2ª parte de un paseo por toda la geografía española, de valle en valle
10. La Alpujarra y el valle de Lecrín, refugio bereber (Granada)
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La Alpujarra granadina, al sur de Sierra Nevada, es famosa por sus pueblos encalados de calles empedradas, su visible pasado bereber y su paisaje montañoso. Sus poblaciones más conocidas son Lanjarón, famosa por sus aguas medicinales, Pampaneira, con unas vistas maravillosas del valle, Órgiva, enclave de costumbres moriscas, o Capileira, donde parte el mítico GR-240.
Uno de los parajes más visitados es el barranco de Poqueira, donde se suele partir de Pampaneira para subir por el Camino Real a Bubión y Capileira. El colofón del viaje puede ser Trévelez, el pueblo más alto de España, con sus casas encaladas y de pizarra escalonadas sobre las laderas.
El vecino y fértil valle de Lecrín, recorrido por tres ríos (Dúrcal, Torrente y Santo), da cobijo a poblaciones menos turísticas, como Albuñuelas, Dúrcal, Lecrín o El Padul. Están rodeadas de naranjos y limoneros, y en ellas pueden verse molinos de aceite, baños árabes, castillos en ruinas y cortijos con encanto.
11. Valle del Genal y Serranía de Ronda, entre pueblos blancos (Málaga)
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El río Genal cruza una de las comarcas malagueñas más llamativas, con sus pueblos blancos y parajes bellísimos, sobre todo en otoño, con sus bosques de castaños teñidos de cobre y amarillo. En la comarca de la Serranía de Ronda destacan Jubrique, Genalguacil, un pueblo de artistas, Algatocín, Benalauría, pueblo coqueto con un museo etnográfico para recordar las labores del campo de antaño, Benadalid, con miradores para disfrutar del colorido del valle, Benarrabá, con bonitos senderos junto al río y un ambiente rural, Gaucín, con casas señoriales y rodeado por alcornoques, acebuches y encinas, Alpandeire, con su iglesia de San Antonio de Padua, conocida como la "catedral de la serranía”, o Júzcar, el Pueblo Pitufo, que cambia el blanco tradicional por un alucinante azul.
Ronda, uno de los pueblos más espectaculares de la península, está dividido en dos por el desfiladero del Guadalevín, también llamado Tajo de Ronda, de casi 100 m de caída. El imponente Puente Nuevo de Ronda, del s. XVIII, salva el vertiginoso Tajo, separando la parte nueva, al norte, de la vieja, al sur. Para empaparse del espíritu de la ciudad hay que pasear por sus callejas de la época andalusí, salpicadas de elegantes mansiones renacentistas e interesantes museos.
12. Valle del Jerte, el valle de las cerezas (Cáceres)
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Desde mediados de marzo hasta finales de abril, el valle del Jerte se cubre de blanco con la floración del cerezo, una gran fiesta que atrae a miles de visitantes. Al margen de estos días bulliciosos, este rincón ofrece paisaje inolvidables.
En otoño, por ejemplo, la combinación de ocres y verdes anima a hacer alguna de las muchas rutas de senderismo por la zona, como la que recorre los Castaños Centenarios, cerca de Casas del Castañar, o la que lleva a Los Pilones en la Reserva Natural de la Garganta de los Infiernos.
El valle del Jerte se abre desde Plasencia hacia el oeste, protegido por los montes de Traslasierra al noreste y la sierra de Tormantos al sureste, lo que crea un microclima más suave y húmedo que los alrededores. A lo largo de las carreteras de acceso se suceden diferentes miradores, desde donde admirar la amplitud del valle; el del Puerto de Tornavacas, el mirador de San Felipe, en Cabezuela del Valle, el de El Cerrillo, en Navaconcejo, o el del Balcón del Valle, en Piornal, son algunos de ellos.
13. Valle del Tiétar y La Vera, un vergel con sabor a pimentón (Ávila y Cáceres)
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El Tiétar riega el sur de la provincia de Ávila, abrigado por la sierra de Gredos, y se adentra en Cáceres por su comarca más famosa, La Vera. Por su particular geografía, el clima es más suave y sus paisajes más frondosos que en el resto de su comunidad autónoma.
La población más importante del Tiétar abulense, Arenas de San Pedro, posee un interesante pasado que se refleja en su puente romano, en el castillo de la Triste Condesa y en el palacio del infante Luis Antonio de Borbón. Destaca también Candeleda, ubicado en un entorno sobrecogedor, con la Casa de las Flores, los santuarios y, sobre todo, las pozas y piscinas naturales de los alrededores. La mancomunidad Barranco de las Cinco Villas ofrece muchas rutas para contemplar y apreciar el paisaje de este valle: cascadas como la del río Arbillas, pueblos que sirven de miradores naturales como Pedro Bernardo, cuevas kársticas como las inmensas cuevas del Águila, cerca de Arenas, e incluso castros y otros vestigios celtas como el castro de El Raso o los famosos Toros de Guisando.
