Historia de Bulgaria

La historia de Bulgaria está bañada en sangre, oro y vino. Sus pobladores antiguos más célebres, los tracios, fueron unos grandes jinetes, aficionados al vino y amantes de la canción, que dejaron tras de sí montones de oro. Por toda Bulgaria se alzan imponentes iglesias y fortalezas, mandadas construir por los zares búlgaros medievales, cuyas batallas se prolongaron durante siglos, mientras que la vertiente más optimista de la historia del país se refleja en la arquitectura del Renacimiento Nacional. Numerosas poblaciones deslumbran con coloristas mansiones erigidas a partir de 1800, interesante contrapunto frente a los mazacotes que surgieron tras la II Guerra Mundial.

Los comienzos

Excavaciones de cuevas cerca de Pleven y en la cordillera de los Balcanes confirman vida humana desde la época del paleolítico superior (40 000 a.C.). No obstante, los arqueólogos creen que los neolíticos habitantes de las cuevas (6000 a.C.) fueron los primeros pobladores permanentes de Bulgaria. A su vez, excavaciones en Mursalevo, en el oeste del país, revelan un magnífico grado de planificación urbana que se remonta a 8000 años. En Stara Zagora se han excavado túmulos funerarios, y la quema de trigo y cebada aportan pruebas de una temprana actividad agrícola. Las culturas calcolíticas (que utilizaban el cobre) se desarrollaron durante el cuarto milenio a.C.; el Museo Arqueológico de Varma tiene una formidable colección de objetos de este período, que incluye las que quizá sean las primeras joyas de oro de la historia de la humanidad.

Los tracios

En la actual Bulgaria se asentaron varias tribus indoeuropeas, los tracios, que se labraron fama por sus bacanales y feroz beligerancia, y cuyos primeros asentamientos se establecieron en cuevas y junto a manantiales ‘sagrados’. Más tarde construyeron poblados más permanentes con rudimentarias fortalezas elevadas. Heródoto los describió como “el pueblo más numeroso del mundo después del indio”. Y si no impusieron su dominio fue por su falta de unidad.

Los tracios más poderosos eran los serdi de la zona de Sofía, los getas de la región del Danubio y los odrisios de la región de los Ródope. Las distintas tribus guerreaban entre sí pero compartían cultura, habla y ritos religiosos. Eran temidos guerreros y jinetes, como se constata en las colecciones de armas encontradas. El historiador del s. II a.C. Polibio describió las continuas guerras entre los tracios y los colonos griegos en Bizancio (más tarde Constantinopla y luego Estambul).

Pero no todo se reducía a emboscadas nocturnas, fulminantes ataques con jabalinas y cabezas empaladas (por nombrar solo algunas de sus tácticas). El semimítico músico y explorador del inframundo Orfeo (cuyo talento fiestero encajó perfectamente con el de Dionisio, dios del vino, venerado en rituales orgiásticos) nació aquí. La élite tracia practicaba la poligamia, mientras que a las jóvenes célibes se las instaba a la promiscuidad. Los obnubilados historiadores griegos también recogieron los tatuajes tracios (hombres y mujeres lucían diseños geométricos y de animales) y el consumo recreativo de drogas.

Los tracios eran consumados artistas y comerciaban con joyas, cobre y oro. En las excavaciones cerca de Kazanlâk se encontró la extraordinaria máscara funeraria de oro de un rey tracio. También influyeron en las religiones griega y romana y algunos nombres búlgaros como rila (como el monasterio) y yantra (el río que pasa por Veliko Târnovo) seguramente provienen del tracio. No obstante, ante la falta de registros escritos, la historia y cultura tracias aún son un misterio. Como la historia tracia se conoce principalmente por fuentes griegas, los académicos griegos solían “helenizar” los logros tracios.

Entre los restos tracios más notorios hay tumbas datadas hacia el 4000 a.C. (expuestas en el Museo Arqueológico de Varna) y varios túmulos funerarios hallados en los alrededores de Kazanlâk y Shipka, es decir, la zona conocida como el “valle de los reyes tracios”. En museos de Haskovo, Smolyan, Sofía y Sliven hay más objetos tracios, y en Burgas y Nesebar, en el mar Negro, restos de asentamientos y la fortaleza Nebet Tepe en Plovdiv.

