El lado este de la ciudad se caracteriza por los contrastes. Barrios de clase trabajadora se han ido transformando por la cuantiosa población inmigrante y la escalada de precios. Sofienberg es residencial, tranquilo y verde, mientras que Grønland y Tøyen, con sus bares y elegantes bistrós, se promocionan como el nuevo Grünerløkka, aunque todavía tienen que pulirse un poco.
Estos barrios mayoritariamente residenciales esconden algunos de los lugares más fascinantes de la ciudad. Se puede empezar con un paseo por el Ekebergparken, con esculturas de Louise Bourgeois o Jake y Dinos Chapman, que surgen en prados y hondonadas.
En verano se almuerza en la terraza del Ekeberg Restaurant admirando las líneas funcionalistas del edificio y después se va a pie o en tranvía al Jardín Botánico para ver los animales árticos disecados del Museo de Historia Natural. Luego se cruza la calle hasta el Munchmuseet, dedicado a Munch.
Se cena temprano a base de exquisiteces de la nueva cocina nórdica en Brutus, donde el rock and roll que suena de fondo anima a saltar de bar en bar en Grønland.