Desde finales del s. XX, el antiguo litoral industrial de Barcelona ha vivido una transformación espectacular, con fantásticas playas y restaurantes junto al mar, esculturas, un largo paseo marítimo y puertos deportivos llenos de yates. La puerta al Mediterráneo es la cuadrícula de la Barceloneta, un antiguo barrio de pescadores lleno de restaurantes tradicionales de pescado y bordeado por un paseo marítimo con palmeras que lleva a las playas.
Se puede empezar con un viaje por la historia del país en el Museu d’Història de Catalunya, hacer el trayecto de ida y vuelta en el teleférico del puerto para admirar buenas vistas del litoral, y luego ir a L’Aquàrium, uno de los mejores de España.
Muchas de las tardes en la Barceloneta giran en torno a la comida y las playas. Para almorzar, se recomienda un festín de tapas de pescado y marisco en el Kaiku o La Cova Fumada. La respuesta perfecta a tal exceso gastronómico es tumbarse, y qué mejor lugar que cualquiera de las playas que hay desde la Barceloneta hasta más allá del Port Olímpic.
Hay muchos locales geniales para tomar una bebida en la zona. El festivo Can Paixano sirve copas de cava a cualquier hora, mientras que en el Poblenou está el Balius. Para disfrutar de vistas, lo mejor son los chiringuitos, donde se puede tomar un cóctel con los pies en la arena.