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La primera vez que uno ve de cerca un oso polar, se queda sin habla. Pronto olvidará los dos agotadores días en el tren que le llevó hasta la tundra, donde no crecen los árboles, y hasta la orilla misma de la bahía de Hudson. Churchill, la única y solitaria población, está en plena ruta migratoria de los osos. De finales de septiembre a principios de noviembre salen vehículos adaptados a la tundra en busca de estas fieras; a veces se acercan tanto que se les puede mirar a los ojos. En verano es posible nadar con belugas.