Hace más de un milenio, incluso desde antes de Al Mutamid [1069-1090], que el Real Alcázar es el centro de poder de la ciudad y uno de los cascos antiguos más extensos de Europa. Sus casi 4 km2 abarcan hoy la catedral y el Archivo de Indias, los otros dos monumentos Patrimonio Mundial, además de un laberinto de calles que invita a perderse. Deambular por los jardines del Alcázar, admirar la imponente catedral y su Giralda constituye un verdadero placer.
Sin abandonar la burbuja de monumentalidad de la ciudad se puede almorzar en el San Marco Santa Cruz, antiguos baños árabes, y seguir por la avenida de la Constitución con sus edificios regionalistas. Desde la Plaza Nueva, se recomienda adentrarse por Sierpes, la vieja arteria comercial de la ciudad, con un dulce remate en La Campana.
El palacio de la Condesa de Lebrija, con sus mosaicos romanos de la vecina Itálica, merece una visita, al igual que la iglesia del Salvador, en una plaza que es parada obligatoria para tomar unas cañas. El círculo se cierra por la calle Hernando Colón de vuelta a la catedral, cena en la Casa Robles y una copa en la terraza del Hotel EME Catedral.