‘Trekking’ por el Westweg, el bosque encantado de la Selva Negra
Una ruta a pie para empaparse de la cautivadora Selva Negra alemana. Esta exigente ruta de varios días pasa por bosques oscuros, hondos valles, míticos montes y mágicos lagos.
Antes de empezar el relato, un poco de historia. ¿Por qué se llama así la Selva Negra? El concepto de Wandern ("caminata de placer") nació aquí en 1864 al fundarse el Schwarwaldverein, el Club de la Selva Negra. El club de senderismo y montañismo más antiguo de Alemania aún mantiene y señaliza 23 000 km de sendas en la Selva Negra. A los romanos les habrían venido muy bien cuando llegaron a sus márgenes hace 2000 años: tan oscuro e inhóspito les pareció el impenetrable bosque que lo llamaron "Silva Nigra".
Los primeros rayos de sol se adentran en la Selva Negra © Oliver Koch / 500px
Al rayar el día, la Selva Negra despierta llena de rocío. A esta hora reina una maravillosa quietud, siendo casi visible la sensación de que todo vuelve a la vida. Los helechos se desenroscan perezosos, los altos abetos y pinos se estiran hacia la luz, los primeros rayos de sol atraviesan la fronda. Solo se oye el incierto tamborileo de un pájaro carpintero a lo lejos y el crujir de alguna rama en el suelo. Respiro hondo, aspirando el frescor del dorado otoño. Se está levantando la neblina que cubre el valle de abajo, donde adivino un grupo de casas de labor de oscura madera y la esbelta aguja de una iglesia. Los pliegues y repliegues del bosque se alzan por encima cual cortinajes.
Camino por los bosques de la Selva Negra, cerca de Bollschweil © Carl Bruemmer Design Pics / Getty Images
De todas las sendas que se adentran en los últimos reductos salvajes de Alemania, el Westweg (Camino occidental) es de las más famosas. Al recorrer la Schwarzwald (Selva Negra en alemán) de punta a punta, es una excursión seria que implica dos semanas de caminata de moderada exigencia a gran altitud. Pero creo que esas ampollas bien valdrán la pena. La senda marcada lleva a apartados miradores y cascadas, aldeas de entramado de madera, lagos glaciares y cumbres que se asoman a los no tan lejanos Alpes y, natürlich, a lo profundo de esos bosques inaccesibles a los automóviles. Es una ruta por un bosque de cuento que parece de los hermanos Grimm, repleto de leyendas de brujas, ninfas del lago y caminos de fácil extravío.
El Westweg abarca lo mejor del apretado tapiz de valles y empinados cerros de la Selva Negra, brindando silenciosos momentos contemplativos entre piceas, donde el musgo es tan mullido como la alfombra más lujosa. A algunos les desconcertará la soledad, pero yo siempre he hallado consuelo en las profundidades más oscuras. Según John Muir, “los bosques salvajes son el camino más fácil para entrar en el universo”, y es verdad. En el protector abrazo de los árboles no cuesta desconectar del mundo y acercarse más a la naturaleza. Al iniciar la ruta, me invade una calma casi meditativa. Todo se torna más intuitivo; el suave agitarse de los árboles, la silueta de un ciervo sorprendido, el juego de la luz al caer de la tarde, el ritmo de mis pasos.
El puente de madera cubierto en Forbach, pueblo de la Selva Negra © karp5 / Shutterstock
Pforzheim es la localidad de entrada al camino, pero no me detengo. Estoy ansiosa por lanzarme al corazón del bosque. Así que atravieso a pie los altos páramos del valle del Enz, donde el medieval Schloss Neuenbürg corona un cerro; y sigo hasta la meseta de Dobel, con vistas al valle del Rin. Pronto me topo con las enormes peñas de las Volzemer Steine, medio ocultas por el sotobosque. Desde aquí la senda cruza el protegido alto páramo de Kaltenbronn, de los mayores de Alemania, en forma de pasarela de madera para no dañar el frágil ecosistema del humedal. Luego baja el empinado valle del Murg hasta Forbach, lindo pueblo de puntiagudos tejados, con un impresionante puente de madera cubierto sobre el río Murg. El paisaje circundante es de una verde y tranquila belleza, con los tradicionales heuhütten (pajares) entre el bosque y el prado.