Griegos, macedonios y romanos

Desde el s. VII a.C., los comerciantes griegos, que buscaban puertos seguros y oportunidades de comerciar, fundaron puertos en el mar Negro como Apolonia Póntica (actual Sozopol), Odessos (Varna), Mesembria (Nesebar), Krounoi/Dionysopolis (Balchik) y Pirgos (Burgas). De estos puertos salía trigo, pescado y sal, mientras que la cerámica griega se intercambiaba por joyas y productos de metal tracios.

Los griegos evitaron el interior de Bulgaria, donde los tracios les superaban en número, de ahí que contadas poblaciones del interior testimonien los asentamientos griegos. Aun así, los griegos influenciaron en la religión, el arte y la cultura balcánicas y el idioma búlgaro mantiene muchas palabras griegas y topónimos.

En el s. IV a.C. surgió un adversario próximo más peligroso para los tracios cuando el rey macedonio Felipe II (y más tarde su hijo, Alejandro Magno) conquistó Tracia. Filípolis (Plovdiv), la nueva capital, se convirtió en un importante puesto fronterizo. Odessos (Varna) y Serdica (Sofía) también fueron ocupadas.

La hegemonía macedonia terminó cuando Roma les venció en el 168 a.C. A mediados del s. i d.C., los romanos ocuparon Mesembria (Nesebar) y Odessos (Varna), donde está el mayor complejo termal romano de Bulgaria.

Después del 46 d.C., Bulgaria se dividió en las provincias de Tracia, en el sur, y Moesia, en el norte. Fortificaciones romanas se alzaron en muchas de las ciudades importantes tracias y griegas del Danubio, como en Ruse y Bononia (Vidin), y en Deultum (Burgas), en la costa del mar Negro.

Ulpia Serdica (Sofía) se convirtió en la capital romana de la provincia de Dacia interior (actual noroeste de Bulgaria); la impresionante Sveti Georgi Rotundala (iglesia de San Jorge) es testigo de aquella época. A finales del s. III Ulpia Serdica se había convertido en una gran capital imperial de la región, donde Diocleciano y emperadores posteriores tuvieron sus cortes.

Otras ciudades romanas de Bulgaria son Sevtopolis (Kazanlâk), Ulpia Augusta Traiana (Stara Zagora), Nikopolis-ad-Istrum (al norte de Veliko Tarnovo) y Trimontium (Plovdiv), donde hay un magnífico anfiteatro que todavía funciona. A partir del s. III, los godos, los hunos y otras tribus guerreras causaron estragos, si bien las incursiones fueron esporádicas y efímeras.

Bizancio y los protobúlgaros: guerra y paz

En el 330 el emperador romano Constantino el Grande fundó Constantinopla (actual Estambul) en la antigua Bizancio, que se convirtió en la capital del Imperio romano de Oriente, con otro emperador que gobernaba en Roma. Bulgaria (y gran parte del territorio balcano) pasaron a formar parte de la mitad oriental del imperio. Durante el mandato de Justiniano el Grande en el s. VI, Bulgaria se mantuvo relativamente estable, y se construyeron grandes estructuras como la original iglesia de Santa Sofía en la capital. No obstante, los eslavos, ávaros, y protobúlgaros amenazaban cada vez más a los bizantinos de los Balcanes.

Desde el 632, los turcos protobúlgaros emigraron hacia el suroeste. Estas tribus guerreras de Asia central eran los nómadas de las estepas por antonomasia, jinetes y arqueros expertos y paganos supersticiosos. Los protobúlgaros recorrieron desde el mar Caspio hasta las estepas del mar Negro y una vez unidos al frente del kan Kubrat, avanzaron también por Bulgaria. Los bizantinos no pudieron repeler o asimilar esta multitud; las tribus turcas fueron asentándose, sometiendo a los eslavos, griegos y los pocos tracios que quedaban.

El kan Asparuh [681-701] creó el Primer Imperio Búlgaro (681-1018), con base en Pliska cerca de la actual Shumen. El imperio se extendió al sur y al oeste con el kan Tervel [701-721], que ayudó a la armada bizantina a evitar el avance árabe en Constantinopla.

Siguieron períodos de conflictos sanguinarios y calma tensa entre Bizancio y los protobúlgaros. El kan Krum “el Terrible” [803-814] expandió despiadadamente el imperio y sitió Constantinopla después de que los bizantinos arrasaran Pliska; en adelante utilizaría el cráneo del emperador rival Nicéforo, finalmente derrotado, como vasija para beber.

