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Los romanos se asentaron en esta región de Galicia atraídos por la gran cantidad de aguas termales que afloran del subsuelo, lo que le ha valido el sobrenombre de “ciudad de las burgas”. Los ríos y termas determinan el aspecto de la urbe, que aparece entre la neblina de los vahos. En el casco histórico, los edificios se comprimen en un esfuerzo por acercarse a la voluminosa catedral. La humedad de las burgas, los ríos y la lluvia del invierno confieren una cualidad húmeda a la piedra con la que se construyeron iglesias, casas señoriales y plazas. Aquí el tiempo meteorológico es extremo: nieve en invierno y 40 ºC en verano.