Sistema de Parques Nacionales Naturales (PNN) de Colombia

Escrito por
Ocean Malandra, autor de Lonely Planet

10 Noviembre 2022
10 min de lectura
© Scott Biales DitchTheMap/Shutterstock
Ciudad Perdida, Colombia

Por qué visitar los PNN de Colombia

En términos de esplendor natural, Colombia juega en otra liga al presumir de playas caribeñas, elevados picos andinos, frondosas extensiones de selva amazónica, áridos desiertos costeros y muchas otras maravillas; de hecho, ostenta el récord mundial de país con mayor biodiversidad por kilómetro cuadrado. Juntos, los 59 magníficos parques que conforman el sistema de Parques Nacionales Naturales (PNN) de Colombia ofrecen un abanico de actividades al aire libre sin igual en todo el planeta. En el itinerario de cuatro días propuesto tan solo da tiempo a visitar dos lugares destacados de esta incomparable red: el Parque Nacional Natural Tayrona y el valle de Cocora. Sin embargo, este “dúo dinámico” revelará al viajero dos ecosistemas y regiones culturales completamente diferentes que lo dejarán con ganas de seguir explorando.
 

Cuándo ir

Colombia, país tropical próximo al ecuador terrestre, goza de buen tiempo casi todo el año, aunque algunos meses son más lluviosos que otros.

  • La época idónea para visitar la costa caribeña es de diciembre a marzo, pero téngase en cuenta que el Parque Nacional Natural Tayrona suele cerrar durante el mes de febrero para dar descanso a sus guardas indígenas.
  • Es recomendable acudir al valle de Cocora entre mayo y agosto (el verano tradicional) aprovechando las temperaturas más cálidas.
  • Se aconseja evitar la temporada baja (ago-nov), ya que trae consigo lluvias intensas en la costa caribeña y un clima frío en regiones montañosas interiores como la de Quindío.

 

Presupuesto diario

  • Habitación doble en hotel de precio medio, cabaña o “ecohab”: 30-50 €
  • Cena en un restaurante local: 10-15 €
  • Entrada a un museo: 2-5 €
  • Copa de vino: 5 €
  • Pinta de cerveza: 3 €

 

Itinerarios perfectos


Cuatro días para familiarizarse con el sistema de Parques Nacionales Naturales (PNN) de Colombia

Primer día: Explorar la accidentada costa caribeña

El recorrido empieza en Santa Marta, bonita ciudad de tamaño mediano enclavada en una hermosa bahía junto al Parque Nacional Natural Tayrona. Esta escabrosa zona salvaje bañada por el mar Caribe ocupa la falda de la mayor cordillera costera del mundo, Sierra Nevada de Santa Marta. Gracias a su topografía única, con montañas cubiertas de jungla que descienden abruptamente hacia las aguas turquesas del mar, el parque se caracteriza por escarpaduras y calas imposibles de encontrar en otros tramos del litoral caribeño de América Latina.

Se comienza el día desayunando en Ikaro, local ubicado en una calle peatonal del coqueto casco histórico colonial de Santa Marta, la ciudad más antigua de Sudamérica. Se puede disfrutar de un café orgánico (elaborado con granos cultivados en las sierras cercanas), una tortilla y un bol de açaí en un ambiente atractivo que evoca la selva con una pared cubierta de plantas y jardineras en la parte exterior. A continuación se pasea hasta el arbolado Parque de Los Novios y el malecón de Santa Marta, donde los niños juguetean en el agua, para admirar las vistas panorámicas de la bahía, el muelle y las incontables embarcaciones.

Este es un buen sitio para tomar un taxi al mercado de Santa Marta (10 min, máx. 6 €), donde abastecerse de fruta fresca y todo lo que se quiera comer dentro del parque aparte de lo que incluya la carta del restaurante a pie de playa. Los autobuses que llevan a Tayrona salen cada media hora de una pequeña estación situada detrás del mercado y paran en El Zaino, la entrada principal del parque (45 min, 5€). Se aconseja partir lo antes posible para emprender la excursión temprano, ya que la temperatura sube al mediodía.

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Iguana verde en el Parque Nacional Natural Tayrona. © streetflash / Shutterstock

Iguana verde en el Parque Nacional Natural Tayrona. © streetflash / Shutterstock

En El Zaino (que también cuenta con aparcamiento para quienes llegan en coche), se debe abonar 15 € para acceder al parque. Una vez pagada la entrada, se va caminando o en colectivo (autobús) hasta la orilla y la primera zona de acampada en Cañaveral. Si se dispone de poco tiempo, se puede pernoctar en uno de los “ecohabs”, alojamientos que imitan las casas con techo de paja de la antigua civilización tairona y brindan vistas sensacionales del mar Caribe. No obstante, merece la pena avanzar por la senda costera que conduce a los campamentos de Arrecifes y, sobre todo, Cabo San Juan. En el parque se encuentran desde cabañas hasta tiendas de alquiler, pero también se puede llevar el equipo propio y acampar libremente.

