest habían sido destruidos.
La República Popular de Hungría
En noviembre de 1945 se celebraron elecciones parlamentarias libres en las que el Partido Independiente de los Pequeños Propietarios recibió el 57% de los votos. Pero los comisarios políticos soviéticos, apoyados por el Ejército de ocupación, obligaron a los otros tres partidos –comunistas, socialdemócratas y los Campesinos Nacionales– a formar una coalición. Dos años después, en unas polémicas elecciones convocadas bajo una complicada ley electoral nueva, los comunistas declararon ganador a su candidato, Mátyás Rákosi. Al año siguiente, los socialdemócratas se unieron a los comunistas para formar el Partido de los Trabajadores de Hungría.
Rákosi, gran admirador de Stalin, emprendió un proceso de nacionalización y una industrialización excesivamente rápida a costa de la agricultura. Los campesinos fueron obligados a trabajar en granjas colecti vas y a entregar toda la producción en almacenes estatales. Una red de espías y delatores denunciaban a los “enemigos de clase”, como el cardenal József Mindszenty, a la policía secreta (la ÁVO; ÁVH después de 1949). Los juicios estalinistas estaban a la orden del día y, en agosto de 1949, el país fue declarado la “República Popular de Hungría”.
Tras la condena de Stalin por parte de Khrushchev en 1956, los días de Rákosi tocaron a su fi n y el terror comenzó a amainar. Se rehabilitó el nombre de los funcionarios comunistas ejecutados y se readmitió a personas como el exministro de agricultura, Imre Nagy, que había sido expulsado del partido por sugerir reformas. En octubre de ese año se empezaron a oír tímidas voces que querían reformar de verdad el sistema.
La Revolución de 1956
La mayor tragedia de Hungría –un suceso que sacudió al comunismo, conmocionó al mundo y enfrentó a los húngaros– empezó el 23 de octubre, cuando unos 50 000 estudiantes se congregaron en Bem Tér, en Buda, gritando consignas antisoviéticas y exigiendo que se nombrara primer ministro al reformista Imre Nagy. Aquella noche, una multitud derribó la colosal estatua de Stalin cerca de la plaza de los Héroes, y los agentes de la ÁVH dispararon contra otro grupo reunido frente a la Radio Húngara. La revolución había estallado en Hungría.
Al día siguiente Nagy formó gobierno mientras se nombraba presidente del Comité Central del Partido de los Trabajadores Húngaros a János Kádár. Durante varios días, el Gobierno ofreció una amnistía a todos los involucrados en los actos de violencia, prometió disolver la ÁHV y anunció que Hungría abandonaría el Pacto de Varsovia y declararía su neutralidad.
Entretanto, los tanques y soldados soviéticos entraron en Hungría y en cuestión de 72 horas atacaron Budapest y otras ciudades. Kádár, que había huido de la capital para unirse a los invasores rusos, fue nombrado líder. Los feroces combates callejeros continuaron durante varios días; a su fin, habían muerto 25 000 personas. Y después empezaron las represalias. Unas 20 000 personas fueron detenidas y 2000 ejecutadas, entre ellas Nagy y sus colaboradores.
La Hungría de Kádár
Tras la Revolución, el partido gobernante se reorganizó para crear el Partido de los Trabajadores Socialistas de Hungría, y Kádár inició un programa para liberalizar la estructura social y económica basado en el compromiso. Introdujo el socialismo de mercado y fomentó un mayor consumismo. A mediados de la década de 1970 Hungría estaba a años luz por delante de cualquier otro país del bloque soviético en cuanto a nivel de vida, libertad de movimientos y posibilidad de criticar al Gobierno. Como dijo algún humorista, “era el barracón más feliz del campamento”, y el “modelo húngaro” atrajo a inversores occidentales.
Pero el sistema de Kádár de “socialismo de gulash” fue incapaz de lidiar con los problemas tan poco socialistas de la década de 1980 como el desempleo, la inflación y la mayor deuda externa per cápita de la región. Kádár y la ‘vieja guardia’ desoyeron las voces que pedían la reforma del partido. En junio de 1987 se nombró primer ministro a Károly Grósz y Kádár se retiró.
Renovación y cambio
En verano y otoño de 1988 se formaron nuevos partidos políticos y resucitaron otros antiguos. En enero de 1989 Hungría –como si adivinara lo que iba a pasar cuando Mikhail Gorbachov impulsó sus reformas en la Unión Soviética– anunció que los sucesos de 1956 habían sido una “insurrección del pueblo” y no una “contrarrevolución”. En junio unas 250 000 personas asistieron a las ceremonias en honor de Imre Nagy y otras víctimas de 1956 en Budapest.
Al mes siguiente, Hungría empezó a desmontar la alambrada eléctrica que la separaba de Austria. Esto permitió la salida hacia Occidente de una oleada de ciudadanos de la RDA que estaban veraneando en Hungría, y la apertura animó a otros miles.
