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En las culturas precolombinas mesoamericanas, el quetzal era muy codiciado por las largas plumas de color verde iridiscente de su cola, usada para adornar los tocados de la realeza. Esta singular ave sigue siendo muy codiciada, aunque ahora como objeto de deseo de los ornitólogos aficionados. Aunque amenazada, puede verse con frecuencia en San Gerardo de Dota y en alojamientos como el Mirador de Quetzales, sobre todo durante su época de reproducción en abril y mayo.