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Ningún monumento toscano ha quedado tan inmortalizado en souvenirs de dudoso gusto como la torre que se alza en precario equilibrio al borde de esta inmensa plaza verde, conocida también como Piazza del Duomo (plaza de la Catedral), cuyas extensiones de césped proporcionan una moqueta urbana a la concentración de edificios románicos más extraordinaria de Europa: el Duomo (catedral), el Battistero (baptisterio) y el Campanile (campanario: la Torre Inclinada).