Una visita a Sudáfrica muestra recuerdos de su pasado en cada rincón. El drama humano del país se refleja en las caras y el lenguaje corporal de sus gentes. Se puede ver en las pinturas rupestres y en los grafitis urbanos, en remotos campos de batalla y en sobrios monumentos de la era del apartheid. Impregna todo con su dolor e injusticia, pero también con su esperanza. El viajero debe estar listo para sumergirse en una de las historias más angustiosas y a la vez inspiradoras.
Desde 1836, grupos de bóeres insatisfechos con el Gobierno británico en la colonia de El Cabo iniciaron una travesía hacia el interior en busca de la libertad. En una década de migración conocida como la Gran Expedición, cada vez más voortrekkers (colonos) abandonaron sus granjas y cruzaron el río Senqu (Orange). Algunos relatos de las primeras misiones hablan de vastas tierras de pasto deshabitadas o apenas defendidas.
Las tensiones entre los bóeres y el Gobierno llevaban tiempo en gestación, pero la razón de muchos para irse fue el decreto de 1833 que prohibía la esclavitud.
La Gran Expedición coincidió con la difaqane (migración forzosa) y los bóeres creyeron erróneamente que lo que habían encontrado (tierras de pastos desiertas, grupos de refugiados desorganizados y relatos de brutalidad) era lo habitual. Esto dio lugar a los mitos afrikáners de que los voortrekkers se trasladaron a un territorio desocupado o que llegaron casi al mismo tiempo que los africanos negros.
La primera parada de la Gran Expedición fue Thaba ‘Nchu, cerca de la actual Bloemfontein, donde se fundó una república. Tras varios desacuerdos entre sus líderes, los diferentes grupos de voortrekkers se dividieron, y muchos cruzaron los Drakensberg hacia Natal para intentar fundar allí una república. Este era territorio zulú, por lo que el líder voortrekker Piet Retief visitó al rey Dingaan quien, receloso, lo mató sin contemplaciones. Esta masacre desencadenó otras, así como un ataque vengativo por parte de los bóeres. La culminación llegó con la Batalla del Blood River (1838) en Natal. Los bóeres sufrieron algunas bajas, pero más de 3000 zulúes fueron asesinados, lo que, según dicen, tiñó de rojo el río Ncome.
Tras esta victoria (gracias a la gran superioridad en armas), los bóeres creyeron que su expansión tenía el sello de aprobación divina. El triunfo del 16 de diciembre en Blood River se celebró como el Día del Juramento hasta 1994, cuando se rebautizó como Día de la Reconciliación.
Aparecieron varias repúblicas bóeres que duraron poco, pero pronto los únicos contendientes serios fueron el Estado Libre de Orange y Transvaal. La situación financiera de las repúblicas siempre fue precaria y sus economías dependían totalmente del ganado. Justo cuando parecía que las repúblicas, con su escasa población de acérrimos bóeres independentistas, empezaban a establecerse, se descubrieron diamantes cerca de Kimberley en 1869. Gran Bretaña reaccionó enseguida y se anexionó la zona.
Los bóeres, molestos por la presencia de extranjeros, tanto blancos como negros, tras el descubrimiento, se encolerizaron al ver que sus repúblicas empobrecidas se quedaban sin el dinero de las minas.
El resentimiento acumulado por los bóeres se tradujo en una revuelta a gran escala en el Transvaal y estalló la Primera Guerra Anglo-Bóer, llamada Guerra de la Independencia por los afrikáners. Fue una contienda breve, con una demoledora victoria bóer en la Batalla de Majuba Hill en 1881, y la república recuperó su independencia con el nombre de Zuid-Afrikaansche Republiek (ZAR; República de Sudáfrica).
Con el descubrimiento de una enorme veta de oro en Witwatersrand (la zona que rodea a Johannesburgo) en 1886 y el consiguiente crecimiento explosivo de la propia Johannesburgo, la ZAR se convirtió de repente en hogar de miles de uitlanders (extranjeros), negros y blancos.