Cuando el Tiétar se adentra en Cáceres se convierte en La Vera, un valle de paisajes rasgados por profundas gargantas, bloques inmensos de granito, cursos de agua que se precipitan por las laderas camino del río y fantásticos mosaicos creados por los pimientos puestos a secar. Salpicado de pueblecitos, las principales localidades son Jarandilla de la Vera, con su castillo de los Condes de Oropesa, hoy Parador Nacional, y Jaraíz de la Vera, capital de la comarca pero con aire de pueblo antiguo. Es también zona con muchas rutas naturales y culturales para recorrerla en coche o a pie.
14. Valle del Lozoya, el oasis madrileño con aires cartujos (Madrid)
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Escondido en la sierra de Guadarrama, el Valle Alto del Lozoya está protegido por altas montañas, que lo delimitan, y alberga el Parque Natural de la Cumbre, Circo y Lagunas de Peñalara.
En el centro del valle se encuentra el municipio de Rascafría, acurrucado en su rincón más estrecho, entre grandes pinares históricos y presidido por un monasterio espectacular, el de Santa María de El Paular, que guarda la magia de los cartujos que lo levantaron en el s. XIV; fue la primera cartuja del Reino de Castilla. Frente al monasterio, el puente del Perdón es punto de entrada a los senderos para excursionistas que discurren por zona boscosa. Diversas rutas que parten de Rascafría llevan hasta la laguna de Peñalara, a las cascadas del Purgatorio o al Carro del Diablo.
A medida que se abre el valle y se deja la sierra atrás, el paisaje es más sereno, con pueblos tranquilos, como Alameda del Valle, envuelto por magníficas huertas, dehesas y pinares, o Pinilla del Valle, rodeado de arroyos y un agradable entorno rural.
15. Valle del Alto Tajo, tierra de gancheros (Guadalajara)
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El Parque Natural del Alto Tajo, en el noreste de Guadalajara y fronterizo con las provincias de Cuenca y de Teruel, es uno de los últimos territorios “salvajes” de la península. Sus más de 100 000 Ha presentan un territorio de abrupto relieve y un curioso mosaico de hoces y barrancos, sierras y bosques y, sobre todo, arroyos y riachuelos que han ido labrando profundas gargantas.
El Alto Tajo forma parte de la Red Global de Geoparques de la Unesco por su gran geodiversidad y por la espectacularidad de sus paisajes, como los cañones de los ríos Tajo y Gallo, el Río de Piedras de Orea, formado por bloques de piedra cuarcita sobre la ladera, o el valle del Mesa.
Es imprescindible recorrer sus senderos y veredas para descubrir sus paisajes solitarios. El parque cuenta con 11 rutas oficiales señalizadas además de una red de 9 georutas para descubrir su valioso patrimonio geológico. La ruta circular del Barranco de la Virgen de la Hoz lleva a los cañones de los ríos Gallo, Tajo y Arandilla atravesando bosques de ribera y observando alimoches, buitres o incluso algún halcón peregrino. La Ruta del Hundido de Armallones, desde Ocentejo, resulta espectacular, igual que la Ruta de los Miradores del Tajo, puerta de entrada a los mejores observatorios sobre el Tajo y el Cabrillas; la Ruta de la Sierra, circular, perfecta para recorrer en bicicleta, y la del Salto de Poveda, que coincide en parte con el GR-113.
16. Los Arribes del Duero, la frontera encajonada (Salamanca, Zamora)
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Por su espectacularidad y por sus paredes casi verticales, hay quien ha llegado a denominar a los Arribes del Duero “los fiordos” de Castilla y León. Parque natural desde el 2002, el río Duero ha modelado su paisaje casi inhóspito al encajonarse y serpentear entre las escarpadas paredes de piedra. Es un valle único, perfecto para recorrer en barco, pero también para conducir por sus curvas y pendientes o para descubrir a pie por alguno de los muchos senderos que transcurren junto a las hoces del río, con vistas impresionantes.
Algunos de sus paisajes más destacables se encuentran en los barrancos y desfiladeros de los ríos Duero, Huebra y Uces, como el denominado Pozo de los Humos, en el Uces, una de las cascadas más espectaculares del país, de 50 m de caída.
De Aldeadávila, población salmantina fronteriza, parten los barcos turísticos para recorrer el río y también varios senderos, ideales para observar aves rapaces y la asombrosa presa de Aldeadávila, que da cierto vértigo. El pueblo zamorano de Fermoselle es la otra “capital” de la zona.
17. Valle de la Orotava, un jardín tropical a la sombra del Teide (Tenerife)
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En el norte de Tenerife y a la sombra del Teide, el valle de la Orotava desciende con pendientes poco pronunciadas, cubierto de plantaciones de plátanos y de viñedos, y enmarcado por montañas cubiertas de pinos y abruptos acantilados. Es el escenario canario por excelencia para hacer senderismo por los muchos caminos que recorren el valle. Paradas obligadas son el mirador de Humboldt, con una amplia panorámica sobre el valle, algunas playas de arena volcánica como las de El Rincón o Martín Alonso, y la ciudad histórica de La Orotava.
Con su arquitectura típicamente canaria, la capital del valle agrupa las mejores muestras de la arquitectura civil y religiosa de Canarias: calles empedradas y empinadas, plazas llenas de flores, casonas nobles, iglesias y mansiones en una de las zonas más prósperas de la isla desde el s. XVII, cuando se construyeron la mayoría de ellas.
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