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Descripción
Aunque se denomine a Corea la “tierra de la calma de la mañana”, al sumergirse en su capital, Seúl, motor de la tercera economía más potente de Asia, la serenidad quizá sea lo último que se perciba. El modesto tamaño del país y sus extraordinarias infraestructuras de transporte permiten pasar fácilmente del frenesí urbano a la tranquilidad de la campiña. Y así, el viajero podrá coronar escarpadas montañas –algunas se transforman en pistas de esquí durante el invierno– rodeadas de boscosos parques nacionales; alejarse de las rutas habituales más de lo que creía posible navegando a islas remotas, donde agricultores y pescadores le darán la bienvenida a sus hogares; y contemplar las estrellas en aldeas apacibles rodeadas de arrozales y dormir en pensiones instaladas en hanoks (casas tradicionales de madera).