14 rincones de Francia que no hay que perderse
Francia es mucho más que París, los grandes museos, las ciudades más turísticas o sus restaurantes gourmet. En Francia hay rincones bellísimos que podrán llenar una cuenta de Instagram con imágenes que se cubrirán de "likes".
Hay miles de pueblos en Francia, unos más bellos que otros, pero estos 14 tienen algo muy especial, definitivamente… muy francés. Esta es la lista de los pueblos que cortan la respiración.
El pueblo de las velas: Locronan (Bretaña)
Un pueblo peatonal que invita amablemente a aparcar en las afueras para pasear cómodamente por sus calles libres de automóviles. Figura siempre en la lista oficial de los pueblos más bellos de Francia (Les beaux villages de France), y lo tiene bien merecido. Todo aquí está hecho en granito, culminado con tejados negros, como una obra de arte que permite un pintoresco viaje en el tiempo. Tiene menos de 1000 habitantes y un interesante patrimonio arquitectónico muy bien conservado. Su origen está en un oratorio medieval que en el siglo XIII fue elevado a rango de iglesia. Pero su verdadero origen está en la próspera industria de tejido para velas que se estableció en el siglo XV con el fin de equipar a los galeones españoles, los buques de la Armada Invencible, los navíos de la Marina Real Francesa y las carabelas de la Compañía de las Indias. La ciudad más cercana es Quimper.
Un pueblo entre rocas: Les Baux de Provence (Provenza)
Colgado de un antiguo baou (“espolón rocoso de caliza”, en provenzal) este pueblo fortificado es uno de los más visitados de Francia y siempre figura en las listas de los pueblos más encantadores. Las estrechas calles adoquinadas peatonales ascienden, bordeadas de casas antiguas, hasta un espléndido castillo en ruinas que corona el pueblo. Levantado en el siglo X, quedó destruido en 1663. Hoy se puede visitar lo que queda de él e incluso descender a sus mazmorras. Aquí está también uno de los restaurantes legendarios de la Provenza, L’Oustau de Baumanière, que sirve una refinada cocina bajo bóvedas de piedra. La ciudad más cercana es Arles.
Como una postal entre viñedos: Riquewhir (Alsacia)
La ruta del vino de Alsacia es una de las más irresistibles de toda Francia. Es difícil decidir cuál de sus pueblos resulta más espectacular pero, aunque la competencia es feroz, posiblemente nos quedaríamos con Riquewhir. Las murallas medievales encierran un centro ideal para pasear, un laberinto de callejones tortuosos, patios ocultos y casas con entramado de madera, cada una más bonita que la anterior. Este aspecto de bombonera le convierte en un pueblo muy popular y visitado, por lo que mejor llegar a primera hora de la mañana o al atardecer para apreciarla con tranquilidad. La ciudad más cercana es Colmar.
Vinos en un cuento de Navidad: Eguisheim (Alsacia)
Otro pueblo alsaciano que obliga a hacer un alto es Eguisheim, que también figura siempre en las listas de los pueblos más bellos de Francia. Este pueblo del Alto Rin, en Alsacia, es como un cuento de Navidad, con sus casas entramadas, sus torres y sus fuentes. No falta nada, ni mercado, ni iglesias ni su dosis de nieve por navidad. Esta pequeña joya, a unos 7 kilómetros al sur de Colmar, fue lugar de nacimiento del papa San León IX. En su día fue famosa por tres torres que hacían las veces de reloj de sol para los trabajadores de la llanura, pero ahora están en ruinas. Lo mejor para disfrutar del lugar es seguir el Camino de Ronda, un circuito con flechas que llevará entre estrechas calles adoquinadas y casas con abundantes detalles arquitectónicos (balcones, miradores, entramados de madera, aguilones).
Un pueblo para los cinco sentidos: Yvoire (Alpes Franceses)
Este bello pueblo medieval, 16 km al oeste de Thonon en la orilla del lago Lemán, es una buena excursión para pasar el día. Es un derroche de torretas, casas de adobe y calles adornadas de geranios. Para familiarizarse con sus 700 años de historia existe un circuito de visita guiada.
A la sombra de un castillo del siglo XIV y cercado por muros, el Jardín des Cinq Sens resulta atractivo a la vista, al tacto, al oído (agua que borbotea), al olfato (fragrantes jardines) y al gusto (plantas comestibles).
Los más bellos pueblos de la Belle France (Lemosín, Dordoña y Lot)
Lemosín, Dordoña y Lot son tres departamentos del sur de Francia que se conocen como la Belle France, esa Francia soñada de châteaux y pueblos medievales al borde de ríos surcados por gabaches (barcazas), con sus mercados llenos de foie-gras, trufas y magníficos vinos.