Esto solo logró intensificar las quejas de los bóeres, que habían empezado durante la anterior fiebre de los diamantes. En 1899, los británicos exigieron el derecho de voto para los 60 000 extranjeros blancos en Witwatersrand. Paul Kruger (presidente de la ZAR entre 1883 y el 1900) se negó y exigió la retirada de las tropas británicas de las fronteras de la república, lo que desencadenó la Segunda Guerra Anglo-Bóer.
Este conflicto fue más largo, con los británicos mejor preparados. A mediados de 1900, Pretoria, la última de las ciudades bóeres importantes, se rindió. Pero la resistencia de los bittereinders, bóeres que se resistían a rendirse, siguió dos años más en plan guerra de guerrillas, a la que los británicos respondieron con tácticas de tierra quemada. En mayo de 1902, el Tratado de Vereeniging, por el que las repúblicas bóeres reconocían la soberanía británica, trajo cierta paz.
La respuesta británica tras su victoria fue una mezcla de apaciguamiento e imperialismo insensible. Los no blancos se consideraban solo posible mano de obra, aunque eran más del 75% de la población combinada de las provincias.
Pero la conciencia política crecía. Mohandas (Mahatma) Gandhi trabajaba con las poblaciones indias de Natal y Transvaal, y hombres como John Jabavu, Walter Rubusana y Abdullah Abdurahman sentaban las bases de nuevos grupos políticos negros no tribales.
Los afrikáners se encontraron que eran granjeros pobres en un país en el que grandes empresas mineras y el capital extranjero los hacían irrelevantes. El afrikáans empezó a verse como el volkstaal (lengua del pueblo) y un símbolo de la nación afrikáner. En 1906-1907, se concedió a las antiguas repúblicas bóeres un gobierno representativo y casi de inmediato se dieron pasos hacia la unión.
La Unión Sudafricana se fundó en 1910. Los territorios del alto comisionado británico de Basutolandia (hoy Lesoto), Bechuanalandia (hoy Botsuana), Suazilandia y Rodesia (hoy Zimbabue) siguieron bajo el control de Gran Bretaña. El inglés y el neerlandés se convirtieron en las lenguas oficiales; el afrikáans no fue oficial hasta 1925.
El primer gobierno de la nueva unión fue el Partido Nacional de Sudáfrica (más tarde Partido de Sudáfrica; SAP, en sus siglas inglesas). El partido, una coalición diversa de grupos bóeres liderados por el general Louis Botha, con el general Jan Smuts como subsecretario, siguió una línea de unidad blanca en general probritánica. El general Barry Hertzog planteó temas divisorios, en su lucha por intereses afrikáners, y abogó por un desarrollo separado de los dos grupos blancos y por independizarse de Gran Bretaña. Él y sus seguidores formaron el Partido Nacional (NP, en sus siglas inglesas).
Poco después de fundarse la unión, se aprobaron muchas leyes represivas. Se ilegalizaron las huelgas de trabajadores negros; se reservaron los trabajos especializados para los blancos; se prohibió a los negros hacer el servicio militar; y se endurecieron la pass laws, que limitaba la libertad de movimiento de los negros. En 1912, Pixley ka Isaka Seme formó una organización democrática nacional para representar a los negros. Al principio se llamó Congreso Nativo Sudafricano, y a partir de 1923 se conoció como Congreso Nacional Africano (ANC, en sus siglas inglesas).
En 1913, la Natives Land Act (Ley de la Tierra de los Nativos) destinó el 8% del territorio de Sudáfrica para los negros, a quienes no se les permitía comprar, alquilar ni tan siquiera ser aparceros fuera de estas zonas designadas. Miles de ocupantes fueron expulsados de las granjas y forzados a ir a reservas cada vez más superpobladas, o a las ciudades.
En 1914, Sudáfrica, como parte del Imperio británico, se vio inmersa en la guerra contra Alemania y se le endosó la responsabilidad de tratar con África del Sudoeste Alemana (hoy Namibia). Tras la guerra, África del Sudoeste pasó a ser parte de Sudáfrica bajo el “mandato” de la Sociedad de Naciones.