La localidad balnearia de Baden-Baden se despliega ante mí desde la Friedrichsturm, torre mirador que se encuentra en lo alto del Badener Höhe (1000 m). Las vistas abarcan toda la Selva Negra septentrional, el valle del Rin y los Vosgos al otro lado de la frontera francesa.
Senderistas recorriendo el Westweg, Selva Negra © Juergen Wackenhut / Shutterstock
La marcha se vuelve más ardua, y el paisaje, más espectacular y montañoso, al llegar a la mayor atracción natural y plato fuerte de la ruta: el Parque Nacional de la Selva Negra, creado en el 2014. Este reducto de 100 km2 es la Schwarzwald en su estado más indómito y puro. Estas alturas suelen cubrirse de nieve en invierno y jaspearse de brezo morado en verano. Pero en el fresco otoño, están veteadas de un dorado leonado, con setas comestibles y venenosas a la vera del camino. Me uno a los visitantes del día para contemplar las espejeantes aguas del Mummelsee, lago que según la leyenda alberga ninfas y un rey subacuático. Desde aquí una empinada cuesta sube a la cima del Hornisgrinde (1163 m). Un poco más hacia el sur y rodeado de bosque se halla el menos visitado Glaswaldsee, lago maravillosamente tranquilo donde descanso un rato mis doloridos pies. Los boscosos montes cobran relieve en el fulgor del atardecer cuando llego a la torre de Brandenkopf, siendo los Alpes una mancha en la lejanía.
Las vistas de la Selva Negra desde el monte Feldberg son fabulosas © Animaflora PicsStock / Shutterstock
Las jornadas se suceden, al igual que bosques y valles. El caminar se ha vuelto algo natural, y cada tramo del Westweg brinda alguna sorpresa. Tras un par de días tranquilos por denso bosque, cuya espesura se abre de vez en cuando para mostrar valles abajo, llego a las suaves colinas de Kinzigtal, donde al pie de un castillo en ruinas se acurruca un pueblo entramado de madera, Hausach. Cerca está el Titisee, reluciente lago verdiazul del sur de la Selva Negra, ahora sin el gentío estival. Tampoco lo tiene más al sur el pelado Feldberg (1493 m), el más alto de esta zona. El monte en sí no es nada especial pero ofrece unas vistas soberbias, que en días claros llegan hasta el Mont Blanc, en lo más lejano de los Alpes.
El paisaje se suaviza en uno de los últimos tramos al cruzar el Markgräflerland, cuyos frutales y viñas se están volviendo dorados. En el aire flota el olor a vino nuevo, y a la puerta de las granjas venden calabazas de toda forma y tamaño en carretillas. Mi paseo llega a su fin, y sé que echaré de menos este bosque. Pero, ahora, me espera Basilea.
Hoja de ruta
- Inicio Pforzheim
- Final Basilea
- Distancia 285 km
- Cómo llegar Los aeropuertos más cercanos son Karlsruhe-Baden, 61 km al oeste; y Stuttgart, 40 km al este. El trayecto en tren a Pforzheim dura 1½ h aprox.
- Cuándo ir Lo mejor es de abril a octubre. No suele haber mucha gente en la senda, ni en verano.
- Dónde alojarse En la ruta hay rústicos refugios, hoteles y campings. www.westweg.info.
- Qué llevar Por si acaso, impermeables, capas de ropa, botas recias, bastón de caminata, provisiones, repelente de insectos y una mochila decente.
- Más información Véanse mapas interactivos del camino en www.top-trails-of-germany.de. Cicerone publica la práctica guía Trekking the Westweg.