A los cubanos les encantan los niños y los niños adoran Cuba. Bienvenidos a una cultura donde los más pequeños aún juegan libremente en la calle y los camareros inconscientemente les acarician el pelo al pasar por las mesas camino de la cocina. Los pasatiempos infantiles tienen aquí algo maravillosamente tradicional, poco que ver con sofisticados juegos de ordenador y más con divertirse en la plaza con un improvisado bate de béisbol y una pelota de plástico.
Existe cierta dicotomía en cuanto a las instalaciones infantiles en Cuba. Por una parte, la sociedad cubana es, de forma innata, amante de la familia y los niños, y tiene tacto; por la otra, las dificultades económicas han supuesto que ciertas comodidades occidentales, como rampas para los cochecitos, cambiadores y las medidas de seguridad básicas, sean limitadas. El único lugar donde encontrar estándares de servicio internacionales son los resorts modernos, y la mayoría tiene clubes específicos para niños.
Es habitual ver a viajeros con niños en Cuba, y la tendencia se ha consolidado en los últimos años con los cubano-estadounidenses que visitan a sus familias con pequeños a remolque; ellos son la mejor fuente de información sobre el terreno. Nótese que el contacto físico y la calidez son rasgos autóctonos: los desconocidos reciben efusivamente a los niños y continuamente los besan o les toman la mano. ¡Es parte del carácter cubano!
Los niños se mueven a sus anchas y, gracias a las sólidas organizaciones comunitarias, la seguridad no suele ser un problema si se toman las precauciones habituales. Hay que tener cuidado con el implacable tráfico motorizado, vigilar las obras viarias sin protección y ser consciente de la falta generalizada de modernos equipos de seguridad.
En principio, los niños no necesitan vacunarse antes de viajar a Cuba, aunque quizá los padres quieran consultar los casos particulares con el pediatra antes de partir. Los medicamentos escasean, así que es mejor llevarse todo lo que uno considere necesario. Es recomendable llevar paracetamol, ibuprofeno, medicamentos antináuseas y caramelos para la tos. El repelente para insectos también resultará útil, así como llevarse pañales y leche en polvo, ya que pueden resultar difíciles de encontrar. Es conveniente llevar una copia del certificado de nacimiento de los niños donde aparecen los nombres de ambos progenitores, especialmente si usan apellidos diferentes.
Las sillas para automóvil no son obligatorias, y los taxis y coches de alquiler no las llevan. El viajero puede llevar una si quiere alquilar un coche. Las tronas en los restaurantes también son casi inexistentes, aunque los camareros intentarán improvisar; lo mismo se puede decir de las cunas. Las aceras no están pensadas para los cochecitos. Si el niño es muy pequeño, lo mejor es una mochila portabebés.
Las casas particulares están casi siempre dispuestas a alojar a familias y son muy acogedoras con los niños. Los resorts también aceptan familias.
Dado que la comida carece de especias exóticas y es buena, sencilla y con pocas complicaciones, los niños suelen adaptarse sin problema. El estilo de vida de la isla, orientado a la familia, ayuda sobremanera. Hay pocos restaurantes que no acepten niños y, por lo general, el personal de muchos cafés y restaurantes los adoran y se esfuerzan por intentar adaptar la comida a paladares poco atrevidos o caprichosos. El arroz y las judías son apuestas seguras, y el pollo y el pescado resultan bastante fiables. Lo que no suele haber –aunque quizá algunos niños no lo echen de menos– es verdura fresca.