En 1924, el NP, liderado por Hertzog, llegó al poder en un Gobierno de coalición, y el nacionalismo afrikáner logró un mayor respaldo. El neerlandés fue reemplazado por el afrikáans (antes considerado solo un dialecto del neerlandés de la clase baja) como lengua oficial de la Unión, y la llamada swart gevaar (amenaza negra) pasó a ser el tema dominante de las elecciones de 1929. Hertzog se unió brevemente en coalición con el más moderado Jan Smuts a mediados de la década de 1930, tras lo cual Smuts tomó las riendas. Pero cualquier esperanza de cambiar el curso del nacionalismo afrikáner se desvaneció cuando Daniel François (DF) Malan llevó un movimiento disidente radical, el Partido Nacional Purificado, al centro de la vida política afrikáner. La Afrikaner Broederbond, una hermandad secreta afrikáner formada en 1918 para proteger la cultura afrikáner, pronto pasó a ser una fuerza muy influyente detrás del NP y de otras organizaciones para promover al volk (pueblo; es decir, los afrikáners).
Debido a la floreciente economía de guerra, la mano de obra negra era cada vez más importante para las industrias mineras y las fábricas, y la población negra en las urbes casi se duplicó. Crecieron enormes campamentos marginales a las afueras de Johannesburgo y, en menor medida, de otras ciudades importantes. Las condiciones en estos townships eran terribles, pero la pobreza no solo la sufrían los negros: sondeos en tiempos de guerra mostraron que el 40% de los niños blancos en edad escolar estaban desnutridos.
Los meses previos a las elecciones de 1948, el NP basó su campaña en su política de segregación o apartheid (un término afrikáans que significa el estado de estar apartado). Ganó las elecciones en coalición con el Partido Afrikáner (AP, en sus siglas inglesas) y bajo el liderato de D. F. Malan.
Así es como el apartheid, una larga realidad, se convirtió en institucional durante el gobierno de Malan. Se aprobaron leyes que prohibían los matrimonios mixtos y se ilegalizó el sexo interracial; se clasificó a cada persona por su raza, y se creó una junta específica para dictaminar en casos cuestionables. La dañina Group Areas Act (Ley de Delimitación de Zonas) de 1950 reservó las mejores propiedades de la ciudad para los blancos y desterró a los no blancos a los townships. La Separate Amenities Act (Ley de Segregación en Lugares Públicos) creó servicios públicos separados, como playas, autobuses, hospitales, escuelas e incluso los bancos de parques.
La pass laws se endureció: los negros y coloureds (hijos mestizos) debían llevar un DNI en todo momento y no podían permanecer en las ciudades, ni incluso visitarlas, sin un permiso específico.
En 1960, la tensión llegó al máximo: el 21 de marzo de 1960, Robert Sobukwe, fundador del grupo escindido del ANC Congreso Panafricano (PAC, en sus siglas inglesas) protestó, junto a miles de seguidores, contra la odiada pass laws en comisarías de policía de Gauteng y la Provincia Occidental del Cabo. La policía abrió fuego sobre los manifestantes que rodeaban la comisaría de Sharpeville, un township cerca de Vereeniging. Esto se conoció como la Masacre de Sharpeville, con al menos 67 muertos y 186 heridos; la mayoría disparados por la espalda.
Poco después, el primer ministro Hendrik Verwoerd, reconocido con el título no oficial de “arquitecto del apartheid”, anunció un referéndum para decidir si el país debía convertirse en república. El cambió fue aprobado con una escasa mayoría de votantes. Verwoerd retiró a Sudáfrica de la Commonwealth y, en mayo de 1961, se creó la República de Sudáfrica.
