Un viaje de Bilbao a Ferrol en la Feve
Si no se tiene prisa, viajar en tren por la vía estrecha más larga de Europa puede ser justo lo que se necesita. La Feve está formada por tres líneas que trazan una ruta improbable por el norte de España, desde Bilbao (País Vasco) hasta Ferrol (Galicia), y hacen más de cien paradas en las estaciones del camino.
La Feve por Ribadesella, Asturias © MF-Orleans / Shutterstock
La Feve, un tozudo trenecito que circunvala periferias urbanas y núcleos turísticos, se mueve por toscos túneles, cruza abruptos barrancos y pasa bajo los pilares de las carreteras. Hermosamente aislado y satisfecho de su lento avance, sumerge a sus pasajeros en una región de sorprendente verdor y montañas vírgenes, contundentes platos regionales y gente cálida y auténtica.
Paradas de la ruta en tren
El viaje empieza en Bilbao, un descarnado puerto industrial con corazón artístico. Antes de embarcar, conviene dedicar tiempo a recorrer el rompecabezas de arquitectura medieval y vanguardista de la ciudad, donde el gótico del s. XV se mezcla con las maleables placas de titanio del Guggenheim. Los pintxos son aquí parte fundamental de la vida cotidiana.
Estación de tren de Bilbao © PA / CC
Ya desde el principio, el viaje toma una ruta ambiciosa. Los ingenieros ferroviarios suelen elegir la ruta con menos resistencia y, así, construyen las vías siguiendo valles fluviales y curvas de nivel. La Feve, por su parte –no aparece en la mayoría de los mapas de trenes de España, a pesar de ser una división de Renfe Operadora, la compañía estatal– sigue una ruta totalmente errática junto a la costa atlántica y se detiene en andenes de piedra en medio de praderas y en estaciones de color amarillo desvaído con mapas de azulejos agrietados.
Interior de un tren Feve © Falk2 / CC
Construida en 1965, la Feve es un tren local para gente local. Al pasar por las ciudades, se comparte vagón con trabajadores que van pendientes de sus móviles. Pero pronto se incorporan aldeanos de camino a la carnicería o a llevar el perro al veterinario. Para las comunidades rurales, es una forma de recurrir a los servicios de las ciudades cercanas y, al mismo tiempo, ponerse al día de los cotilleos.
Al salir de Bilbao, conviene sentarse a la derecha del tren, mirando hacia atrás, y ver cómo se alejan los barrios periféricos mientras la línea serpentea tierra adentro antes de que unas grúas enormes y un amplio estuario anuncien la llegada a Santander. Con sus fachadas belle époque, amplias avenidas y plazas arboladas, la capital cántabra, llena de personalidad, está hecha para días cálidos y tranquilos.
Estación de tren de Cabezón de la Sal, Cantabria © Juenti el toju / CC
Tras 1 hora de viaje, el tren llega al apacible pueblo de Cabezón de la Sal, que debe su nombre a sus antiguos mercados romanos de la sal. Las callejuelas discurren entre viejas casas señoriales cuyos vetustos balcones se decoran ahora con ropa tendida.
Al entrar en Asturias, no hay que perderse Ribadesella, un pueblo costero con los pies en el suelo junto a las curvas del río Sella. Aquí, los expertos escanciadores de sidra decantan la bebida local y es posible hartarse de comer mejillones en las terrazas de los modestos bares del paseo. Después, un paseo por una avenida de ornamentadas mansiones de indianos, construidas por emigrantes asturianos que volvían enriquecidos de las Américas.
Paseo marítimo de Ribadesella, Asturias © carlos castilla / Shutterstock
Los Picos de Europa, esas cimas de caliza erosionadas hasta formar grutas y flautas verticales, dibujan una línea escarpada en el horizonte mientras la Feve toma una ruta aún más agreste. Las casas de tejados rojos y los hórreos salpican los campos, los piragüistas surcan los rápidos del río Sella, que discurre más abajo y los lugareños beben sidra casera en los andenes. A estas alturas, el viajero se da cuenta de que se ha enamorado de este modesto trenecito, que se resiste con tenacidad a la aceleración de la vida moderna, totalmente impasible ante las autovías que han crecido a su alrededor.
Asturias es famosa por sus quesos madurados en cuevas y sus platos fuertes y contundentes, como la fabada. En alguna de las muchas tiendas de delicatesen de Oviedo se puede llenar la maleta de ingredientes para elaborarla, envasados al vacío. Después la ruta se dirige al oeste y empieza a presumir (con bastante razón): pasa bajo puentes de carretera patilargos, cruza profundos valles y para en andenes diminutos en mitad de ninguna parte.
Praia do Picón, A Coruña © KristofBellens / Shutterstock
Los desgarbados eucaliptos hacen cosquillas en los cristales al acercarse el tren a la costa virgen de Galicia, donde resulta tentador bajarse en alguna de las pequeñas estaciones. Desde Loiba, hay 2 km a pie hasta la espectacular Praia do Picón, donde recostarse en el “banco más bonito del mundo” y ver las olas chocar contra los acantilados de granito inclinados.
En el camino a Ferrol, las Rías Altas –la mitad oriental de la costa norte de Galicia– se unen a rías similares a los fiordos, por las que pasan pocos turistas. La gente del lugar dice que es un sitio tan tranquilo que hasta los castaños se quedan dormidos.
Estación de la Feve en Ferrol © Drowmale / CC
Vida a bordo de la Feve
La Feve no tiene ningún lujo; es un tren local para gente local. Sin embargo, los asientos son cómodos, las vistas son magníficas y a menudo se tendrá todo el vagón para uno solo.
No hay vagón bar, pero es el motivo perfecto para bajarse y disfrutar de las infinitas especialidades locales. Conviene llevar tentempiés y prepararse para horarios poco fiables. Si un tren no llega, seguro que pronto aparecerá un autobús o taxi.
Y si se quiere viajar en tren con más lujo...
Transcantábrico © www.renfe.com
El lujoso tren hotel Transcantábrico atraviesa toda la costa norte de España en un viaje de siete noches que incluye excursiones diarias. Sus pasajeros disponen de asientos de cuero, duchas con hidromasaje, biblioteca, coche salón y gintónics. Más información en www.renfe.com/trenesturisticos.
Cómo hacer realidad el viaje en tren de Bilbao a Ferrol
De Bilbao a Santander hay tres trenes diarios; entre Santander y Cabezón de la Sal, cada hora; de Santander a Oviedo y de Oviedo a Ferrol, dos diarios. El sistema Feve es independiente de Renfe y suele tener su propia estación. Se pueden consultar los horarios de tren en www.renfe.com y luego comprar los billetes en la estación.
La tarjeta FEVERail permite viajar en tren de forma ilimitada durante 30 o 60 días, pero suele costar lo mismo comprar billetes sobre la marcha. Para viajar con tranquilidad, deben preverse 4-7 días. En julio y agosto, los días son cálidos; de marzo a mayo y en septiembre y octubre hay menos aglomeraciones.
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