Cultura

Cultura y tradiciones en Asturias

Desde la arquitectura hasta las artes plásticas, pasando por la literatura y la pintura, Asturias cuenta con un patrimonio cultural propio, desarrollado a lo largo de siglos durante los cuales se ha enriquecido gracias a sus antiquísimas tradiciones.

Arquitectura en Asturias

Si se exceptúan las construcciones pertenecientes a la cultura castreña, de las que quedan algunos rastros en los asentamientos de la Edad del Hierro esparcidos por la parte centro-occidental de la región, las muestras arquitectónicas más antiguas del Principado son las del llamado prerrománico asturiano, un estilo heredero (en línea temporal) del visigodo, y con vagas influencias mozárabes, que se desarrolló en el seno del Reino de Asturias entre los ss. VIII y IX, con la edificación de ermitas, capillas, iglesias y obras de ingeniería civil. Excelentes ejemplos son la Cámara Santa de la catedral de Oviedo, la fuente de Foncalada y la iglesia de San Julián de los Prados en la misma capital, y las iglesias del monte Naranco. Con el traslado de la corte a León en el s. X, y el continuo paso de peregrinos a lo largo del Camino de Santiago, llega a Asturias el románico: en los siglos siguientes monasterios e iglesias surgen tanto en los centros habitados como a lo largo de las vías de devoción, enriqueciéndose con una soberbia decoración escultórica en portadas, canecillos, columnas y capiteles. Menor acogida tendrá, en cambio, el gótico, que se abre paso más tarde que en el resto del norte peninsular y luce toda su elegancia en la catedral ovetense, marcada por el alto campanario y con un riguroso claustro de arcos ojivales ornados por celosías.

Pese a que durante el s. XVI, sobre todo en las zonas rurales, se levantan bellos palacios señoriales de estilo renacentista, será solo con el barroco cuando la arquitectura civil dé un paso adelante, salpicando toda la región de lucidas casonas que coexisten con  la tradicional arquitectura popular, constituida por humildes casas generalmente de dos pisos y con corredor, hórreos y paneras, estructuras de madera levantadas encima de columnas de piedra (pegollos) donde se almacenan las cosechas y el pan. A las remesas de  los indianos, los emigrantes que se habían marchado para hacer fortuna en las Américas, se debe finalmente, a principios del novecientos, el brotar de miles de grandes viviendas ajardinadas de estilo modernista, mientras que solo en las últimas décadas han empezado a aparecer en Asturias las obras de arquitectura contemporánea, como el Centro Niemeyer de Avilés o el Palacio de Congresos de Oviedo, firmado por Santiago Calatrava.

Literatura en Asturias

La primera obra literaria de la que se tiene constancia escrita en Asturias es el Pleitu ente Uviéu y Mérida poles cenices de Santolaya, escrita en bable en 1639 por el canónigo Antón de Marirreguera, un prolífico autor que además de ese texto, en el que  defiende la devolución de las cenizas de la mentada santa a Oviedo, firmará fábulas y obras teatrales. Algo posterior (sus escritos aparecen a principios del s. XVIII) es Francisco Bernardo de Quirós Benavides, un militar al servicio del rey Felipe V que compone El  Caballu, un romance en 330 versos considerado el mayor poema en lengua asturiana. Sin embargo, habrá que esperar a la época de la Ilustración para asistir al apogeo de la literatura del Principado, con el gijonés Gaspar Melchor de Jovellanos como su principal  impulsor: escribe en forma anónima el poema Señor Conde Campumanes (1781), propone la creación de la Academia Asturiana de las Buenas Letras, redacta un diccionario de bable y se rodea de otros literatos que tomarán el nombre de Xeneración del Mediu Sieglu, de la que forman parte, entre otros, el poeta Bruno Fernández Cepeda, Josefa de Jovellanos (hermana de Gaspar) y Antón Balvidares Argüelles.

A la estela de su legado aparecen, a mediados del s. XIX, autores como José Caveda y Nava, que recopila una Colección de poesías en dialecto asturiano, el gramático Juan Junquera Huergo, los poetas y dramaturgos Teodoro Cuesta y Juan María Acebal y la novelista Enriqueta González Rubín. De sus trabajos nace, con la entrada en el nuevo siglo, una corriente regionalista que irá adquiriendo fortuna en Asturias hasta el estallido de la Guerra Civil, con Fernán Coronas como autor más destacado. Al término de la dictadura, con el renacimiento de la cultura en asturiano, se darán a conocer otros escritores, encabezados por Xuan Bello, Ismael González Arias y Xulio Viejo.

Pintura en Asturias

A partir de principios del s. XVII y hasta el novecientos, Asturias se revela un terreno fértil para el arte figurativo, con decenas de pintores nacidos en el Principado que, en su mayoría, alcanzan fama y riqueza fuera de la región.

Entre los más renombrados, el principal es sin duda el avilesino Juan Carreño de Miranda, que en 1671 entra al servicio de Carlos II como retratista oficial de la corte. Bajo el patronazgo de Felipe V quedará Miguel Jacinto Meléndez, que abandona Oviedo alrededor de 1700 para mudarse a Madrid, donde se convierte en el pintor favorito de la nobleza local. También en la capital se desarrolla, ya en el s. XIX, la obra de  Dionisio Fierros, especializado en escenas históricas y costumbristas. Los paisajes de la campiña asturiana, de la que nunca se alejará durante toda su vida, son la principal inspiración del ovetense Telesforo Cuevas, mientras que los bodegones se convierten en privilegiado motivo de Julia Alcayde, considerada una de las mejores pintoras españolas de su tiempo.

