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La medina de Fez es un gran laberinto. Hay que sumergirse en ella y no temer perderse, en cuyo caso basta con seguir el flujo de gente hacia la vía principal o pagar a un niño por mostrar el camino. Es una aventura a un mundo medieval de plazas ocultas, enormes puertas tachonadas y zocos coloristas. No hay que olvidar alzar la vista para maravillarse con escayolas, artesonados de cedro y caligrafía árabe y, a los pies, mosaicos que parecen hechos con piedras preciosas.