Tiempos dorados

Tras la repentina muerte de Krum, varios kans del s. IX anexionaron nuevos territorios: el kan Omurtag [814-831] se apoderó de la actual Hungría en el 829, mientras que el reinado del kan Presian [837-852] elevó el control búlgaro sobre el sureste de Europa, con la incorporación de lo que hoy serían Rumanía, Moldavia, Macedonia y partes de Grecia. Las adquisiciones territoriales de Presian llevaron a muchos macedonios y otros eslavos a su imperio, cosa que, junto con la llegada inminente del cristianismo, cambiaría drásticamente la cultura y etnia búlgaras.

El hijo de Presian, Knyaz (príncipe) Boris I [852-889] explotó de forma audaz la rivalidad entre Constantinopla y Roma; ambas pretendían el control espiritual sobre Bulgaria y Boris jugaba a dos bandas. En el 863 él, su familia y su corte fueron bautizados por prelados bizantinos, pero Bulgaria no fue oficialmente ortodoxa hasta el 870. La clase dominante de Bulgaria fue rápidamente inmersa en las prácticas de la corte, espiritualidad y cultura bizantinas. Actualmente la Iglesia considera a Boris un santo.

Boris demostró mayor visión política al proteger a los discípulos perseguidos de dos misioneros bizantinos, Kiril y Metodii (Cirilo y Metodio), que en el 855 se dirigieron a convertir a los eslavos de Moravia (hoy Eslovaquia) a la ortodoxia, concibiendo un lenguaje litúrgico comprensible (antiguo eslavo eclesiástico). Bajo los auspicios de Boris y otros zares posteriores, las escuelas teológicas de Macedonia y Bulgaria desarrollarían el alfabeto cirílico. Así, los religiosos búlgaros consiguieron liberarse de Roma y Constantinopla, con la liturgia en su propia lengua eslava emergente, no en latín o griego.

De acuerdo a la tradición imperial bizantina, Boris se retiró a un monasterio en el 889 para pasar sus últimos años. Pero cuando su hijo Vladimir intentó restablecer el paganismo, Boris lo destituyó y lo cegó. Simeón [893-927], el hermano más joven, extendió las fronteras de Bulgaria desde el Adriático al Egeo y el río Dniéper en el norte. Gobernando desde una nueva capital, Preslav, el zar Petăr [927-968] presidió una época cultural dorada de construcción de iglesias, creación artística y producción de manuscritos. Preslav fue fuertemente dañada durante las guerras de la década del 960 con la Rus de Kiev y Bizancio y nunca se recuperó.

Declive y caída

Tras la destrucción de Preslav, el zar Samuel [997-1014] trasladó la capital a Ohrid (actual Macedonia). Sin embargo, en 1014 perdió la Batalla de Kleidion/Belasitsa contra los bizantinos. Según la leyenda, el emperador Basilio II [976-1025] capturó a 15 000 soldados búlgaros que cegó y entregó a Samuel, que murió del susto. Aunque Samuel murió realmente meses más tarde, la derrota fue impresionante. En 1018, Ohrid cayó y Bulgaria fue anexionada.

El posterior declive de Bizancio llevó a los hermanos aristócratas Asen y Pedro a rebelarse. Su Segundo Imperio Búlgaro (1185-1396) tuvo como capital a Veliko Tarnovo. Bulgaria recela ahora de Occidente. En la cuarta cruzada de 1204, caballeros occidentales invaden Constantinopla, destruyendo el Estado bizantino. En 1205, el autoproclamado “emperador” Balduino de Flandes invadió Bulgaria tontamente y fue capturado.

El zar Iván Asen II [1218-1241], el audaz hijo de Asen, se convirtió en el gobernador más poderoso del sureste de Europa y Veliko Tarnovo pasó a ser un importante centro cultural. En 1230 venció a sucesivos ejércitos bizantinos en la Batalla de Klokotnitsa. Aun así, tras su muerte, Bulgaria se desintegró entre las invasiones tártaras y árabes y las luchas internas.

El yugo turco

Después de 1362 los turcos otomanos llegaron en masa al norte de los Balcanes y, en 30 años, se apoderaron de Bulgaria, lo que se prolongaría durante cinco siglos.