Esta es una selección de algunos de los más bellos:
- Collonges-la-Rouge tiene como seña de identidad sus casas de piedra roja y una iglesia del siglo XI que asoma entre sus callejuelas. Resulta muy agradable curiosear sus tiendas de artesanía y hacer un alto en su conjunto de cafés y restaurantes tradicionales. Eso sí, conviene hacerlo pronto porque a lo largo del día se llena de turistas.
- St-Cirq Lapopie, en el valle del Lot, es un pueblo de postal, con tejados rojos, en lo alto del valle del Lot, repleto de estudios de artistas instalados en sus casas de aldea. Sus vistas desde lo alto del pueblo son realmente espectaculares.
- Brantome es conocida como la Venecia del Périgord. Los cruceros de placer surcan las aguas del río Dronne que atraviesa el pueblo. Con sus cinco puentes medievales y su romántica arquitectura, se ha ganado su fama de ser uno de los más bellos pueblos del país. Está además rodeado de bosques y jardines.
- Gimel-les-Cascades se presenta como un batiburrillo de casitas cubiertas de flores y tejados de pizarra. Este precioso pueblo es también conocido y visitado por sus pintorescas cascadas.
- Domme es otro de los pueblos que no conviene pasar por alto en el valle del Dordoña. Domina una vista increíble desde un vertiginoso afloramiento sobre el río. Es además una de las bastides (fortalezas) mejor conservadas de la región porque conserva casi todas sus murallas del siglo XIII y tres puertas originales. La carretera para llegar no es fácil, pero merece la pena. Un encanto añadido son sus grutas naturales, con estalactitas y estalagmitas, que se extienden bajo el pueblo.
- Najac está enclavado bajo un castillo de cuento de hadas en una remota zona de la campiña. Es el escenario perfecto para recrear Camelot: situado en un risco sobre el río Aveyron, su castillo tiene unas vistas espectaculares sobre la campiña. La plaza central está rodeada por casas de entramado de madera medievales. No falta ni un detalle para que todo el que pase califique a Najac de pueblo encantador.
Un pueblo dorado: Saint-Émilion (Costa atlántica)
Si lo que nos gusta son los pueblos con viñedos (y con buen vino), Saint-Émilion puede ser la elección perfecta. Este pueblo medieval de calles adoquinadas está a unos 40 km al este de Burdeos, entre unos viñedos famosos por sus tintos vigorosos y de tonos oscuros. Desde que el monje benedictino Émilion se instaló en una cueva, allá por el siglo XVIII, ha sido una parada habitual en las rutas de peregrinaje. Hoy los que acuden son hordas de turistas, pero merece la pena disfrutar de su magia, sobre todo cuando el sol se pone sobre el valle y los edificios de caliza dorada resplandecen con una especie de aureola dorada. Las catas en sus bodegas y los circuitos de excursionismo por esta zona del país, declarada Patrimonio Mundial, son los grandes atractivos añadidos a un día en este pueblo atlántico.
Peregrinos (o no) en Saint-Jean-Pied-de-Port (País Vasco francés)
Todos los que hacen el Camino de Santiago conocen, al menos de nombre, este pueblo del País Vasco francés, que durante siglos ha sido la última parada en Francia para los peregrinos jacobeos. Está a un tiro de piedra desde Bayona y solo a 8 kms de la frontera con España. Y merece la pena, aunque solo por pasear por su viejo barrio amurallado, entre calles adoquinadas, balcones llenos de geranios y tiendas pintorescas. Lo más fotogénico es el Puente Viejo, desde donde se domina la vista de las casas encaladas con balcones, asomadas a agua. Otra vista irrepetible se obtiene desde lo alto de la enorme ciudadela construida por Vauban en el siglo XVII. Hoy es un colegio y no está abierto al público, pero merece la pena subir hasta allí.
Dominando el Mediterráneo: Roquebrune-Cap-Martin (Costa Azul)
En la Costa Azul también es complicado seleccionar un solo pueblo pero Roquebrune tiene muchos puntos. El pueblo se alza sobre el bellísimo cabo Martin gracias a innumerables y muy empinados escalones. Es un lugar delicioso, sin apenas tiendas de recuerdos y con un castillo del siglo X que evoca como era la vida en la Edad Media. De todas sus calles empinadas y tortuosas, la más impresionante es Rue Moncollet, con sus pasadizos de arcos y unas escaleras excavadas en la roca. Desde la plaza principal se dominan unas vistas magníficas de la zona, y lo mismo desde el restaurante Les Deux Frères, disfrutando de una buena mesa gourmet.