Historia de Omán

Cuando Omán empezó a modernizarse en la década de 1970 tras un largo período de aislamiento deliberado por parte del anterior sultán, los ingresos procedentes del petróleo se invirtieron en infraestructuras, educación, sanidad… y la restauración de fuertes. Este sencillo hecho representaba un compromiso permanente con el patrimonio y un reflejo de cómo la historia se valora en el presente y cómo moldea el futuro. La historia de Omán no está confinada en los museos, sino que está viva en las artes y la cultura del país.

Oro, incienso y... cobre

El término “renacimiento” aplicado al reinado del sultán Qaboos resulta apropiado, ya que implica que hubo épocas igual de prósperas durante la larga historia de Omán. 

En el 5000 a.C., el sur de Omán (el actual Dhofar) era el centro del lucrativo comercio de incienso. Este preciado artículo, producido con la aromática savia de un árbol, se intercambiada por especias de la India y se transportaba en caravanas por toda Arabia. Aunque esos árboles también crecían en Yemen, lo hacían mejor en las colinas azotadas por el monzón de Dhofar, donde siguen cultivándose. Tan preciado era el incienso que incluso la reina de Saba se lo regaló al rey Salomón y, según la Biblia, fue uno de los regalos de los Reyes Magos al niño Jesús. 

La Biblia también menciona la ciudad con columnas de oro de Ubar, construida por la antigua civilización de Ad. Esta legendaria ciudad, que ha despertado la curiosidad de exploradores durante siglos, prosperó gracias al comercio de incienso y se convirtió en una de las más poderosas de la región. Los restos de la ciudad fueron descubiertos en la década de 1990 por el explorador inglés Ranulph Fiennes. Los supuestos descendientes de Ad todavía viven en el desierto circundante y hablan la antigua lengua shehri (o jibbali), conocida como “la lengua de las aves”. 

Omán, o “Magán” como era conocido por entonces, siguió gozando de gran prosperidad en la época preislámica gracias al comercio de cobre. Algunas fuentes se refieren a Omán como “la Montaña de Cobre”, y el Museo Nacional de Bahréin ofrece pruebas del gran comercio de cobre entre Omán y sus vecinos del Golfo.

Hostilidades con los portugueses

Tras la introducción del islam en el s. VII d.C., Omán estuvo gobernado por la dinastía Bani Nabhan durante medio milenio (1154-1624). Ese período estuvo marcado por frecuentes guerras civiles entre las fuerzas del sultán y las facciones tribales, lo que hizo que el país fuera vulnerable a agresiones externas, como la de los portugueses.

Alarmados por el potencial naval de Omán y ansiosos por controlar las rutas comerciales por el Índico, los portugueses lanzaron una serie de ataques contra puertos omaníes. En 1507 consiguieron ocupar las importantes ciudades costeras de Qalhat (cerca de Sur y mencionada en los diarios de viaje de los exploradores del s. XIV Ibn Battuta y Marco Polo), Mascate y Sohar. Irónicamente, fue un talentoso marinero de Sohar, Ahmed bin Majid, quien sin querer ayudó a Vasco de Gama a rodear el cabo de Buena Esperanza en 1498, lo que unos años más tarde condujo a la invasión portuguesa.

Durante los siguientes 150 años, Omán intentó expulsar a las fuerzas invasoras. Finalmente, bajo el liderazgo de la dinastía Yaruba (1624-1743), Omán consiguió reunir una flota suficientemente grande para lograrlo. Los portugueses solo estaban interesados en Omán como lugar para vigilar sus aventuras marítimas y apenas se adentraron en el interior del país, por lo que fueron fácilmente derrotados. Los portugueses dejaron poco tras de sí, aunque su legado de arquitectura militar dejó huella en Mascate y en la construcción de fuertes en todo Omán.

Un país unido y rico

Entre los ss. XVII y XIX Omán fue un país unificado, con un considerable nivel de riqueza y grandes logros culturales, que controlaba partes estratégicas de la costa africana, incluidas Mombasa y Zanzíbar, y partes de los actuales India y Pakistán. Actualmente es fácil ver la influencia que tuvo Omán en las zonas costeras de esos países, y todavía es más tangible el grado en que su propia cultura y población se enriquecieron con ese contacto. En la costa de Batinah, por ejemplo, habitan baluchis, mientras que el diseño de las mezquitas a lo largo de la carretera entre Barka y Sohar se parece más a la florida arquitectura de la otra orilla del Golfo que a la más austera tradición ibadí del interior de Omán. 

Cuando murió el sultán del s. XIX Said bin Sultan, el imperio se dividió entre dos de sus hijos. Uno se convirtió en sultán de Zanzíbar y gobernó las colonias africanas, mientras que el otro se convirtió en sultán de Mascate y gobernó Omán. La división del imperio apartó a Mascate de sus dominios más lucrativos, y a finales del s. XIX el país se había estancado económicamente, algo a lo que ayudó la presión británica para poner fin al comercio de esclavos y armas. 