Pese a algunas representaciones halagüeñas de la vida bajo el control de los turcos, estos consideraban a los no musulmanes ciudadanos de segunda, de manera que muchos búlgaros estaban privados de los derechos más básicos. Como la mayor parte de los Balcanes, Bulgaria estaba aislada de la Europa cristiana occidental y permaneció ajena a sus avances culturales e intelectuales. Casi la mitad de la población búlgara fue asesinada o esclavizada; las iglesias y monasterios, destruidos, clausurados o convertidos en mezquitas; los esporádicos alzamientos eran terriblemente sofocados; y muchos búlgaros huyeron.

Los aristócratas otomanos vivían en las ciudades, y los búlgaros, en las montañas y pueblos. Los haidouks (rebeldes armados) lucharon contra los invasores desde las montañas. Como en otras zonas otomanas, los turcos se ganaron el favor de pueblos que habitaban en puntos estratégicos de la región como los montes Ródope, donde los conversos búlgaros al islam (actuales pomacos) estaban exentos de pagar impuestos y gozaban de derechos legales negados a sus vecinos cristianos.

La identidad nacional, cultural y cristiana de Bulgaria sobrevivió largo tiempo gracias a los monjes en los monasterios (como el de Rila) que los turcos toleraron o no pudieron controlar. Preservaron cuidadosamente los rituales, tradiciones e importantes manuscritos; es decir, mantuvieron la cultura búlgara viva hasta que pudo resurgir sin peligro.

Renacimiento Nacional

Los monasterios que habían preservado la cultura e historia búlgaras desataron el Renacimiento Nacional de los ss. XVIII y XIX. Este despertar coincidió con un sentimentalismo similar del concepto Estado-nación en Europa occidental, influenciado por el monje Paisii Hilendarski, que debe su nombre al tiempo que pasó en el monasterio griego de Hilandar, situado en el monte Athos y auspiciado por Serbia.

Hilendarski compiló la primera historia del pueblo eslavo-búlgaro en 1762. Recorrió el territorio y difundió su historia a la gente analfabeta (los turcos prohibieron las publicaciones en búlgaro). El éxito fue inmediato y despertó sentimientos nacionalistas. El énfasis de Hilendarski en las grandes hazañas de los zares medievales búlgaros alimentó el orgullo popular.

A principios del s. XIX la economía búlgara había crecido y los comerciantes de Plovdiv y Koprivshtitsa abastecían de lana, vino, metales y tallas de maderas a Turquía y el oeste de Europa. Surgió una clase media urbana educada y próspera, especialmente tras la Guerra de Crimea, cuando los victoriosos aliados convencieron a Turquía de abrirse al comercio exterior.

Los comerciantes búlgaros construyeron grandes mansiones y otros edificios según el peculiar estilo del Renacimiento Nacional. Los ebanistas de Tryavna y los pintores de Samokov desarrollaron un especial estilo búlgaro con sus diseños. El arte, la música y la literatura búlgaras también florecieron y se abrieron escuelas de búlgaro. En las ciudades y pueblos las chitalishta (salas de lectura) facilitaban un foro comunitario para actividades culturales y sociales y políticas. El reconocimiento turco de la Iglesia ortodoxa búlgara autónoma llegó en 1870.

Revolución y libertad

El Levantamiento de Abril de 1876 en Koprivshtitsa llegó tras una larga planificación de revolucionarios como Georgi Rakovski, Hristo Botev y el gran héroe búlgaro, Vasil Levski. Los turcos masacraron a 30 000 civiles búlgaros, arrasaron un sinnúmero de pueblos y saquearon cientos más.

Europa occidental se indignó y Rusia esgrimió la masacre para declarar la guerra a Turquía en 1877. Unos 200 000 soldados rusos murieron por la libertad de Bulgaria, conforme el Ejército ruso (y los voluntarios búlgaros) aplastaban a los turcos. Con los rusos a solo 50 km de Estambul, los otomanos se rindieron. En virtud del Tratado de San Stefano, firmado el 3 de marzo de 1878, Turquía finalmente reconoció la autonomía de Bulgaria y le cedió el 60% de los Balcanes.

No obstante, las potencias del oeste de Europa con fobia a los rusos lo invalidaron con el Tratado de Berlín del 13 de julio de 1878, que otorgaba la zona entre los Balcanes y el Danubio, más Sofía, a un principado independiente búlgaro. La Llanura tracia y los montes Ródope se convirtieron en la otomana Rumelia oriental. Macedonia, renombrada Rumelia occidental, continuó siendo otomana como Tracia Egea. Este tratado mal planteado enfureció a todas las naciones de los Balcanes y desató décadas de conflictos: entre 1878 y la II Guerra Mundial, los países de los Balcanes (Bulgaria incl.) libraron seis guerras por conflictos fronterizos.

