El apacible Josefov es el lugar del antiguo gueto judío: el hogar físico, cultural y espiritual de la población judía durante casi 800 años. Muchos judíos abandonaron el barrio cuando lo reformaron a principios del s. XX (y decenas de miles fueron asesinados en el Holocausto), y las sinagogas que quedan y el cementerio conforman el popular Museo Judío.
Hay que llegar al Museo Judío por la mañana temprano y dirigirse en primer lugar al cementerio judío, que resulta mucho más evocador con poca gente. Hay que entrar en las sinagogas Maisel y Pinkas, y luego descansar con un café y un cruasán de chocolate en Bakeshop Praha. Después se visita la bella sinagoga Española.
Se aconseja almorzar –cerveza incluida– en el Kolkovna, un pub con clase. Cerca está el monumento a Franz Kafka, apropiado para un vistazo y una foto. El resto de la tarde se invertirá en el Museo de Artes Decorativas o en el convento de Santa Inés si se busca arte medieval y gótico.
Para la cena, están la comida checa clásica del Lokál y los platos franceses sofisticados del Chagall’s. Después, lo mejor es un concierto clásico en el Dvořák Hall o una noche a la última en el antiguo teatro Roxy. Antes o después del espectáculo, hay que tomar un martini de experta elaboración en el Tretter’s New York Bar.