Durante las 2 h de caminata de Cañaveral a Cabo San Juan se atraviesa una espesa selva tropical pasando por varios miradores espectaculares que se asoman al mar de color turquesa; hay que prestar atención para tratar de avistar fauna exótica como tamarinos e iguanas verdes. Cuando se alcance el destino, se puede alquilar una tienda o incluso una hamaca ante las olas que acarician la orilla. El restaurante del lugar sirve pescado y marisco frescos como pargo, mojarra y cócteles de gambas.

 

Segundo día: Nadar, practicar excursionismo y descubrir una ciudad oculta

Nada más levantarse, hay que darse un baño en las aguas cristalinas del mar Caribe a pocos pasos de la tienda y llenarse el estómago con un desayuno contundente en el restaurante o echando mano de las provisiones. Los amantes de la playa querrán seguir la costa hacia el oeste desde Cabo San Juan para echar un vistazo a Playa Cristal, localizada en una pequeña bahía resguardada cuyas aguas calmas son perfectas para practicar el buceo con tubo. Más al oeste se halla la salvaje Playa Brava (ojo con las peligrosísimas olas), mientras que Playa Nudista, la única del parque de este tipo, se ubica al este.

Otra opción es realizar una excursión de 2 h tierra adentro hasta Pueblito, un yacimiento arqueológico con los restos de un otrora bullicioso poblado tairona. De camino es probable ver muchos animales, incluyendo iguanas y basiliscos (lagartos capaces de correr sobre el agua de estanques y ríos). Además, habitan jaguares y monos aulladores, aunque los primeros rara vez se dejan ver y los segundos se identifican más a menudo con el oído. También se puede partir de Playa Brava, pero hay que llevar mucha agua y crema solar porque se tarda entre 4 y 5 h en ir y volver.

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Hombre kogui, descendiente de los taironas. ©Kris Davidson/Lonely Planet

Hombre kogui, descendiente de los taironas. ©Kris Davidson/Lonely Planet

Los taironas fueron una antigua y avanzada civilización cuyos descendientes, los koguis, aún viven en la parte alta de Sierra Nevada de Santa Marta y administran el parque. Se pueden organizar excursiones de cuatro o cinco días desde Santa Marta al yacimiento Ciudad Perdida, más grande y a mayor altura. Apodado “el Machu Picchu de Colombia”, este asentamiento de piedra en terrazas se construyó hacia el 800 d.C. y presenta varias plazas circulares con vistas arrebatadoras de las montañas cubiertas de jungla.

Tras almorzar (en el restaurante o con las provisiones), es hora de regresar a Santa Marta por el mismo camino. Hay que intentar llegar a la aldea pesquera de Taganga (a apenas 15 min de Santa Marta en taxi o autobús) a tiempo para contemplar la puesta de sol en su majestuosa bahía dominada por acantilados. Una serie de restaurantes sencillos próximos al mar sirven platos de pescado y marisco frescos según las capturas del día. Se pide una cerveza fresca o un cóctel Coco Loco y se descansa después de esta primera aventura por un parque nacional.

 

Tercer día: Sumergirse en la cultura del café

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Finca de café en Salento. ©Kris Davidson/Lonely Planet

Finca de café en Salento. ©Kris Davidson/Lonely Planet

Se toma un vuelo a primera hora de la mañana de Santa Marta o Cartagena a Armenia, la capital del departamento de Quindío, célebre por cultivar un café excelente. Armenia también acoge el Jardín Botánico del Quindío (10 €), donde se encuentra un fabuloso mariposario con forma de mariposa gigante que ocupa 680 m2 y es el hogar de casi 200 especies de estos lepidópteros, incluidas la enorme e iridiscente mariposa morfo azul y la mariposa cristal (Greta oto) de alas transparentes.

Se va a la estación de autobuses de Armenia y se toma uno a Salento (salidas cada 20 min, 5 €) que serpentea durante 1 h por el precioso paisaje de montaña tropical del eje cafetero. Salento, uno de los pueblos más bellos de Colombia, tiene un casco histórico barroco lleno de coloridos edificios con balcones en cuyo centro se halla una animada plaza rodeada de cafés y restaurantes.

