No sabía que a los perros les gustara el pescado. Quizá es por ignorancia. O por no haber tenido nunca perro. Pero cuando vi en Noruega a unos huskies dando buena cuenta de los trozos de salmón que les acababan de echar sus cuidadores, la escena me sorprendió. Era la recompensa después del trabajo. Sasha, Dielko, Talvi, Obelix y Vettle eran algunos de los fantásticos animales que habían tirado de nuestros trineos sobre un lado helado en el Ártico noruego.
Kirkenes en una de las más remotas ciudades de la Noruega peninsular. Hasta aquí llego en el Expreso del Litoral, los barcos de la compañía Hurtigruten que recorren la costa de este país desde Bergen hasta el extremo norte. Hace días que superamos el Círculo Polar Ártico. Situada junto al mar de Barents, a 15 kilómetros de Kirkenes está ya la frontera con Rusia. Por tanto, no hace falta decir que aquí, en invierno, hace frío.
Mucho frío. Y por eso la naturaleza es espectacular. Con el paisaje cubierto de nieve y temperaturas bajo cero, los lagos helados son uno de los escenarios ideales para recorrer en un trineo de perros. En el parque Gabba, junto al hotel de hielo de Kirkenes, esperan un centenar de estos animales. Algunos ya atados a los arneses, nerviosos e inquietos. Serán nuestra fuerza para volar sobre la capa de hielo de unos 25 centímetros de grosor que cubre el lago.
Nos acomodamos de dos en dos en cada trineo además del piloto, el musher, que será quien maneje a los perros. Porque, aunque no es una práctica peligrosa, controlar ocho perros tirando de ti requiere una cierta pericia y no es difícil volcar en los giros. Una mala caída puede hacer que el trineo ocasione alguna fractura indeseada en pleno viaje.
Nos deslizamos velozmente por la superficie del lago. También por sus orillas, entre los árboles. Todo cubierto de blanco. El roce del trineo en la nieve y los ladridos de los perros son el único sonido que escuchamos. Son poco más de las tres de la tarde y el sol ya comienza a ocultarse en pleno febrero ártico. Pese a la pericia de nuestra musher, volcamos un par de veces, afortunadamente sin consecuencias gracias a la mullida capa de nieve. Al terminar la carrera, los preciosos perros huskies devoran trozos de salmón crudo. La grasa de este pescado es un elemento fundamental para que estos perros estén protegidos contra el frío.
Es una pena que mi estancia en Kirkenes no sea algo más prolongada: no debe ser complicado manejar uno de estos trineos con unas pocas nociones. Kirkenes es una pequeña ciudad de unos 5000 habitantes. Además de disfrutar del paseo en el trineo, el viajero puede llegar en moto de nieve al centro de un fiordo helado donde se cría el cangrejo real en una especie de batea y, si la noche es despejada y fría, tener la suerte de contemplar auroras boreales en la época adecuada del año, la mejor, entre enero y febrero.
Kirkenes es, desde 1914, la última parada (o la primera, si se hace en sentido inverso) del llamado Expreso del Litoral, los cruceros que la compañía Hurtigruten realizan por la costa más salvaje de Noruega. No son cruceros al uso, no hay grandes lujos, ni cines, ni casinos... Aunque sí una excelente comida y una gran selección de vinos. Son viajes relajados donde el espectáculo es la naturaleza. Estamos en el norte del norte. Un poco más allá sólo queda el Ártico.
Texto y fotos: Marino Holgado
Más información: http://hurtigrutenspain.com/es/index.php