Alaska, Best in Travel 2018
Gracias a los cruceros, la agreste Alaska, antaño impenetrable, es hoy accesible a millones de personas. Pero para conocer de verdad sus implacables paisajes, los que hicieron temblar a los antiguos buscadores de oro, hay que desembarcar y estirar un poco las piernas.
Se pueden descubrir algunas actividades muy propias de la región en algunos de los clásicos puertos de escala que salpican la escarpada costa del 49º estado de EE UU.
Los tótems de Ketchikan
Ketchikan –o ‘la primera ciudad de Alaska’, tal y como se presenta a los visitantes que llegan desde Canadá– es cuna de muchas actividades, como rutas en kayak bajo la lluvia o excursiones en barco por fiordos brumosos, pero destaca, sobre todo, por sus tótems indígenas. Son tótems singulares de la región del Pacífico Noroeste, más concretamente de las tribus tlingit, haida y tsimshian que han habitado estas tierras durante milenios. La mejor introducción a estas obras de arte la ofrece el Totem Heritage Center de la ciudad, que narra su historia con fascinantes exposiciones de tótems antiguos. Después se puede ir varios kilómetros al sur, hacia Saxman Village, para ver trabajar a los talladores de madera nativos y admirar un inusual conjunto de tótems al aire libre. Para terminar, es buena idea pasear por el entorno apacible del ribereño Totem Bight State Park. Si se desea visitar los tres enclaves, es buena idea alquilar una bicicleta en Southeast Exposure, cerca del muelle de cruceros.
Dónde comer:
Bar Harbor Restaurant Visitar Alaska y no probar el pescado es como ir a Roma y no comer pizza. La dieta piscívora puede empezar en el paseo marítimo de Ketchikan con platos originales a base de salmón y fletán.
Tirolinas en Juneau
Si al viajero le apetece volar como un águila calva, sujetado a una tirolina, podrá hacerlo por encima del mayor bosque templado lluvioso del mundo. Las tirolinas son un buen ‘cebo’ para los viajeros aventureros de hoy en día, pero pocas son tan largas o tan auténticamente salvajes como los nueve cables y los dos puentes colgantes de la Eaglecrest Ski Area, en Douglas Island, cerca de la diminuta capital de Alaska, Juneau. Con un poco de suerte es posible ver osos negros o águilas calvas mientras uno se desliza más veloz que Usain Bolt entre el brumoso dosel verde de los árboles. Alaska Zipline Adventures ofrece excursiones seguras para toda la familia. Se incluye el transporte en barco desde la terminal de cruceros de Juneau hasta los altísimos árboles de Douglas Island.
Dónde comer:
The Rookery Moderno y desenfadado, este local de desayunos-panadería del centro de Juneau se convierte en un genial bistró a la hora de cenar. Es muy posible que uno acabe visitándolo al menos dos veces.
Kayak en Sitka
El resguardado puerto de Sitka está salpicado por docenas de pequeñas islas, algunas de ellas deshabitadas, aunque la mayoría son territorio de leones marinos, aves y ballenas jorobadas (no tan fáciles de ver). Si el viajero nunca ha ido en kayak, esta puede ser una buena iniciación. Las aguas tranquilas ondean, apacibles, y el reflujo revela islotes rocosos cubiertos de algas y estrellas de mar rojas. A toda esta mística se le suma el inconfundible cono del monte Edgecumbe, un volcán dormido que custodia el horizonte oeste. Se pueden alquilar kayaks o participar en las rutas de remo de tres horas de Sitka Sound Ocean Adventures, que opera desde un antiguo autobús del muelle.
Dónde comer:
Ludvig’s Bistro Uno de los pocos restaurantes gourmet de verdad del sureste de Alaska. Sirve cocina rústica mediterránea en dos espacios a elegir: un pequeño comedor de siete mesas en la planta baja y otro, igual de pequeño, en el piso superior. Su paella de marisco es legendaria.
La historia de la fiebre del oro en Skagway
Skagway es como un monumento gigante a la fiebre del oro de Klondike de 1897-1898, la última gran aventura del s. XIX, cuando decenas de miles de buscadores de fortuna, medio engañados, marcharon en busca del precioso metal, y la mayoría ni lo olieron. Es una historia épica que cuenta con perspectiva, rigor e ingenio el US National Park Service, que gestiona varios de los edificios más importantes de la ciudad como parque histórico. Para tener una visión tangible del drama que llevó a más de 100 000 personas a arriesgarlo (y, en la mayoría de los casos, a perderlo) todo, hay un circuito guiado a pie ofrecido por un guarda forestal del National Park, con un recorrido por la historia de las antaño libertinas calles de Skagway, hoy bellamente restauradas.
Dónde comer:
Red Onion Saloon Hay que visitar el animado bar de este antiguo prostíbulo convertido en restaurante teatral y tomarse una cerveza alaskeña y una porción de pizza local.
Los glaciares de Whittier
Whittier es extraña. Concebida como base militar durante la II Guerra Mundial y después inundada por la horrible arquitectura de la Guerra Fría, se alza, incongruente, entre las majestuosas montañas de la costa de Alaska. Con vistas al Passage Inlet en Prince William Sound, está muy cerca de algunos de los mejores glaciares de marea del mundo, colosos que alteran el paisaje y se vierten al mar con brutalidad, donde depositan cientos de icebergs. Para aproximarse a los límites más seguros de estos prolíficos gigantes y a la fauna marina que atraen es buena idea apuntarse a un circuito en barco en el muelle de cruceros de Whittier. Hay que estar preparado para la improvisación: los glaciares y los icebergs están en constante cambio. Muy bien situado junto a la terminal está Phillip’s Cruises & Tours, que ofrece excursiones en barco de cinco horas por los 26 glaciares más destacados de la región.
Dónde comer:
Varly's Swiftwater Seafood Café Es genial ir hasta la ventanilla, pedir el pescado fresco (las tartas de cangrejo están muy ricas) y una cerveza local bien fría, hacerse con un taburete con vistas a la flota pesquera local y esperar a que surja la magia.
Los osos de la Isla de Kodiak
En Alaska hay muchos sitios para ver osos, pero los más grandes y nobles están en Kodiak. En esta isla verde, poco habitada pero muy acogedora, viven los osos más grandes del mundo, enormes criaturas que sacian el hambre con los abundantes salmones de la zona. Las excursiones para avistar osos en Kodiak no son económicas, pero sí muy auténticas, se realizan en grupos reducidos y valen hasta el último centavo. Como se pasa poco tiempo en la orilla, lo mejor es tomar parte en un circuito aéreo de unas cuatro horas, un par de las cuales se pasan en tierra, observando a los osos pardos desde una distancia segura. Un buen operador local es Kingfisher Aviation.
Dónde comer:
Kodiak Hana Restaurant El mejor pescado de Kodiak lo sirve este restaurante japonés, que ocupa una histórica central eléctrica. Mientras se saborea sushi y marisco, casi todo local, se puede ver pasar los barcos pesqueros.