El mayor afianzamiento del apartheid urgió al ANC, hasta entonces bastante conservador, a entrar en acción. En 1949 había desarrollado una agenda que, por primera vez, defendía la resistencia abierta en forma de huelgas, actos de desobediencia pública y marchas de protesta. La resistencia siguió hasta la década de 1950 y generó enfrentamientos violentos ocasionales. En 1959, un grupo de miembros desencantados del ANC que pretendía romper cualquier relación con el Gobierno blanco se separó para formar el más combativo PAC.
Para muchos testigos del país e internacionales, la lucha había cruzado una línea crucial en Sharpeville, y ya no había duda alguna sobre la naturaleza del régimen blanco. Tras el tiroteo, se organizó una huelga masiva, seguida de manifestaciones. El primer ministro Verwoerd declaró el estado de emergencia y otorgó a las fuerzas de seguridad el derecho a detener a gente sin cargos. Más de 18 000 manifestantes fueron arrestados, incluidos muchos líderes del ANC y el PAC, y se ilegalizaron ambas organizaciones.
En respuesta, el ANC y el PAC iniciaron una campaña de sabotaje mediante sus brazos armados, Umkhonto we Sizwe (Lanza de la Nación, conocida como MK) y Poqo (Puro o Solo). En julio de 1963, 17 miembros del movimiento clandestino del ANC fueron arrestados y juzgados por traición en el tan divulgado proceso de Rivonia. Entre ellos estaba Nelson Mandela, líder del ANC y fundador de Umkhonto we Sizwe, que ya había sido arrestado con otros cargos. En junio de 1964, Mandela y otros siete miembros fueron sentenciados a cadena perpetua. Oliver Tambo, también de la cúpula del ANC, logró escapar de Sudáfrica y lideró el movimiento en el exilio. El 20 de abril de 1964, durante el proceso de Rivonia, Nelson Mandela dijo: “He luchado contra la dominación blanca y he luchado contra la dominación negra. He abrigado el ideal de una sociedad libre y democrática en que todas las personas vivan en armonía y con igualdad de oportunidades. Es un ideal por el que espero vivir y que espero conseguir. Pero es un ideal por el que estoy preparado para morir, si es necesario”.
Con el ANC ilegalizado y Mandela y la mayoría de los líderes en prisión o en el exilio, el país vivió algunos de sus años más oscuros. Las leyes del apartheid se hacían cumplir a rajatabla, y los muros entre razas eran cada vez más altos. Lo más odioso fue la creación de homelands, o zonas separadas para negros. Dentro de las fronteras del país se crearon 10 homelands, “países” solo para negros que supuestamente debían ser independientes de Sudáfrica, aunque nadie fuera del país las reconoció. A los residentes se les retiró la ciudadanía sudafricana y quedaron atrapados en un falso estado corrupto y sin infraestructuras.
Durante la década de 1970, la resistencia volvió con fuerza, primero a través de los sindicatos y las huelgas, y más tarde encabezada por la Organización de Estudiantes de Sudáfrica, con el carismático Steve Biko a la cabeza. Biko, estudiante de medicina, fue el motor que impulsó el crecimiento del movimiento Black Consciousness de Sudáfrica, que insistía en la necesidad de la liberación psicológica, el orgullo negro y la oposición pacífica al apartheid.
Todo culminó en 1976, cuando el Consejo Representativo de Estudiantes de Soweto organizó protestas contra el uso del afrikáans (considerado la lengua del opresor) en las escuelas negras. El 16 de junio, la policía abrió fuego sobre una marcha de estudiantes liderada por Tsietsi Mashinini, un personaje clave en el libro A Burning Hunger: One Family’s Struggle Against Apartheid y ahora inmortalizado en un gran monumento en Soweto. Esto inició en todo el país una serie de manifestaciones, huelgas, arrestos masivos, revueltas y violencia que, durante el año siguiente, se cobraron más de 1000 vidas.
En septiembre de 1977, Steve Biko fue asesinado por las fuerzas de seguridad. Sudáfrica nunca volvería a ser la misma. Una generación de jóvenes negros se entregó a una lucha revolucionaria contra el apartheid (“Liberación antes que educación” era el lema) y las comunidades negras se politizaron.
