Para embarcar en un avión o un tren con destino al Tíbet se necesita un permiso expedido por el Consejo Tibetano de Turismo, y para obtenerlo, se exige contratar a un guía para todo el viaje, además de organizar de antemano los traslados fuera de Lhasa.
Para salir de la capital tibetana, se necesitan permisos adicionales, que deberán ser tramitados por el operador, de modo que habrá que decidir el itinerario con tiempo.
Los operadores tardan entre 10 y 14 días en tramitar los permisos y enviárselos por correo al viajero (si se prevé llegar al país en avión, hay que disponer del original).
Desde Nepal, se viaja con un visado colectivo de corta duración, lo que dificulta seguir viajando por el resto de China.
Los todoterrenos de alquiler son el medio más habitual, ya que la mayoría de los transportes públicos están restringidos. Aunque sigue habiendo muchas carreteras en mal estado, casi todas las principales están asfaltadas.
En la meseta proliferan los aeropuertos y se está trazando la línea ferroviaria más allá de Lhasa.
Cada vez es más habitual ver ciclistas en excursiones de larga duración por las carreteras nacionales. No obstante, no está permitido hacerlo por cuenta propia.