La Revolución Industrial, la oscuridad de las fábricas y el realismo irrumpen con fuerza en los lienzos de José Uría y Uría, mientras que Luis Menéndez Pidal se interesa más por las escenas de la vida cotidiana en el ámbito rural o por los retratos. Entre los otros pintores activos en el siglo XX cabe destacar también a los gijoneses Evaristo Valle, Nicanor Piñole y Carolina del Castillo, y a los ovetenses Paulino Vicente y Mercedes Gómez Morán. Mención aparte merecen los contemporáneos Bernardo Sanjurjo, José Manuel Núñez Arias, Luis Fega y Rodolfo Pico.

Artes plásticas en Asturias

Igualmente notable es la tradición escultórica, que hunde sus raíces tanto en la decoración de las iglesias románicas como en la labor de talla de los retablos que, durante el barroco, fueron elementos centrales del ornato de los templos. Mientras que de los artistas pertenecientes a la primera fase solo quedan las obras labradas, de los segundos se conocen también los nombres: Luis Fernández de la Vega, retablista activo hasta 1675; José Bernardo de la Meana, que trabajó en Oviedo durante todo el s. XVIII; Juan Alonso Villabrille y Antonio Borja. Precisamente en el taller de este último se formó Juan de Villanueva y Barbales, que además de afamado escultor barroco fue el fundador de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid.

Pese a haber nacido en Cantabria, formará su carrera artística a principios del s. XIX en Oviedo el retratista romántico José Gragera, maestro de Cipriano Fulgueras, uno de los naturalistas más destacados del siglo y que firmará la estatua de Fernando Valdés Salas en el patio de la Universidad de Oviedo. Víctor Hevia, Sebastián Miranda y Manuel Álvarez Laviada son otros artistas de diferentes corrientes que dominaron el panorama de la escultura asturiana a lo largo del s. XX. En años más recientes nombres como el de Faustino Goico o Francisco Fresno, Pablo Maojo y María Jesús Rodríguez se han convertido en referentes de la escultura contemporánea tanto regional como nacional.

Teatro y cine en Asturias

En 1670 se abre en Oviedo el primer escenario estable de Asturias: el teatro del Fontán, un corral de comedias de planta rectangular que durante más de dos siglos (fue derrumbado en 1901) acoge la representación de todo tipo de géneros teatrales. A los espectáculos acude principalmente la burguesía ciudadana, que a finales del s. XIX disfrutará de una nueva sala, el teatro Campoamor, inaugurado en 1892 y aún activo. Solo siete años más tarde, en Gijón, abre sus puertas el teatro Dindurra, el principal espacio escénico de la  localidad que, en 1942, cambiará su nombre por el de Jovellanos. Desde 1920 también Avilés cuenta con su propio escenario: el teatro Armando Palacio Valdés.

El tránsito del s. XIX al XX es la época de oro de las tablas asturianas. Es también el momento de aparición del cine, que aterriza en la región en 1897, con una exhibición en Gijón por iniciativa de dos portugueses ambulantes, que instalan su “cinematógrafo Lumière” en el paseo de Begoña, donde proyectan los primeros cortometrajes rodados en la ciudad: Vista de un rompeolas desde Santa Catalina y Vista de Campo Valdés. Gracias a su gran éxito, el año siguiente se repite, esta vez en el teatro Dindurra. Seguirán espectáculos en Oviedo, Avilés y Luarca.

La película Robo de fruta, de Javier Sánchez Manteola, será, en 1905, la primera rodada con guion, pero habrá que esperar a 1924, con Vistas de Asturias, proyectada en Buenos Aires, para que el cine del Principado dé un salto cualitativo. En 1926 nace en Gijón Azeta Film, que produce Cuento de lobos, de Romualdo Alvargonzález, en el mismo momento en que la ovetense Asturias Film rueda Bajo la niebla de Asturias, de Manuel Noriega. Son los años de pioneros como el director Arturo Truán Vaamonde, el actor Pedro Larrañaga y el guionista Baltasar Fernández Cuéyar.

Con la llegada del sonoro la industria cinematográfica asturiana registra un brusco parón, que durará hasta 1979, cuando se estrena Aventuras de Pinín y sus amigos, dirigida por José Arévalo. Actualmente, y gracias a una multitud de festivales que promocionan el cine local por toda Asturias, está surgiendo una nueva generación de profesionales del séptimo arte.

Tradiciones y mitos en Asturias

Enraizada en la cultura celta y romana, la mitología asturiana abunda en criaturas fantásticas, a las que se dedican festividades y eventos comunitarios en muchos pueblos. Entre los antiguos dioses celtas, relacionados con las fuerzas de la naturaleza, los más importantes y venerados eran Belenos, dios del fuego; Candamo, de la vegetación y de las fuentes; y Vieya, señora del invierno. Pertenecen al reino de los seres mitológicos, juntos con centenares de personajes más, el trasgu, un duende muy travieso que gusta de rondar los fuegos del hogar; el Cuélebre, una serpiente alada inmortal que custodia un tesoro; y las xanas, ninfas que viven en las fuentes. 

Música y baile tradicionales en Asturias

Todas las fiestas asturianas se acompañan de música y danzas, elementos centrales de la tradición. Al ritmo del tambor y de la gaita, de la pandereta y del rabel, se bailan el corri-corri, en la zona de Cabrales, la jota asturiana, típica de las romerías; la patada, con acrobáticos saltos de las mujeres ayudadas por los hombres, y el pericote. 

 

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