La pequeña Feltre, con su casco antiguo elevado salpicado de palacios del s. XVI, podría rivalizar en notoriedad y oferta turística con poblaciones mucho más populares. Si se pasa por aquí en agosto, cuando el palio anima las estrechas callejuelas adoquinadas, si se visitan sus numerosos museos llenos de obras de arte o si se admira la ciudad desde las mesas de alguna trattoria, degustando sabrosos platos típicos, lo raro será no quedar prendado de su encanto antiguo y su contagiosa vitalidad.