La renacida República de Hungría
A los comunistas no les quedó más remedio que renunciar al monopolio del poder y convocar elecciones en marzo. El 23 de octubre de 1989, en el 33º aniversario de la Revolución de 1956, la nación volvió a llamarse República de Hungría. Las elecciones de 1990 las ganó el centrista Foro de los Demócratas de Hungría (MDF), que preconizaba una transición gradual al capitalismo. Hungría había cambiado los sistemas políticos sin apenas levantar la voz.
En coalición con dos partidos menores, el MDF proporcionó a Hungría un gobierno sólido durante su difícil transición a la plena economía de mercado. Durante esos años, los vecinos del norte (Checoslovaquia) y del sur (Yugoslavia) de Hungría se dividieron en líneas étnicas, y el primer ministro József Antall no mejoró precisamente las relaciones de Hungría con Eslovaquia, Rumanía y Yugoslavia cuando se declaró a sí mismo el primer ministro “emocional y espiritual” de las minorías magiares de estos países. Falleció en diciembre de 1993 y fue reemplazado por el ministro del Interior Péter Boross.
En las elecciones de mayo de 1994, el Partido Socialista, con Gyula Horn al frente, obtuvo la mayoría absoluta en el Parlamento. Árpád Göncz, del SZDSZ, fue elegido presidente en 1995 para un segundo mandato de cinco años.
El camino hacia Europa
Tras sus funestos resultados en las elecciones de 1994, la Federación de Jóvenes Demócratas (Fidesz), que hasta 1993 había limitado la militancia a menores de 35 años para evitar posibles restos de comunismo y privilegios, dio un giro a la derecha y añadió a su nombre las siglas “MPP” (Partido Cívico Húngaro) para obtener el apoyo de la próspera clase media. En las elecciones de 1998, con una campaña centrada en la integración en Europa, el Fidesz-MPP accedió al gobierno formando coalición con el MDF y el conservador Partido Independiente de Pequeños Propietarios. El joven líder del partido, Viktor Orbán, fue nombrado primer ministro. El electorado se mostró cada vez más hostil con la retórica nacionalista de Fidesz-MPP y, en abril del 2002, devolvió el poder al MSZP, junto al SZDSZ, y como primer ministro, a Péter Medgyessy, un defensor del libre mercado y antiguo ministro de Economía durante el Gobierno de Horn. En agosto del 2004, Medgyessy dimitió cuando se reveló que había actuado como agente del contraespionaje. Ferenc Gyurcsány, del MSZP, lo sustituyó en el cargo. Hungría se convirtió en un miembro de pleno derecho de la OTAN en 1999 y, junto con nueve países en vías de adhesión, fue admitida en la UE en mayo del 2004.
Por fin en casa
Reelegido primer ministro en abril del 2006 después de que el electorado otorgara a su coalición el 55% de los votos, Gyurcsány puso en marcha medidas de austeridad para atajar el déficit de Hungría, que había alcanzado el 10% de PIB. Pero en septiembre, mientras se empezaban a aplicar estas medidas impopulares, apareció una cinta grabada poco después de las elecciones en una reunión secreta del gabinete del primer ministro en el que Gyurcsány confesaba que el partido “había mentido mañana, tarde y noche” sobre el estado de la economía desde su llegada al poder y que ahora debían reparar el daño. Gyurcsány se negó a dimitir, pero la indignación del pueblo se plasmó en una serie de manifestaciones cerca del edificio del Parlamento de Budapest, culminando en disturbios generalizados que empañaron el 50º aniversario de la Revolución de 1956.
Desde entonces, las manifestaciones –en ocasiones violentas– son bastante habituales en las calles de Budapest y otras grandes ciudades. El partido de derechas radical, Jobbik Magyarországért Mozgalom (Movimiento para una Hungría Mejor) ha estado en el centro de muchos de estos disturbios.
Gyurcsány gobernó con débil minoría hasta las elecciones generales del 2010, cuando Fidesz-MPP ganó por mayoría en la primera vuelta con el 52% de los votos y unió fuerzas con el Partido Popular Demócrata Cristiano (KDNP) para poder gobernar con las dos terceras partes del Parlamento.
Hungría ocupó la presidencia del Consejo de la UE en el 2011, y una nueva constitución entró en vigor al inicio del 2012.
En las elecciones legislativas de abril del 2014, la primera desde los cambios constitucionales, se redujo el voto a una única votación y el número de parlamentarios pasó de 386 a 199. Fidesz se hizo casi con el 45% de los votos y 133 escaños, devolviendo a Orbán a su cargo de primer ministro. Orbán volvía a llevar el timón de su país, pero la oposición lo criticó con frecuencia debido a sus violentas tácticas y abuso de poder propias de un dictador. En el momento de elaboración de esta guía, Orbán sigue al mando pero su barco no parece llevar buen rumbo.