El desierto de Atacama, el más antiguo, alto y seco de Sudamérica
Con sus paisajes lunares, extrañas formas de vida y colores extraterrestres, es lo más cerca que uno va a estar de pisar otro planeta. Y como no podía ser de otra manera, también es uno de los mejores lugares del mundo para la observación astronómica y estrella en Chile del turismo sostenible.
Ventana a las estrellas
El vasto y vacío Atacama, de 1600 km de norte a sur, y del oeste de la costa del Pacífico hacia el este hasta las faldas de los Andes, es un desierto con una soledad acentuada. Al ser una de las zonas menos pobladas del país, es un lugar fantástico para explorar, pero hay otra razón de peso para visitarlo: la claridad de sus cielos nocturnos.
Los cielos del Atacama no tienen ni una sola nube (hay partes del desierto donde cae menos de 1 mm de lluvia al año). Si a ello se suma la falta de contaminación lumínica y la gran altitud (con zonas a más de 4000 m) el resultado es uno de los mejores lugares de la Tierra para contemplar las estrellas.
No ha de sorprender que la región acoja algunos de los observatorios más importantes del mundo, incluido el Atacama Large Millimeter Array (ALMA), el mayor radiotelescopio jamás construido, con 66 antenas parabólicas gigantes que permiten a los astrónomos indagar en algunos de los rincones más insondables y oscuros de la galaxia.
El 2022 deparará un par de eventos astronómicos a tener en cuenta: un eclipse parcial de Sol en abril y otro total de Luna en mayo. Ojalá el cielo esté despejado.
Protección medioambiental en Atacama
Aunque podría parecer que en el desierto de Atacama no habita ni un ser vivo, en realidad es un ecosistema único, valioso y frágil que sustenta una compleja urdimbre de vida.
Pero, a medida que el cambio climático se afianza, el equilibrio que sustenta la vida en el desierto se ve amenazado. Al mismo tiempo, la extracción de minerales –sobre todo nitratos, cobre, yodo y litio (un elemento clave para las baterías renovables)– está arrebatándole la humedad a las salinas y amenazando hábitats únicos del desierto.
El aumento del turismo también ha tenido un gran impacto, en especial en zonas populares como la Reserva Nacional Los Flamencos, la segunda más visitada de Chile, y en San Pedro de Atacama, epicentro turístico del desierto.
Pero la región también es precursora en buscar nuevas formas de gestionar el turismo y la industria de una manera más sostenible. Desde su fundación en 1990, la reserva ha estado codirigida por los lickantay, el pueblo indígena que vive en Atacama desde hace miles de años, siendo la primera reserva de Sudamérica que apuesta por este planteamiento.
Esta colaboración también ha llevado a la creación de iniciativas de turismo comunitario y circuitos ecológicos, para que el visitante tenga una visión más profunda de la historia, cultura, artesanías y mitología de los lickantay y, de paso, abra una ventana a la afinidad y comprensión íntimas que comparten con su hogar: el desierto.