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No diamantes, sino perlas negras son el mejor amigo que una chica puede encontrar en Tahití. Van del blanco plata al negro con toda la gama intermedia, así que no es difícil dejarse seducir por los tonos reconfortantes de estas gemas marinas. Interesa visitar un criadero (a poder ser en Tahaa) para ver cómo se cultivan las ostras y se recolectan, y quizá incluso cómo un técnico realiza la operación, denominada injerto. Después cabe admirar brillantes joyas y, con suerte, conseguir una rebaja para un recuerdo especial.