Un rebelde siglo XX

El s. XX en Omán estuvo marcado por las desavenencias entre las zonas costeras, gobernadas por el sultán, y el interior, controlado por los imanes. El sultán Said bin Taimur, que había subido al trono en 1932, fue el encargado de recuperar el control de las zonas rebeldes alrededor de Nizwa y Jebel Akhdar, una misión que logró con la ayuda de los británicos, sus duraderos aliados. Said celebró la reunificación de Omán con el primer viaje en coche por todo el país en 1955 (tal como plasmó en un libro de viajes la escritora Jan Morris). La celebración fue algo prematura, ya que hubo dos rebeliones más en 1957 y 1959, ambas sofocadas con éxito.

Aunque unificó el país con éxito, en todos los demás aspectos Said invirtió la suerte de Omán con políticas que se oponían al cambio y que aislaron a Omán del mundo contemporáneo. Bajo su gobierno, un país que un siglo antes había rivalizado con los constructores de imperios europeos se convirtió en un páramo cultural y económico. Mientras los países vecinos estaban creando ricos Estados, Omán se hundía en la pobreza, con altas tasas de mortalidad infantil y analfabetismo. Ni siquiera el levantamiento comunista en Dhofar en la década de 1960 consiguió sacar a Said de su vida palaciega en Salalah, y, a finales de la década, sus súbditos perdieron la paciencia y estalló la rebelión. 

El malestar condujo a un golpe palaciego en 1970, cuando Qaboos, el único hijo de Said, apoyado de manera encubierta por los británicos, se hizo con el trono. Después de pegarse un tiro por accidente en el pie, Said fue llevado en secreto al Grosvenor Hotel de Londres, donde vivió hasta el final de sus días. Algunos sugieren que Said no era malo, sino simplemente muy protector con las tradiciones conservadoras de su país, ya que temía que fueran erosionadas por la rápida modernización. Quizá el equilibrio contemporáneo de Omán entre lo nuevo y lo tradicional, tan hábilmente mantenido por su hijo y que ha contribuido a la tranquila y productiva revolución cultural de los últimos 50 años, le debe algo a la cautelosa actitud de Said frente a la influencia occidental.

Un rápido desarrollo

Desde 1970 Omán ha prosperado bajo el liderazgo del sultán Qaboos, aunque los comienzos fueron un poco dubitativos. El joven sultán tuvo que enfrentarse a enormes retos, como la necesidad de reconstruir la economía, crear infraestructuras e introducir un sistema educativo y sanitario a la vez que reunía tropas para sofocar la Rebelión de Dhofar (1962-1976). Al final de su primera década en el trono se había puesto fin a la rebelión y el país estaba empezando a reducir la brecha en términos de desarrollo con sus vecinos más ricos. Omán ahora es un país pacífico con eficientes hospitales gestionados localmente, reputados colegios y universidades, electricidad incluso en los pueblos más remotos, y una excelente y cada vez mejor red de carreteras y puertos, y todo ello gracias al sultán Qaboos.

En enero de 1992 se instituyó un Majlis Ash Shura (consejo consultivo) electo como un primer paso hacia una mayor participación del pueblo en el Gobierno. Las mujeres estaban representadas en el consejo (las mujeres omaníes fueron las primeras de los estados del Golfo en participar de esta forma) y se les asignaron altos cargos, también a nivel ministerial, iniciando una tendencia hacia la inclusión de la mujer en la toma de decisiones que continúa hasta la fecha. De hecho, actualmente los ministerios de Educación y Educación Superior están dirigidos por mujeres. Además de la inclusión política, el país goza de una sociedad civil pacífica, tal como lo demuestra su tasa de delincuencia envidiablemente baja, y de una mano de obra con una buena formación y estudios superiores.

Aunque Omán es un país pacífico, exitoso y muy respetado en el extranjero, eso no quiere decir que no haya habido problemas. Las manifestaciones en Omán durante la Primavera Árabe del 2011 empezaron en su mayor parte por solidaridad con los países vecinos, pero rápidamente se convirtieron en protestas locales contra la corrupción y la falta de oportunidades, sobre todo en la ciudad de Sohar. Sin embargo, en contraste con el gran malestar en el resto de la región, las manifestaciones en Omán no se centraron tanto en exigir una mayor democracia (el sultán es la máxima autoridad, con jurisdicción incluso sobre decisiones políticas menores) como en protestar por la falta de oportunidades para los que buscan empleo y por el lento progreso de la omanización (el proceso de sustituir a trabajadores expatriados por omaníes en todos los sectores de la economía). 

La respuesta del Gobierno fue ofrecer un generoso programa de becas a los ciudadanos omaníes para que la enseñanza superior fuera gratis, lo que se ha traducido en que una gran proporción de la población actual tenga títulos de grado y posgrado, aunque se rumorea que la educación gratuita no será sostenible durante mucho más tiempo si se mantienen los bajos precios del petróleo. Sin embargo, de momento, con el sector de la enseñanza superior al nivel de los estándares de referencia internacionales, Omán está disfrutando de una especie de renacimiento intelectual.

 

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