Islas Eolias
Apiñadas en el cerúleo Mediterráneo, a una hora en barco del norte de Sicilia, las islas Eolias son uno de los archipiélagos visualmente más espectaculares e históricamente más fascinantes de Europa. Cada una de estas siete islas volcánicas tiene su propia personalidad, lo cual se traduce en una atractiva variedad de actividades, de isla en isla.
1. Lipari: explorar la antigua ciudadela de Lipari y su costa agreste
La aventura puede empezar en Lipari, la más poblada de las islas Eolias. La ciudad de Lipari, con su animado laberinto de callejuelas bajo una antigua ciudadela, es un sitio maravilloso para pasear sin rumbo, y ofrece una introducción perfecta a la historia de la isla. En el 4000 a.C., los habitantes neolíticos descubrieron las grandes reservas de obsidiana de Lipari, estableciendo enseguida las Eolias como el nexo de una red comercial transmediterránea. Es buena idea pasar una mañana descubriendo seis milenios de historia insular en el museo arqueológico de Lipari, donde herramientas de obsidiana y colecciones de ánforas rescatadas de naufragios locales comparten espacio con una inigualable colección de máscaras de teatro griego en miniatura.
Para descubrir el lado más salvaje de la isla se puede dar una vuelta en autobús de 10 min hasta el mirador Quattrocchi, donde un cautivador paisaje de costas escarpadas se extiende 5 km al sur hacia las humeantes laderas de la isla vecina, Vulcano. Desde allí se puede descender por un sendero de 15 min hasta Valle I Muria, un tramo de playa de guijarros, resguardada por acantilados, donde bañarse, nadar y tomar una copa en el rústico bar-cueva del despeinado Barni, un lugareño de la zona. Después se puede volver a ciudad de Lipari con el barco de Barni, navegando junto a arcos de roca, farallones y precipicios de tonos dorados gracias al sol poniente.
2. Vulcano: subir al cráter, remar en kayak por la costa y darse un baño de barro
Nada impresiona tanto a los recién llegados como la vista de Fossa di Vulcano, la mole montañosa de color gris rojizo que erupciona azufre y se alza sobre el puerto de Vulcano. Para los antiguos romanos era la forja mitológica de Vulcano, y todavía ejerce una atracción irresistible. Partiendo del muelle del ferri, una excursión de una hora lleva hasta el borde, desde donde se puede ver el cráter y pasear por un paisaje surreal de rocas yermas y fumarolas humeantes, disfrutando de vistas de postal de las otras seis islas Eolias en el horizonte, al norte.
De vuelta a la orilla, Sicily in Kayak ofrece oportunidades para explorar la vertiginosa costa de Vulcano, remando hasta calas remotas bajo el volcán principal y Vulcanello, su ‘hermano pequeño’. Las almas más sedentarias pueden pasear hasta I Fanghi, una gelatinosa poza natural de barro terapéutico donde los turistas se tumban en bañador, cubriéndose de pies a cabeza de barro rico en minerales. Si el viajero prefiere tomar el sol, que ande cinco minutos más hasta Spiaggia Sabbia Nera, la playa de arena negra que hay al lado.
3. Panarea: playas e historia de la Edad del Bronce
Como una visión de la dicha mediterránea exclusiva, la diminuta Panarea cambia con las estaciones. En verano se llena de yates y carritos de golf, y los bares, restaurantes, tiendas y discotecas hacen su agosto. El resto del año todo es más apacible, y los excursionistas tienen las calles encaladas de la isla y los senderos prácticamente solo para ellos.
Un atractivo del todo el año es el paseo costero a Punta Milazzese, donde se hallan los espectrales cimientos del piedra del Villaggio Preistorico, un asentamiento de la Edad del Bronce encaramado en un pintoresco cabo. Desde las ruinas se puede bajar a nadar en Cala Junco, una recogida bahía de guijarros y aguas turquesas traslúcidas, o pasar la tarde relajándose sobre la arena de la vecina Spiaggetta Zimmari.