El nacimiento del Estado

El 16 de abril de 1879, la nueva Asamblea Nacional de Bulgaria promulgó su primera Constitución en Veliko Târnovo. El 26 de junio, el príncipe Alejandro de Battenberg fue elegido jefe de Estado. El 6 de septiembre de 1885 el principado autónomo de Bulgaria y Rumelia oriental este se reunificaron tras un pacífico golpe de Estado. Las potencias de Europa central se enfurecieron ante el quebrantamiento del Tratado de Berlín y las tropas turcas se agruparon para la guerra.

El Imperio austrohúngaro incitó a Serbia para luchar contra Bulgaria, pero los serbios fueron rápidamente repelidos, y los búlgaros avanzaron en Serbia, instando a Austria a solicitar un alto el fuego. Las grandes potencias finalmente reconocieron la reunificada Bulgaria.

La guerra y sus descontentos

La abdicación forzada de Alejandro en 1886 llevó al príncipe (más tarde rey) Fernando de Sajonia-Coburgo-Gotha al poder. El primer ministro Stefan Stambolov ayudó a acelerar el desarrollo económico, y se fundaron dos importantes partidos políticos: los socialdemócratas (predecesores de los comunistas), y la Unión Agraria. En 1908, el rey Fernando I se aprovechó de la revuelta de los Jóvenes Turcos para declararse totalmente independiente de Turquía.

Tras una década de guerra de guerrillas contra los turcos en Macedonia y Grecia, Montenegro, Bulgaria, Grecia y Serbia se unieron en 1912. En la Primera Guerra de los Balcanes, las tropas serbias barrieron Macedonia y las fuerzas navales griegas repelieron los refuerzos turcos. La infantería búlgara sufrió la peor parte del contraataque turco; ello y la obsesión búlgara con Macedonia hicieron que una contrariada Bulgaria atacara a sus aliados (la Segunda Guerra de los Balcanes) en 1913. Rápidamente derrotada, Bulgaria perdió el territorio que tanto le había costado ganar y Turquía recuperó Adrianópolis (actual Edirne).

Como era de esperar, en 1915 Bulgaria se unió a las potencias centrales (incluida, irónicamente, Turquía). Los soldados búlgaros pasaron los años siguientes observando muy de cerca a las tropas aliadas en el frente de Salónica (actual frontera entre Macedonia y Grecia). En 1918 las políticas progermánicas de Fernando provocaron su abdicación, sustituido por su hijo Boris III.

El Tratado de Neuilly-sur-Seine de 1919 concedía la Tracia egea a Grecia y el sur de Dobrudzha a Rumanía. Bulgaria también fue humillada con indemnizaciones de guerra, lo que incitó la agitación social y política. El ‘radical’ Partido Agrario gobernante renunció a Macedonia (actualmente, dividida entre Grecia y el recientemente establecido reino de Serbia, Croacia y Eslovenia) tras lo cual vino un golpe de Estado militar de extrema derecha en 1923. Dos años más tarde, en la catedral de Sveta Nedelya de Sofía, terroristas comunistas no consiguieron asesinar a Boris III, pero sí a unos 150 transeúntes. En 1934 el golpe de Estado del grupo derechista Zveno le dio al zar Boris poderes dictatoriales.

II Guerra Mundial

Bulgaria se declaró neutral al comenzar la II Guerra Mundial. No obstante, las amenazantes tropas alemanas avanzaron hacia Grecia en masa por el Danubio y Hitler ofreció Macedonia para tentar a Bulgaria, quien, de nuevo, se unió al bando perdedor.

Al dar paso libre a los nazis, Bulgaria declaró la guerra a Gran Bretaña y Francia pero no a Rusia. Los búlgaros ocuparon Macedonia y el norte de Grecia y deportaron a 13 000 judíos griegos y macedonios a campos de exterminio nazis, lo que pospuso tener que hacer lo mismo con su propia población hebrea, debido a la oposición de la opinión pública.

