Cultura
Gastronomía rusa
Glosario gastronómico y algunos apuntes sobre comida y bebida rusas:
- Blinis Tortitas servidas con ikra (caviar) o tvorog (queso fresco).
- Kvas Bebida refrescante similar a la cerveza.
- Pelmeni Bolas rellenas de carne y consumidas con crema agria y vinagre.
- Ensaladas Gran variedad, normalmente bañadas en mayonesa, como la de patata llamada Olivier.
- Sopas Hay que probar la sabrosa solyanka de carne o la reconfortante ukha de pescado.
- Vodka El trago ruso por excelencia.
- Kefir Leche agria similar al yogur, servida como bebida en el desayuno.
- Syrniki Fritos de queso fresco, deliciosos con mermelada, azúcar y el omnipresente condimento ruso smetana (crema agria).
- Zakuski Aperitivos como olivas, blinis con setas, caviar y ensaladas.
Arte popular y autóctono
Rusia ha desarrollado un amplio espectro de arte popular con rica decoración. Quizá lo más conocido sean las cajas de madera esmaltada de complejo diseño llamadas palekh y las brillantes miniaturas de metal esmaltado de Rostov-Veliky llamadas finift. El regalo más común son las tallas de madera que representan juguetes, instrumentos musicales, ruecas y moldes de pan de jengibre de los museos, y el tópico más habitual, las muñecas tipo matrioska.
Pushkin, un poeta apasionado
Nacido en 1799 e hijo de la aristocracia con una pizca de sangre africana en su linaje, Alexander Pushkin creció en la alta sociedad francófona de San Petersburgo. Fiel a su época, la era del romanticismo, Pushkin era un obseso de las obsesiones: la guerra, el honor masculino, y las mujeres hermosas e inalcanzables.
Pushkin escribió de todo, desde odas clásicas y sonetos a relatos breves, representaciones teatrales y cuentos. Se le admira especialmente por sus poemas en verso, El jinete de bronce y Eugenio Onegin, en los que casi responde a la eterna pregunta de “¿por qué los rusos parecen disfrutar tanto sufriendo?”. En lo político, era una “patata caliente” y los zares llegaron a exiliarle de San Petersburgo por tres veces.
En 1837 Pushkin fue herido de muerte en un duelo por defender el honor de su mujer, la bella Natalia Goncharova. Pasó dos días moribundo en los que todo San Petersburgo le presentó respetos, y los taxistas no daban abasto ante el recurrente “¡a Pushkin!”. El botón de Pushkin, de Serena Vitale, es un relato fascinante del duelo y los acontecimientos previos a este.