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Este pueblito a las orillas del río Crnojevic se contaba entre los favoritos de la dinastía Petrovic-Njegoš y algunas de sus sencillas casas de piedra fueron en tiempos residencias reales. Un pintoresco puente se extiende sobre el río y un paseo de mármol discurre junto a la ribera, de donde salen excursiones en barco y kayak hacia el lago Shkadër. La paz y el sosiego no han perdido un ápice de su atractivo, y el pueblo posee una de las mejores marisquerías del país.