Beneficios de los cielos oscuros en la psicología humana

Escrito por
Varios autores de Lonely Planet

25 Septiembre 2020
4 min de lectura
© Anton_Jankovoy_Shutterstock
Gente celebrando la observación de la Vía Láctea, cielos oscuros

Los parajes oscuros y la ecopsicología: un viaje lleno de estímulos

Muchos viajeros no han visto nunca un cielo nocturno sin contaminación lumínica, pero hacerlo ejerce un poderoso impacto, tanto físico como psicológico.

 

En la actualidad, más de la mitad de la población mundial vive en zonas urbanas, y se cree que en las próximas décadas esa cifra aumentará en otros 2500 millones de personas. Por desgracia, el cielo, como tantos recursos naturales, peligra cada vez más en todo el mundo debido a la urbanización del suelo.

Con todo, aún hay parajes oscuros, lugares donde el espectáculo de los cielos acapara toda la atención y cuyos visitantes pueden deleitarse con esa gran maravilla. Recorrer el mundo en busca de parajes oscuros brindará un viaje lleno de satisfacciones a todo el que sienta atracción por la vasta y reluciente Vía Láctea, o ame observar las estrellas o el desplazamiento de los astros en los salares de Bolivia, o perseguir la Cruz del Sur en el hemisferio austral o estudiar el tapiz sobre el monte Bromo en Indonesia... Estos lugares le fascinarán, ya sea un devoto astroturista o un amante insaciable de la astrología.

 

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Observación de cielos oscuros en parajes oscuros

© Anemone / Shutterstock

 

La protección y conservación del cielo nocturno ha inspirado a varios movimientos y asociaciones, como la International Dark-Sky Association (IDA), que colabora con comunidades y gobiernos para designar lugares con cielos oscuros en todo el planeta, garantizando que se mantengan así para las generaciones venideras. A medida que la contaminación lumínica eclipsa la capacidad para ver el cielo nocturno desde casa, es importante proteger las zonas oscuras para disfrutar de sus firmamentos, del mismo modo que los parques nacionales ofrecen acceso a la naturaleza.

Tal vez parezca que, cuanta más luz, más seguridad hay —sobre todo en las ciudades—, pero la luz solo ofrece ventajas si se utiliza como es debido. La contaminación lumínica suele definirse como luz cuyo radio de acción afecta a la oscuridad más allá del área a iluminar. Por ejemplo, encender las luces del coche para iluminar la carretera no es contaminación lumínica, pero iluminar un jardín cuando no hay nadie sí lo es. Numerosos hogares y negocios emplean luz excesiva o no la dirigen de forma eficaz donde se necesita (y solo ahí), por lo que generan contaminación lumínica, lo que afecta a la capacidad para ver el cielo nocturno. Las zonas con más polución lumínica son las áreas urbanas. Los urbanitas están acostumbrados a ver menos de una docena de estrellas de noche, lo cual es un fruto atroz de esa contaminación, pues en un cielo nocturno pueden verse miles de estrellas.

 

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Observación de cielos oscuros en la naturaleza

© Triff / Shutterstock

 

Pero esa polución es más que una molestia para los observadores de astros. Según aumenta la cantidad de luz nocturna, se han descubierto efectos físicos y psicológicos causados por lo que algunos expertos denominan «pérdida de la noche». En cuanto a los efectos físicos, dormimos mucho peor en lugares con demasiada luz. En los humanos, los cuerpos y cerebros están hechos para funcionar de día, por lo que muchos sistemas, como el hormonal, se rigen por patrones de luz y oscuridad. Cuando amanece, lo natural es despertarse y cuando anochece, sentirse cansado y tener ganas de irse a dormir. Al acostarse con demasiada luz, como sucede en las ciudades, puede generar dificultad en conciliar el sueño, alcanzar niveles profundos de sueño, dormir de forma ininterrumpida, hechos que afectan durante el día, pues disminuyen la energía y productividad, y alteran el estado de ánimo.

El ámbito de la ecopsicología estudia el impacto de la naturaleza en la psicología humana, lo que incluye el impacto de la contaminación lumínica y la oscuridad en relación con el bienestar. La falta de oscuridad y de sueño hacen a los humanos más proclives a la depresión. Tal vez se crea que la luz proporciona felicidad, pero de noche ocurre lo contrario. La investigación sugiere que el no poder ver el cielo nocturno disminuye la capacidad de asombro, y reduce la perspectiva del mundo y el lugar que se ocupa en el universo. E incluso hay algún estudio que sugiere que, sin la capacidad de salir y ver ese cielo, las personas se alejan y se pierde la sensación de comunidad. El impacto psicológico de la contaminación lumínica está menos estudiado y documentado que sus efectos medioambientales, pero no hay duda de que perder la oscuridad afecta al ser humano.

 

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Observación de cielos oscuros en familia

© KIDSADA PHOTO / Shutterstock

 

Poder ver el cielo nocturno beneficia; ayuda al cuerpo, al cerebro y la comunidad. A muchos urbanitas les parece imposible dar con un cielo oscuro, pero hay parajes oscuros incluso cerca de grandes áreas metropolitanas, así como en zonas ocultas en los más remotos y hermosos rincones de la Tierra. Según aumentan los viajeros que buscan cielos nocturnos, también lo hacen las oportunidades para el turismo y el desarrollo en sus comunidades y negocios.

Algunos de los lugares más oscuros del mundo, desde desiertos de Oriente Próximo y África meridional a los montes del sureste asiático y Oceanía son especiales para los astrónomos aficionados por ser sedes de fiestas estelares anuales, y los turistas atravesarán de día otros sin saber que pisan suelo sagrado para los observadores de estrellas. El cielo nocturno aguarda al viajero para brindarle sus maravillas, ya persiga los santuarios de cielos nocturnos más cristalinos en islas remotas del globo o solo quiera disfrutar de observar la Vía Láctea. 

 

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