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Japón es muy volcánico, por lo que abundan los onsen. Los japoneses han convertido el simple hecho de bañarse en un rito religioso, y el país está salpicado de templos y santuarios dedicados a tan relajante culto. Quien no esté convencido solo tiene que probarlo, y notará cómo se le van años de estrés acumulado. Los hay por todas partes, pero son especialmente famosos los de Kyūshū y Tōhoku (el norte de Honshū). Dos lugares que merecen un desvío para probar sus aguas son el Kurokawa Onsen y el Nyūtō Onsen, ambos ocultos en las montañas.