El 28 de agosto de 1943, una semana después de conocer a Hitler, el zar Boris III murió, y su joven hijo, el zar Simeón II, le sustituyó. Ataques aéreos de los aliados en el invierno de 1943-1944 destrozaron Sofía y otras ciudades búlgaras. Un Gobierno de coalición buscó la paz sin conseguirlo, llevando a Rusia a invadir. El 9 de septiembre de 1944 la resistencia coaliada en parte comunista, el Frente Patriótico, se hizo con el poder. Incluso antes del final de la guerra, los tribunales populares vieron a miles de seguidores “fascistas-monárquicos” encarcelados y ejecutados.

Bulgaria roja

El Frente Patriótico ganó las elecciones de noviembre de 1945, y los comunistas controlaron la nueva Asamblea Nacional. La Constitución de estilo soviético del líder Georgi Dimitrov declaró la Republica Popular de Bulgaria el 15 de septiembre de 1946. La familia real fue exiliada. El régimen de Stalin celebró juicios públicos para los “traidores”, colectivizó la agricultura y llevó a cabo programas de industrialización y modernización. El sucesor de Dimitrov, Vâlko Chervenkov, fue apodado “Pequeño Stalin”.

La larga dictadura de Todor Zhivkov (1954-1989) fue un escenario de prosperidad bajo protección soviética. Bulgaria recibió petróleo y electricidad barata, además de exportar y firmar contratos con el Bloque del Este y los estados del Movimiento de Países No Alineados. La policía secreta se convirtió en instrumento del totalitarismo de Zhivkov, tratando sin compasión a los disidentes y a los críticos con la diáspora. Se rumoreó que el servicio había planeado el intento de asesinato del papa Juan Pablo II a manos de un tirador turco (Bulgaria siempre lo ha negado y existen teorías contradictorias). El debilitamiento del bloque soviético (y de la economía búlgara) en la década de 1980 provocó el auge nacionalismo, que se centró en turcos, pomacos y gitanos, a quienes se presionaba a adoptar nombres búlgaros. A ello siguió un éxodo turco, aunque más tarde muchos regresaron y prosperaron.

La transición al oeste

En 1989 la perestroika había llegado a Bulgaria. El 10 de noviembre un golpe interno en el Partido Comunista expulsó a Zhivkov y el partido, rebautizado como Partido Socialista Búlgaro (BSP), autorizó elecciones. La Unión de Fuerzas Democráticas (UFD), una amplia coalición opositora, no logró arrebatar el poder al BSP en las elecciones parlamentarias de junio de 1990, por lo que Bulgaria fue el primer Estado exsoviético que resucitó a los comunistas.

Mientras la incompetencia de ambos bloques provocó cambios frecuentes en el Gobierno, las elecciones fueron en general irrelevantes en la Bulgaria de la transición, ya que el poder y la riqueza se concentraron en nuevos ricos, guardaespaldas, antiguos espías y otros aventureros del nuevo ‘capitalismo’. En la década de 1990 hubo varias manifestaciones ante los fracasos del Gobierno. En 1997, el primer ministro Iván Kostov prometió combatir la delincuencia y la corrupción y atraer inversiones, pero hacerlo mientras acometía dolorosas reformas impuestas por la OTAN y la UE era difícil.

En el 2001 los búlgaros eligieron como primer ministro a su rey exiliado. Simeón de Sajonia Coburgo Gotha había formado el Movimiento Nacional Simeón II (MNSII) apenas dos meses antes. Su coalición incluía el Movimiento para los Derechos y las Libertades (MDL), el partido étnico turco del acaudalado empresario Ahmed Dogan, y prometía prosperidad económica y la adhesión a la OTAN y a la UE. Aunque la popularidad de Simeón no duró sí se lograron sus objetivos (Bulgaria se unió a la OTAN en el 2004 y a la UE en el 2007).

Los años posteriores vinieron acompañados de más agitación política, con una crisis bancaria y violentas protestas contra la clase política. La pérdida de confianza en el primer ministro Plamen Oresharski hizo caer a su gobierno en julio del 2014. Esto provocó la vuelta al poder de Boyko Borisov, que había dimitido en febrero del 2013, esta vez gracias a un Gobierno de coalición, en noviembre del 2014. Entretanto, el goteo de fondos comunitarios permitió la rehabilitación de varios monumentos históricos y, en el 2015, Plovdiv fue elegida oficialmente Capital Europea de la Cultura 2019, lo que ha dado algunos motivos de esperanza a los jóvenes búlgaros en cuanto a su futuro y presencia en el escenario europeo.

 

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