Saint-Louis, el África tranquila

©
Las barcas de pesca en la playa de Guet Ndar, Saint-Louis, África

En el extremo norte de la costa de Senegal aparece, de repente, un largo puente de 507 metros de largo, con siete arcos de hierro. Diseñado por Gustave Eiffel, el Pont Faidherbe es la única entrada, desde hace 116 años, a la isla de Saint-Louis. Con sus dos kilómetros de largo y 400 metros de ancho, en medio del río Senegal, la isla es el centro histórico de la ciudad de Saint-Louis: casas color pastel, diseño colonial francés, ambiente relajado, calles tranquilas y un pasado de importancia en la historia de África occidental.

Por alguna razón, en 1659 un grupo de marineros franceses se fijaron en esta isla en medio del río Senegal, en un tramo que discurre en paralelo al océano hasta su desembocadura, para levantar aquí la primera ciudad fundada por europeos en el África occidental y que fue capital de la colonia francesa en esta zona hasta 1902. De esa herencia francesa conserva su trazado en cuadrícula, sus casas de dos pisos con balconadas de madera y balaustradas de hierro forjado, muchas en ocre, rosa y otros colores pastel. También sus edificios más importantes, la mayoría de principios del siglo XIX, entre ellos la catedral de 1828. La herencia africana podría ser el ambiente tranquilo, la ausencia de prisas, el entorno natural, la comida y vida bulliciosa de su barrio de pescadores.

Porque si avanzamos un poco más y cruzamos alguno de los puentes que salen en dirección al océano, llegaremos a Ndar Tout y Guet Ndar, las barriadas de pescadores de Saint-Louis levantadas sobre una lengua de arena. Aquí no hay rastro de ese pasado colonial, esto es África pura. 45.000 personas conviven en una estrecha franja entre el río Senegal y el océano Atlántico en cinco calles paralelas, no dan para más sus 300 metros de anchura. En su kilométrica playa (olvídense de tomar el sol y bañarse) se alinean centenares de cayucos, las alargadas embarcaciones de pesca pintadas de mil colores. Los mismos en los que muchos jóvenes intentan llegar a Europa de forma clandestina tras una larga travesía. Saint Louis fue hace siete años uno de los lugares de salida habitual de esa incierta aventura hacia la próspera Europa.

Si caminamos por la costa hacia el norte desde la última calle, a poco más de un kilómetro nos toparemos con la invisible frontera de Mauritania. Si lo hacemos hacia el sur, nos encontraremos algunos de los hoteles vacacionales en la costa preferidos por los extranjeros.

Aunque si prefiere vivir la esencia africana, hay otros lugares donde alojarse en pleno centro colonial. Uno de ellos el mítico Hôtel de la Poste, que da cobijo desde mediados del siglo XIX. Aquí se alojaban los pilotos de Aéropostale, la legendaria compañía francesa de correos, que hacían la línea Toulouse-Saint Louis sin escalas, inaugurada en 1927. El sonido de los pioneros aviones de hélices era entonces frecuente en esta ciudad. Tres años después, la línea se amplía desde aquí hasta Natal, en Brasil. Un piloto legendario en Francia, Jean Mermez, tenía prácticamente habitación fija en este hotel. Algunos dicen que también estuvo por aquí otro piloto mítico de esa misma compañía, Antoine de Saint-Exupéry.

La noche de Saint-Louis ofrece un puñado de garitos donde tomar una cerveza bien fría y escuchar música, ritmos africanos y foráneos. Desde hace 20 años la ciudad organiza un reconocido festival de jazz en el mes de mayo que acoge todo tipo de músicas que puedan tener cabida bajo esa denominación.

Image
Casas coloniales en Saint-Louis

Saint Louis entró en una letárgica decadencia cuando perdió la capitalidad en favor de Dakar en 1902. Eso ha permitido que conserve su autenticidad, su aire de abandono, sus calles vacías a la hora en que más aprieta el calor, su colorista bullicio a la hora en que llegan los cayucos y hay que desembarcar la pesca... Es un acogedor destino fuera de ruta donde el viajero podrá apreciar África con tranquilidad.

Texto y fotos: Marino Holgado