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4. Estrómboli: caer bajo el hechizo del volcán más activo de las Eolias
En el extremo este del archipiélago, la carismática y pequeña isla de Estrómboli siempre ha estado en erupción a lo largo de la historia documentada. Contemplar su espectáculo pirotécnico de primera mano es una de las grandes experiencias de las Eolias. Los aventureros en buena forma física pueden tomar parte en una ascensión guiada a la cima, a 900 m, durante la puesta del sol para admirar los chorros de fuego rojo y anaranjado que ‘pintan’ el cielo del anochecer desde los cráteres del Estrómboli.
Si al viajero no le apetece la caminata, puede disfrutar de vistas igual de espectaculares a bordo de un crucero vespertino por la costa hasta la Sciara del Fuoco, un tramo grisáceo de 1 km de desechos volcánicos; los barcos echan el ancla allí para contemplar las rocas encendidas que se precipitan al mar desde la montaña.
5. Salina: catas de vinos, tratamientos 'spa' y vistas del sol poniente
La bella y verde Salina es la isla más exuberante de las Eolias, con su par de conos volcánicos perfectos envueltos en bosques presidiendo un mosaico de campos, viñedos y pintorescos pueblos costeros. La visita puede empezar en la campiña que rodea Malfa, donde hay un puñado de bodegas que invitan a los visitantes a catar el malvasía local, el famoso vino blanco dulce de Salina. Después se puede ir a Signum Spa, un apacible spa rodeado de limoneros y tejas sicilianas donde bañarse en leche de almendra o en agua de manantial termal, relajarse con un masaje o un baño de vapor, o dejarse mimar con tratamientos corporales que incluyen esencias de naranja amarga, alcaparra o aceite de oliva cultivado en la isla.
Otros atractivos de Salina incluyen ir de compras por la calle principal de Santa Marina, subir al Monte Fossa delle Felci para gozar de los paisajes a vista de pájaro, visitar la pintoresca aldea de Pollara (donde se rodó la película El cartero (y Pablo Neruda), o refrescarse con un granita con crema en el paseo marítimo de Lingua, en Da Alfredo. Las noches están hechas para tomar aperitivi saboreando las bellas vistas de la puesta del sol con el Estrómboli humeando en el horizonte.
6. Filicudi: explorar cuevas marinas y antiguos naufragios
Por las aguas eolias han navegado un sinfín de culturas, como lo prueba el cementerio de barcos antiguos que se acumulan bajo los escollos de Capo Graziano, cerca de Filicudi. En el 2008, la colección de naufragios Filicudi quedó protegida como un parque arqueológico submarino, permitiendo a los buceadores adentrarse en este mundo de antiguas anclas griegas, cargamentos perdidos y barcos enterrados en la arena.
Quien no bucee se divertirá casi igual circunnavegando Filicudi en un circuito en barco rumbo al Scoglio della Canna, un pináculo de roca de 71 m de altura, y a la Grotta del Bue Marino, una bella cueva marina de espectaculares aguas azules.
7. Alicudi: vida mediterránea a ritmo de mula
Con solo 105 residentes y un estilo de vida marinero tradicional, la remota y apacible Alicudi conjura visiones del Mediterráneo anterior al turismo de masas. La aventura de la isla por excelencia es la excursión al Filo dell’Arpa, el cono dormido que se alza sobre la solitaria aldea pesquera de Alicudi.
Los excursionistas comparten senderos con las mulas que transportan productos para los residentes locales, siguiendo escaleras sinuosas pasando por casas estucadas de colores y terrazas con cactus y naranjos, disfrutando de asombrosas vistas mediterráneas a cada paso. Arriba, el camino alcanza un paisaje deshabitado de pastos altos que rodean un cráter extinto, con cabras que se encaraman a los acantilados espectaculares del flanco oeste de Alicudi. Desde allí, incluso Lipari –a menos de dos horas en barco– parece otro mundo.