A inicios de los años ochenta, empezaron a soplar nuevos vientos en Sudáfrica. Los blancos eran solo el 16% de la población total, frente al 20% 50 años antes, y el porcentaje seguía a la baja. Ante el inevitable cambio, el presidente P. W. Botha dijo a los sudafricanos blancos que era hora de “adaptarse o morir”. Se instauraron muchas reformas, como la derogación de la pass laws. Pero la reforma de Botha estuvo lejos de ser total. Las protestas y la resistencia continuaron con toda su fuerza al tiempo que Sudáfrica estaba cada vez más polarizada y fragmentada, y la agitación estaba a la orden del día. Los blancos respondieron con la creación de grupos paramilitares neonazis, entre los que destacó el Afrikaner Weerstandsbeweging (AWB), liderado por Eugène Terre’Blanche. El Frente Democrático Unido (UDF, en sus siglas inglesas) nació en ese momento. Con una amplia coalición de miembros liderada por el arzobispo Desmond Tutu y el reverendo Allan Boesak, exigió al Gobierno que aboliera el apartheid y eliminara los homelands.
La presión internacional creció a medida que las sanciones económicas empezaban a hacer mella, lo que provocó la caída del rand. En 1985, el Gobierno declaró un estado de emergencia que duraría cinco años. Los medios de comunicación fueron sometidos a censura y en 1988, según estimaciones del ANC (respaldadas por grupos defensores de los derechos humanos), se había detenido a treinta mil personas sin pruebas, miles de las cuales fueron torturadas.
En 1986 el presidente Botha anunció al Parlamento que Sudáfrica había “dejado atrás” el apartheid. El Gobierno inició una serie de pequeñas reformas a favor de la igualdad racial, al tiempo que mantenía un estricto control de los medios de comunicación y todas las manifestaciones contra el apartheid.
A finales de 1989, un achacoso Botha fue sucedido por F. W. de Klerk. En su discurso de investidura ante el Parlamento en febrero de 1990, De Klerk anunció que revocaría todas las leyes discriminatorias y legalizaría el ANC, el PAC y el Partido Comunista. Se levantaron las restricciones sobre los medios, y De Klerk liberó a los presos políticos no culpables de delitos de la ley común. El 11 de febrero de 1990, 27 años después de ser encarcelado por primera vez, Nelson Mandela salió de la prisión Victor Verster.
Entre 1990 y 1991, se abolió el sistema legal del apartheid. Un referéndum, el último que se celebró en Sudáfrica con votos solo de blancos, otorgó de forma aplastante al Gobierno autoridad para negociar una nueva constitución con el ANC y otros grupos.
Pese a haberse levantado el estado de emergencia y eliminado la presencia militar, el período entre el apartheid y la democracia fue uno de los más violentos del país. En ambos bandos, grupos resentidos con sus líderes por iniciar un diálogo con la oposición hicieron todo lo posible por que cesaran las conversaciones de paz, a menudo de forma violenta. Entre 1990 y 1994 se produjeron más de 12 000 muertes políticas.
Aunque al principio Mandela y De Klerk se respetaron mutuamente, Mandela pronto sospechó de la lealtad de De Klerk hacia la democracia tras un número récord de muertes, muchas de ellas supuestamente a manos de la policía. Creyó que estos asesinatos y desapariciones habían sido ordenados por el Gobierno, es decir, por De Klerk. Mandela se refirió a las órdenes de estas muertes por parte de la autoridad como la Tercera Fuerza. También muchos sudafricanos corrientes que se oponían a las conversaciones perpetuaban los ataques violentos. El caos reinaba en los townships, donde luchaban facciones rivales, y cuando la policía aparecía, la violencia se intensificaba. Muchos miembros del ANC habían sido entrenados para la guerra de guerrillas y se aferraban desesperadamente a la idea de poder derrocar al Gobierno mediante la violencia. En julio de 1991, Nelson Mandela fue elegido oficialmente presidente del ANC, pese a la creciente desconfianza respecto a un hombre en negociaciones secretas con el gobierno opresor.
