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No hay un fenómeno natural más evocador que la aurora boreal. Visible durante las largas noches del invierno ártico (entre octubre y marzo), se mueve por el cielo en cortinas de luz verde o blanca, cambiando de intensidad y adoptando formas que parecen extraídas de la imaginación de un niño. Aunque no puede garantizarse su aparición en un momento concreto, si el viajero tiene la suerte de presenciarla, la experiencia perdurará en su memoria para siempre.