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En el extremo oriental, estos montes recorren las fronteras hasta Rusia, China y Mongolia. Para visitarlos hay que obtener un permiso para la zona fronteriza con mucha antelación, pero todo lo que supone llegar a esta región realmente merece la pena. Ondulantes praderas, cumbres nevadas, boscosas laderas, glaciares, impolutos lagos y ríos, y pueblos con jinetes kazajos componen un paisaje de proporciones épicas. Este macizo fue declarado Patrimonio Mundial natural por la Unesco en 1998. El monte Beluja, de 4506 m y con dos picos en la frontera con Rusia, posee muchas connotaciones místicas.