Se pasa la tarde en este municipio de tradición cafetera. El ascenso de 20 min al mirador de la calle 6 se verá recompensado con unas vistas fantásticas del pueblo, así como de las verdes montañas y de los terrenos salpicados de fincas de café de los alrededores.

Es muy recomendable visitar una plantación de café. Se puede reservar con antelación un circuito guiado por una pequeña finca de gestión familiar en la zona, donde también aguardan cascadas (como la de Santa Rita, situada a 10 min del centro en una reserva privada con rutas de senderismo), numerosas tiendas de artesanía (la región es famosa por sus objetos de madera labrados a mano) y las encantadoras callejuelas de este pueblecito de postal. No hay que marcharse de Salento sin tomar un café en Café Jesús Martín, propiedad del “hombre que salvó el café colombiano”: hace años, Martín se negó a exportar sus mejores granos y decidió tostarlos y servirlos enseguida iniciando así una moda nacional que lo convirtió en una leyenda.

Por la noche hay que ir a la plaza central para escuchar a los músicos bohemios que tocan la guitarra en directo y probar la comida típica. El eje cafetero tiene fama por las arepas con queso, mientras que Salento es conocido por la trucha lacustre, que se puede degustar al ajillo o a la parrilla. Si se comparte un poco de aguardiente anisado con los lugareños, estos indicarán al viajero el mejor sitio para disfrutar de una cena auténtica, pero no se debe ir a dormir tarde porque el día siguiente será intenso.

 

Cuarto día: Aventurarse por uno de los circuitos de senderismo más épicos de Colombia

Hay que levantarse pronto y atreverse con el épico circuito de senderismo por el valle de Cocora, exuberante y tropical valle montañoso que forma parte del vasto Parque Nacional Natural Los Nevados. Cocora es el hábitat de la gigantesca palma de cera del Quindío: esta especie, que alcanza los 60 m de altura y tan solo crece entre 2000 y 3000 m de altitud, es la palmera más alta del planeta y el árbol nacional de Colombia. Completar el itinerario circular requiere entre 5 y 7 h; conviene llevar calzado adecuado y agua suficiente.

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'Jeeps' aparcados en el valle de Cocora, Colombia. © Rico Markus / Shutterstock

En la plaza central de Salento se sube a un jeep (salidas en cuanto se llenan todas las plazas, 30 min, 3 €) para ir al punto de partida. En cuanto empiece a andar, el viajero se internará en un amplio valle con montañas imponentes en el horizonte y pequeñas granjas por doquier. Este trecho del camino, relativamente llano y uniforme, es idóneo como calentamiento para lo que viene luego. Se paga una tasa simbólica (menos de 1 €) para entrar en el valle y otra para salir, ya que buena parte de la senda atraviesa tierras privadas.

Al cabo de unos 3 km, se deja atrás el valle a medida que el sendero asciende hacia los montes cubiertos por un bosque nuboso. Desde este punto queda una exigente caminata de casi 2 h cuesta arriba (atravesando una densa jungla con pasarelas que cruzan arroyos y granjas pintorescas) para alcanzar la finca ubicada al final de la senda. Durante el recorrido, seguramente se avistarán varias especies espléndidas de colibrí, muchos tucanes y el fabuloso loro orejiamarillo; en el parque también moran osos andinos, pumas y perezosos, aunque se necesitará mucha suerte para entrever alguna de estas elusivas (y peligrosas) criaturas.

En Finca La Montaña esperan vistas asombrosas, así como refrigerios y el almuerzo (se recomienda la trucha local) si se llega hacia las 14.00. El sendero que desciende por el otro lado de la montaña es, para muchos, el plato fuerte de la excursión: se camina bajo las inmensas palmas de cera mecidas por la brisa y junto a riachuelos que zigzaguean por el verde paisaje. También se puede recorrer únicamente esta sección partiendo del final de la senda y no del principio. Hay que tomarse su tiempo para asimilar la belleza de este lugar antes de volver a Salento a pasar la noche.

 

El autor

Ocean Malandra

Soy un periodista ambiental y escritor freelance especializado en viajes y gastronomía oriundo del norte de California que ama la naturaleza, baila salsa, bebe mucho café y lleva más de 20 años explorando América Latina. He vivido en todas partes, desde Río de Janeiro hasta Ciudad de México, pero actualmente resido en Bogotá (Colombia), donde trabajo como autor de las guías Moon sobre este increíble país y como editor de una antología de plantas medicinales. En estos momentos estoy escribiendo una obra de no ficción a modo de memorias que se basa en mis aventuras en este país.

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