Los paisajes volcánicos de la isla más grande de Corea son tan excepcionales que han sido declarados Geoparque Mundial por la Unesco. Muchos turistas los visitan para subir al pico más alto del país, recorrer los senderos de Jeju Olle y sumergirse entre arrecifes de coral rebosantes de fauna marina. A poco más de una hora de vuelo hacia el sur de Seúl se puede apreciar arte contemporáneo, gastronomía deliciosa y playas de ensueño.
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✩ Lo mejor para aliviar el alma a paso lento
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Recorrer senderos costeros y aguas cálidas
Para los coreanos, Jeju-do es un destino vacacional muy popular, pero desde 2007 ha ganado reconocimiento internacional, gracias a las rutas de senderismo de Jeju Olle. Estos senderos, que rodean mayoritariamente la costa de Jeju y tres islas exteriores —entre ellas Gapado— merecen ser conocidos por su belleza natural extraordinaria y su cultura singular. Esta pequeña isla del sur resulta especialmente hermosa en mayo, cuando sus campos, rodeados de muros de piedra, se transforman en un mar ondulante de cebada verde con flores silvestres amarillas. El reto máximo es coronar el Hallasan, el volcan de 1847 metros situado en el centro de Jeju-do. A través de dos rutas que no requieren conocimientos técnicos de escalada, los visitantes pueden llegar a un lago de cráter de aguas muy quietas. También es posible sumergirse en los mares que rodean la ciudad sureña de Seogwipo, cuyas cálidas aguas son perfectas para observar corales blandos, algas y peces tropicales.

Cráter del volcán Hallasan. ©advenshoter/Shutterstock
Descubrir la sorprendente escena artística
Aquí la belleza adopta todas las formas; del mismo modo que la naturaleza inspira, también lo hace la escena artística. De los más destacable de Jeju-si es el Museo Arario, que expone obras de celebridades como Gilbert & George, Damien Hirst y Anselm Kiefer. Por otro lado, se puede visitar el Arte Museum y el Bunker des Lumières, dos experiencias de arte digital que antiguamente fueron una fábrica de altavoces y un búnker encargado de la gestión del sistema de cable submarino.

Museo Bonte en la isla de Jeju. ©bk.photo_o/Shutterstock
Las coloridas obras de los artistas coreanos Lee Jung-seop y Lee Wal-chong llenan las calles y museos de Seogwipo. El Museo Bonte es un elegante conjunto de edificios, diseñados por el arquitecto japonés Tadao Ando, en el que se exhibe artesanía coreana tradicional, así como obras modernas de nombres internacionales como Nam Jun Paik y Yayoi Kusama. Las inimitables figuras rocosas y piedras talladas tradicionales se reúnen en el Jeju Stone Park, un lugar que celebra el legado cultural de la isla. Entre ellas destacan las dol-hareubang, conocidas como «rocas de abuelo» y emblemáticas en el arte folclórico de Jeju. Además, el parque alberga la nueva sala de exposiciones Seolmundae Halmang, dedicada a la fascinante mitología, historia y tradiciones de la isla.
Degustar sabores locales
La visita a Jeju no estaría completa si no se prueba el marisco recién asado en uno de los puestos frente a mar, regentados por las famosas haenyeo, buceadoras que capturan mariscos sumergiéndose a pulmón libre. No hay que perderse el animado mercado Dongmun de Jeju-si o el Seogwipo Maeil Olle, donde se pueden degustar las famosas y jugosas mandarinas de la isla y descubrir delicias como los rollos de col rellenos de cerdo negro.
Momento memorable
Nunca olvidarás la primera vez que veas el majestuoso Seongsan Ilchul-bong, una enorme piedra tallada cubierta de musgo que emerge del mar. Es tradición subir el volcán de 182 metros para ver el amanecer sobre el pueblo costero Seongsan-ri y sus playas con forma de medialuna.
 
       
			 
			 
   
     
     
   
			 
			 
			