Durante el proceso de negociación, el Partido de la Libertad Inkatha (IFP, en sus siglas inglesas), de la etnia zulú, causó enormes problemas tanto en su provincia como en los townships del país con zulúes, que chocaron con otros grupos. Durante el apartheid, KwaZulu había gozado de un estatus especial, con su líder Mangosuthu Buthelezi asentado entre los derechos de los africanos y el capitalismo blanco. Cuando la violencia llegó a un nuevo máximo, los seguidores del ANC exigieron que se reiniciara la lucha armada y, con el país al borde de la anarquía, todas las conversaciones fracasaron. El mundo observaba sin ninguna esperanza.
Poco a poco, el Gobierno sucumbió ante todas las demandas de Mandela, y gradualmente perdió el control del proceso de negociación. De repente, Mandela se puso con ventaja. Su antiguo camarada en el MK, Joe Slovo, redactó un borrador de constitución que apaciguó al Partido Nacional. Slovo incluyó las llamadas “cláusulas de suspensión”, que permitían a los funcionarios públicos continuar su período, trabajando junto a los miembros del ANC en un plan de reparto de poder que garantizaría una transición tranquila.
En 1993 se finalizó una constitución provisional que garantizaba la libertad de expresión y de religión, el acceso a una vivienda digna y muchos otros beneficios, y que prohibía explícitamente la discriminación en casi todos los ámbitos. Finalmente, a las 24.00 del 26 de abril de 1994, se entonó el antiguo himno nacional Die Stem (la llamada) y se arrió la antigua bandera. Luego se izó la nueva con los colores del arco iris y se cantó el nuevo himno, Nkosi Sikelel i Afrika (Dios bendiga a África). Las elecciones se celebraron de manera bastante pacífica, entre un palpable sentimiento de buena voluntad en todo el país. Gracias a sus esfuerzos por traer la reconciliación a Sudáfrica, Mandela y De Klerk recibieron conjuntamente el Premio Nobel de la Paz en 1993.
El ANC obtuvo el 62,7% de los votos, menos del 66,7% que le hubiera permitido reescribir la constitución. Las elecciones, además del Gobierno nacional, determinaron los gobiernos provinciales, y el ANC ganó en todas las provincias excepto en dos. El NP logró la mayoría de los votos blancos y coloured y pasó a ser el partido oficial de la oposición.
En 1996, tras muchas negociaciones y debates, el Parlamento de Sudáfrica aprobó una versión revisada de la Constitución de 1993, que estableció la estructura del nuevo Gobierno democrático del país. El Gobierno nacional estaba formado por la Asamblea Nacional de 400 miembros, un Consejo Nacional de las Provincias de 90 miembros y un jefe de estado (el presidente) elegido por la Asamblea Nacional.
Un presidente sudafricano es más como un primer ministro de España que como un presidente de los EE UU aunque, como jefe de estado, el presidente sudafricano tiene algunos poderes ejecutivos que no tiene la mayoría de los primeros ministros. La Constitución es sobre todo notable por su amplia Declaración de Derechos.
En 1999 el país celebró sus segundas elecciones democráticas. Dos años antes, Mandela había pasado el liderato del ANC a su segundo, Thabo Mbeki; el porcentaje de votos obtenido por el ANC aumentó y el partido quedó a un escaño de la mayoría de dos tercios que le permitiría modificar la Constitución.
El Partido Democrático (DP), tradicionalmente bastión de liberales blancos, con un nuevo respaldo de los conservadores desencantados con el NP y de algunos negros de clase media, se convirtió oficialmente en la oposición.
Desde cualquier punto de vista, Mbeki tenía ante sí un listón muy alto como presidente (aunque cuán cerca estuvo de él es un tema de dividido debate) y sus años de mandato solo se pueden describir como una montaña rusa. En sus primeros días al cargo, la eficaz negación de Mbeki de la crisis del VIH/sida desató las críticas internacionales, y su evidente fracaso en la condena de la reclamación forzada de las granjas de los blancos en la vecina Zimbabue y sus declaraciones públicas contra su antiguo camarada Robert Mugabe, presidente de Zimbabue, enojó tanto a terratenientes sudafricanos como a inversores extranjeros.
