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Perros y vehículos están vetados en esta isla, así que lo único que puede interrumpir el ensueño tropical es la música de un equipo estéreo o un grupo de turistas de los que a veces obstruyen el principal sendero. Un camino de 1½ h rodea la isla y serpentea entre el océano y las casas. Los lugareños son amables y saludan continuamente con un alegre “malo” (hola).