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El valioso popurrí de pueblos de Alemania es irresistible y hay que asimilarlo de forma gradual. Las silenciosas aldeas y las bonitas casas de entramado de vigas de madera con ventanales engalanados de geranios en lugares como Schiltach requieren una exploración pausada, en la que seguir las calles empedradas, gastadas a lo largo de los siglos por el paso de cascos de caballos, ruedas de carruajes y suelas de cuero, hasta bulliciosos mercados custodiados por los elevados chapiteles de las iglesias. Quien se quede a pasar la noche en una posada rústica vivirá una experiencia memorable.