Tras las primeras elecciones, la atención se centró en la Comisión para la Verdad y la Reconciliación (1994-1999), que trabajó para hacer visibles los crímenes del apartheid. La máxima de su presidente, el arzobispo Desmond Tutu, fue: “Sin perdón no hay futuro, pero sin confesión no puede haber perdón”. La comisión escuchó muchas historias de una brutalidad e injusticia horribles, que sirvieron de cierta catarsis para pueblos y comunidades destrozados por su pasado.
La comisión permitía a las víctimas explicar sus historias y a los responsables confesar su culpa, con amnistía para aquellos que hiciesen una confesión completa. Los que decidieran no presentarse ante la comisión, se enfrentarían a un proceso penal si se demostraba su culpabilidad. Aunque algunos soldados, policías y ciudadanos corrientes confesaron sus crímenes, muchos de los criminales de los derechos humanos que dieron las órdenes y dictaron las políticas nunca se presentaron (P. W. Botha fue un famoso ausente).
En 2005, Mbeki destituyó a su vicepresidente Jacob Zuma al imputársele cargos de corrupción, lo que inició una despiadada lucha interna por el poder en el ANC, de la que Zuma salió vencedor. En septiembre del 2008, en un movimiento sin precedentes del partido, se exigió a Mbeki su dimisión como presidente.
Como cabía esperar, se retiraron los cargos contra Zuma y el ANC ganó las elecciones del 2009, con Jacob Zuma como presidente. Zuma logró superar las considerables críticas internas como internacionales con su accesible personalidad y su enorme popularidad. Pero muchos piensan que ha demostrado ser un líder débil y que no ha logrado cumplir sus promesas de crear empleo y disminuir la pobreza. La oposición también ha presentado nuevos cargos de corrupción contra él.
En las elecciones del 2014, los medios del país hablaban entusiasmados de las posibilidades de la Alianza Democrática (DA, por sus siglas inglesas), la oposición oficial que amalgama al antiguo Partido Democrático y muchos partidos pequeños. El desencanto por la corrupción, el crimen y el lento progreso en proporcionar servicios esenciales a las comunidades pobres alimentó un creciente deseo de cambio. Pero al final, el ANC ganó cómodamente con el 62,1% del sufragio (menos del 65,9% del 2009); la Alianza Democrática logró el 22,2%, lo que dejaba claro la enorme tarea a la que se enfrenta para arrebatar el gobierno al ANC.
Quizá el resultado más sorprendente fue el de los Luchadores por la Libertad Económica, un nuevo partido político encabezado por Julius Malema, un antiguo líder de las juventudes del ANC expulsado de su antiguo partido por corrupción y por dar mala fama al ANC. Pese a su popularidad entre la comunidad de base por su discurso sobre igualdad económica y lucha contra la pobreza, su visión radical contra el “poder del monopolio blanco” y sobre la necesidad de una redistribución más rápida del territorio ha preocupado a muchos. Fue uno de los mayores defensores de Zuma, pero ahora despotrica de su antiguo mentor y de las prácticas corruptas de las que acusa al ANC.
La capacidad de los partidos de la oposición de presionar al Gobierno para afrontar los problemas del país aún es una prueba importante para la madurez política de Sudáfrica. La corrupción, el crimen, la desigualdad económica, la calidad de la educación y el sida son sus mayores retos.
Dada la turbulenta historia reciente del país, los continuos problemas de criminalidad y la corrupción (estos dos últimos siempre en constante debate entre la población), no es extraño que las visiones de los sudafricanos sobre el futuro de la “nación arcoíris” sean variopintas. No obstante, muchos estarían de acuerdo en que, a día de hoy, el país es un lugar infinitamente más optimista y relajado que en 1990.